Cada creyente en uno u otro momento de su vida pasa por momentos de aflicción. Es en esos momentos cuando los pensamientos más decrépitos vienen a nuestra mente; incluso, vienen pensamientos que suelen ser pecaminosos ya que nos hacen dudar de muchas de las promesas de Dios. Debemos tener presente que en toda la historia del pueblo de Dios, todos sus hijos han pasado por tiempos donde sienten estar solos, momentos de tristeza, momentos en los que algunos han deseado hasta la muerte (Núm. 11:15).
Esto nos recuerda que somos humanos débiles y aún estamos en nuestro cuerpo de carne. Pero mi objetivo en este artículo es demostrar como Dios usa la debilidad y momentos amargos para mostrar su poder y de igual manera enseñarte una lección. Para esto analizaremos algunos pasajes bíblicos al respecto.
1. La depresión de Elías.
Elías fue un profeta que Dios usó grandemente para enviar Su mensaje al pueblo de Israel y mostrarles que Él era el Dios verdadero. Si analizamos la vida de Elías y vemos todo lo que hizo y como la providencia de Dios para él era visible nos preguntaríamos, ¿cómo llegó a deprimirse este profeta?
Elías fue el hombre que fue sustentado milagrosamente por un cuervo, multiplicó el aceite de una viuda pobre, resucitó a un muerto, hizo caer lluvia, derrotó a los profetas de Baal y de Asera, hizo caer fuego del cielo, pero, ¿ahora, desanimado desea morirse?
“Él anduvo por el desierto un día de camino, y vino y se sentó bajo un enebro; pidió morirse y dijo: Basta ya, Señor, toma mi vida porque yo no soy mejor que mis padres”. (1 Reyes 19:4).
Este hombre había desafiado a los reyes de su época, Acab y Jezabel, basado en su fe en Jehová. Pero Jezabel se atrevió a amenazarlo expresándole que lo mataría. Dice la Biblia (vers. 3) que él tuvo miedo y huyó de delante de ella. Después de huir estaba triste y asustado, pensó que había llegado su fin. Pero, ¿qué hizo Dios en estos momentos donde Elías, su siervo, estaba en tal agravante situación? Veamos las Escrituras:
“Y acostándose bajo el enebro, se durmió; y he aquí, un ángel lo tocó y le dijo: Levántate, come. Y el ángel del Señor volvió por segunda vez, lo tocó y le dijo: Levántate, come, porque es muy largo el camino para ti. [Hubo] un terremoto, un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Y después del fuego, el susurro de una brisa apacible. Y sucedió que cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con su manto, y salió y se puso a la entrada de la cueva”. (1 Reyes 19:5,7,12,13)
¿Qué vemos en todo esto? Vemos que después de la depresión de Elías Dios se preocupa y decide hablar con él. Jehová le dice que le faltaba mucho camino por recorrer, y que no debía estar así. En medio de su debilidad depresiva Dios se manifestó e incluso le mostró que habían siete mil profetas más en Israel, que él no estaba solo (1 Reyes 19:18). Luego de esto Elías recibió las fuerzas que debía recibir y sus enemigos que le causaban mal fueron destruidos. (2 Reyes 9).
Elías aprendió a no desconfiar de la compañía de Dios. A pesar de lo que pudiera sentir, sus sentimientos nunca dictarían la realidad. La realidad no es la que está dentro de ti. La realidad es la que está fuera de ti y dentro de lo que Dios ha dicho. Luego de aquí Elías salió fortalecido. Dios usó esto para hacerle ver que si Dios lo eligió para ser su siervo, no lo abandonaría a mitad del trayecto. Si Dios empezó contigo, ten por seguro que lo verás terminar contigo.
2. El aguijón de Pablo.
Pablo fue el apóstol que más escribió en las Escrituras. Todos conocemos el trayecto de vida que llevó este gran hombre de Dios. Sin embargo, este hombre tenía algo; tenía una debilidad física, un aguijón que no le permitía gloriarse ni evanecerse. Era algo que a pesar de todo le causaba mal.
“[…] me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí”. (2 Cor. 12:7,8)
A veces pensamos que porque somos hijos de Dios el mal no puede venir a nosotros. Pero quiero decir que: simplemente estamos equivocados. La Biblia nos enseña a lo largo de sus páginas, que todos los siervos de Dios han pasado momentos pésimos, momentos los cuales nadie le desearía a los demás; Pablo en verdad quería que Dios le quitara esto por lo que estaba siendo atormentando; había orado tres veces que se lo quitara, pero miremos cuan espléndida respuesta le da Dios:
“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”. (2 Cor. 12:9)
Tan solo digo: ¡Wow! ¡Que maravillosa respuesta! En vez de quitarle el problema, Dios le dio la gracia y la fortaleza en Él y a través de Él, declarándole que Su gracia sería suficiente. Dios le dice a Pablo: “no pidas que tu problema sea quitado, más bien mira que a través de ese problema muestro mi poder en ti”. Ese es el punto querido hermano, fíjate que en medio de tus aflicciones Dios está ahí. Después de ellas, Dios sigue ahí. Él prometió estar con nosotros siempre, y ese “siempre” simplemente significa “siempre”.
Si Pablo hubiera desconfiado de Dios y se hubiera rendido, ¿crees que hubiera llegado a ser el gran apóstol Pablo? Simplemente no. Pablo llegó a ser lo que fue por la gracia de Dios reflejada en su obediencia, sumisión y confianza en aquel que le apareció en su camino a Damasco.
3. La aflicción de Job.
Job fue un hombre encontrado justo delante de los ojos de Dios (Job 1:1). Eso nos muestra que sus aflicciones no vinieron por su “infidelidad”. Más bien, era muy fiel a Dios. Pero, ¿qué vemos en su vida y en todo el libro sobre Job? Vemos como Job pasa por una terrible aflicción. Una aflicción realmente espantosa.
A pesar de su fidelidad, Dios le quiso mostrar a Satanás que Job podía ser fiel en medio de esa aflicción. Job era alguien que había sido bendecido. Tenía de todo lo que se pudiera presumir en ese tiempo (Job 1:3). Satanás creía que Job le servía a Dios por sus pertenencias o por interés. La prueba de Job fue terrible, perdió todo. La Biblia registra que cuando Dios le permitió a Satanás destruir todas sus pertenencias, todo comenzó a pasar repetidamente, mientras pasaba una cosa, también pasaba la otra, todo fue de un golpe, todo fue instantáneo (Job 1:13-19). En realidad pocas personas reciben golpes tan grandes como los que cayeron sobre Job. En el espacio de pocas horas perdió bienes y familia, excepto su esposa. Pero, ¿qué hizo Job al saber que había perdido todo su ganado y riquezas e incluso sus hijos?
“Job se levantó, rasgó su manto, se rasuró la cabeza, y postrándose en tierra, adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor”. (Job 1:20,21)
¿Viste eso querido lector? (Léelo una vez más). En vez de Job maldecir hizo algo grandioso e increíble: adoró a Dios. Esa es la actitud que debemos tener ante las aflicciones. Una actitud de humildad, una actitud de inclinación ante Dios quien permite todas las cosas. Mientras Job pasó su aflicción sentía la providencia de su Dios, alguien a quien debía fidelidad, alguien que le había dado todo y tenía el poder para devolverle no solo lo que le había quitado sino hasta más, incluso si no le devolvía nada se sentiría conforme. Job lo expresó de la siguiente manera:
“Yo sé que mi Redentor vive, y al final se levantará sobre el polvo. Y después de deshecha mi piel, aun en mi carne veré a Dios”. (Job 19:25,26).
¡Que confianza! A pesar de todos los consejos que le dio su esposa para que maldijera a Dios, él no lo hizo. Job tenía unas llagas terribles en su piel, era tanto así que tenía que rascarse con objetos (Job 2:7,8). Por eso dijo que aunque su piel se deshiciere vería a Dios.
Querido lector, Dios nunca abandonó a Job en su aflicción, Dios siempre supo que Job sería fiel, ahora bien, ¿podría Dios decir lo mismo de ti? ¿Podría Dios ponerte a prueba de esa manera y tú no fallarle?
Job fue fiel y al final pasó lo mejor. Todo le fue multiplicado. Es posible que no pase de igual forma contigo. Lo importante no es si el problema es resuelto o no, lo importante es que aún en el problema o fuera de él podamos depositar nuestra confianza en aquel que nos llamó y a quien servimos: este es nuestro Dios todopoderoso.
Dios siempre trabaja en medio del dolor y las aflicciones. Dios siempre usará el mal para tu bien. Recuerda que a los que aman a Dios (los que de acuerdo a sus propósitos son llamados), todas las cosas nos ayudan a bien.
“Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo libra el Señor”. (Salmos 34:19)
Cuando somos probados en aflicciones tendemos a culpar al diablo, pero, no lo hagas, Dios es el autor directo de nuestras aflicciones, pero te preguntarás ¿Quiere Dios que yo sufra? Y te digo que esa no es la pregunta correcta, más bien pregúntate: ¿Qué quiere Dios que yo aprenda de todo esto? No importa cuán profundo puedas ser herido, no olvides las bellas palabras de Pablo:
“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”. (Romanos 8:18)
Absolutamente nada podrá compararse con la gloria venidera para nosotros. Siempre ten presente eso en tus aflicciones. Nunca esperes que se haga tu voluntad que lo más probable es querer que tu aflicción sea quitada. Mejor espera la voluntad de Dios que puede ser lo que tu pides o no pero sí te aseguro que siempre será lo mejor para ti. ¡Confiemos en Su soberanía y compañía!
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