Por Esteban Rojas
El fin y principio de año es una época muy esperanzadora para la mayoría de las personas. Nuevas oportunidades y objetivos producen gran motivación en los corazones. Se puede notar en el ambiente popular muchas tradiciones y rituales que se utilizan para augurar un “mejor” año, tradiciones que van desde comer ciertos alimentos hasta usar ropa de un color específico. De alguna forma todos buscan esperanza y motivación en un nuevo comienzo.
Pero lo cierto es que la realidad es muy diferente. Para algunos puede que sea su mejor año, mientras que para otros puede que sea el peor. Podría ser que las circunstancias no cambien mucho o que cambien de manera radical y sea su último año. Pero por favor no me malinterpreten, no intento ser negativo o fatalista, solo trato de explicar la forma en la que el ser humano reacciona naturalmente a la incertidumbre de la época. Es por eso que el libro de Jeremías es muy importante en este tiempo de inicio de año, porque provee de esperanza en medio de la incertidumbre.
Recordemos que el libro de Jeremías fue escrito aproximadamente entre el siglo VII y VI a.C., en medio de un ambiente oscuro y desesperanzador. El pueblo de Judá (Reino del Sur de Israel) se había alejado de Dios, se volvió idólatra e inmoral, apartado de la Ley del Señor. Jeremías es llamado por Dios para advertirle a Judá sobre su inminente destrucción; y para proclamar por un arrepentimiento genuino y verdadero.
Que difícil tarea la de Jeremías, tenía que anunciarle a su propio pueblo su destrucción. El pecado en el corazón de Judá lo había cegado, alejándose de Dios; de igual forma hoy en día el pecado en el corazón de la humanidad rechaza al Señor. Es por eso que Jeremías nos puede orientar con 5 consejos, que nos ayudarán a enfrentar este año con esperanza.
- Comprender que nuestro corazón es pecaminoso
El pecado de Judá está escrito con cincel de hierro, con punta de diamante está grabado sobre la tabla de su corazón. Jeremías 17: 1 LBLA
Antes de pensar en el futuro debemos reconocer la maldad de nuestro corazón, ya que por lo general nuestras metas son narcisistas e idólatras; reflejando nuestros miedos y nuestros sentimientos de inferioridad. Jeremías nos recuerda que nuestro corazón es pecaminoso. Las motivaciones más profundas y los deseos más internos deben ser evaluados y controlados por Dios, ya que tendrán serias implicaciones en nuestras acciones y en nuestro futuro. Se debe enfocar en las necesidades verdaderas e importantes, buscando glorificar su nombre y ayudar a nuestro prójimo.
“por lo general nuestras metas son narcisistas e idólatras; reflejando nuestros miedos y nuestros sentimientos de inferioridad”.
- Entender que nuestro corazón nos engaña
Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá? Jeremías 17:9 LBLA.
Nuestra naturaleza siempre va a tender ser egoísta y egocéntrica, llevándonos por un camino pasional de soledad, dolor y pecado. Si nuestro corazón no está guiado por la Palabra de Dios y el Espíritu Santo, terminaremos por engañarnos a nosotros mismos. Al igual que Judá, el engaño puede ser tan grande que podríamos alejarnos de Dios y de su voluntad.
- No planear un nuevo año sin Dios
Así dice el Señor: Maldito el hombre que en el hombre confía, y hace de la carne su fortaleza, y del Señor se aparta su corazón. Son como los arbustos raquíticos del desierto, sin esperanza para el futuro. Vivirán en lugares desolados, en tierra despoblada y salada. Jeremías 17:5 LBLA, 6 NTV
Judá había rechazado la omnisciencia de Dios y decidió confiar en sí mismos para regir sus vidas. La frase “confiar en el hombre” es una declaración de autonomía e independencia ante el Señor. Muchas personas planifican nuevas metas confiando más en sus habilidades y capacidades que en la gracia de Dios, haciendo de su carne su fortaleza. Si todo depende solo de nosotros mismos, terminaremos en un camino de perdición y maldición. La frustración y la desesperanza serán nuestros acompañantes, y muy probablemente seremos engañados por nuestro propio corazón, quedando a la deriva.
- Poner a Dios como el objeto de nuestra confianza.
Bendito es el hombre que confía en el Señor, cuya confianza es el Señor. Jeremías 17:7 LBLA
Somos seres finitos, imperfectos y cambiantes, es por eso que nuestra confianza no debe estar puesta en nuestro corazón engañoso, sino que debe descansar en alguien externo a nosotros; en un ser perfecto, inmutable y santo, solamente en Dios. Pero lamentablemente la mayoría de personas pierden el rumbo, porque ponen su esperanza en lo que Dios les puede dar y no en lo que Dios es. Él debe ser el objeto absoluto de nuestra confianza en medio de la incertidumbre. Sus atributos, su fuerza, su sabiduría y principalmente su amor debe ser nuestra motivación para tener esperanza en un nuevo año.
“Dios debe ser el objeto absoluto de nuestra confianza en medio de la incertidumbre”.
- No basar nuestra esperanza en las circunstancias.
Será como árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces junto a la corriente; no temerá cuando venga el calor, y sus hojas estarán verdes; en año de sequía no se angustiará ni cesará de dar fruto. Jeremías 17:8 LBLA
El libro de Jeremías es una muestra clara de que nuestra esperanza no descansa en las circunstancias, sino en la permanencia de Él en nosotros. En medio de la desesperanza del libro, las profecías mesiánicas nos enseñan que Dios sigue estando en control. La Biblia nunca dice que no van a existir problemas, sufrimientos o enfermedades; más bien nos dice que en este mundo tendremos aflicción y aunque no somos de este mundo, vivimos en él.
Un entendimiento correcto de las Escrituras nos permitirá mirar las dificultades como oportunidades para crecer en el carácter de Cristo, el objetivo máximo de nuestra existencia.
Nuestra esperanza no será determinada por las circunstancias, ni mucho menos por nuestras fuerzas. Porque la presencia majestuosa de Dios en nosotros proveerá descanso y consuelo, en medio de la incertidumbre por el futuro. Descansaremos en el glorioso Soberano, el Creador del tiempo y del espacio. Enfrentaremos este nuevo año con alegría y sabiduría, porque mientras meditemos en su Palabra de noche y de día (Salmo 1:2) disfrutaremos de las riquezas de su Gracia; ya sea que venga la tormenta, la escasez, el dolor o la enfermedad nuestra confianza estará enraizada en el Dios del universo. Su amor es tan sublime que envió a su Hijo a morir en nuestro lugar, para que todo el que tiene fe en Cristo sea bendecido con la vida eterna.