Por Greg Morse
Ella aterrorizó a todos los que la conocieron.
Su voz, como una agitada colmena de abejas, picó a todos los que estaban a su alcance. Sus palabras fueron como golpes de espada (Proverbios 12:18). Su lengua quebrantaba espíritus (Proverbios 15:4). Sus palabras ejercían el poder de la muerte (Proverbios 18:21). Todos los que la veían se preparaban.
Su filosofía era idéntica a la de una compañera de cuarto que, después de comer demasiada comida china, sonreía y decía: “Mejor fuera que adentro.” Su incivilidad siempre estallaba, sin importarle la incomodidad que causara a todos los demás en la habitación.
Y nadie podía ofenderse porque, todos se recordaban a sí mismos: “Así es ella”. Quejarse de ella era como quejarse de que el agua estaba mojada y que las rocas eran duras. La gravedad era lo que era; ella era quien ella era. Su personalidad, desde este punto de vista, era una disposición inflexible, una inevitabilidad científica, algo que ella no podía evitar. Murmurar en contra de ella era quejarse en contra de la biología.
Ella no tenía buenos modales. La cortesía no estaba en ella. Según los rumores, ella había nacido de esta manera.
No seas tú mismo
“Sólo se tú mismo”, “se genuino” y “mantente real” son lemas de vida para muchos hoy en día. Y cuando lo son, la autenticidad muchas veces prevalece sobre la cortesía; la autorrealización triunfa sobre la autodisciplina, y la auto-, llámese como se llame, siempre debe ser celebrada y nunca censurada.
Y sutilmente podemos adoptar esta filosofía en la Iglesia. Aún cuando cada mandato en la Biblia va en contra de ello, cada identificación de pecado lo condena, cada discusión sobre santidad y el juicio de Dios advierte en contra de creerlo, nosotros también justificamos las tendencias pecaminosas como nuestras personalidades.
- Oh, ¿ella? Ella es decidida e independiente. Es por eso que ella no se somete a su marido.
- ¿Él? No te preocupes, él no está tratando de ser desagradable y frío con todos. Él simplemente es tímido e introvertido.
- Claro, él no se conduce espiritualmente, pero no te preocupes. Él no profundiza, esto no es quién es él.
- ¿Por qué no está creciendo en su conocimiento de la Palabra de Dios? Simplemente porque no le gusta leer.
- ¿Por qué parece que coquetea con todas las chicas que conoce? No lo tomes a mal. Él solo tiene una personalidad divertida, así es él.
Este incuestionable sentido de sí mismo es contrario al pensamiento Bíblico. Nuestra personalidad debe estar sometida a los estándares de Dios, nunca lo contrario.
- Esposas, sométanse a su marido, sean o no sean de voluntad fuerte.
- Introvertidos, sean hospitalarios y amables, aún cuando su inclinación sea a alejarse para poder tener tiempo a solas.
- Esposos, conduzcan a su esposa y purifíquenla con el lavamiento del agua de la Palabra, aún cuando prefieran mantenerlo casual.
- Cristianos, mediten en la Palabra de Dios día y noche, incluso si no han leído otro libro desde la escuela secundaria.
- Romeo, absténganse de comprometerse con los corazones de las mujeres, aún cuando resulte fácil involucrarse con el sexo opuesto.
Debes nacer de nuevo
Desde la caída del hombre, tratar de ser tú mismo es lo contrario a lo que Dios desea. Desde la caída del hombre, nuestro auténtico ser es insuperable en la auto absorción; ellos odian a Dios cuando se rehusan a atesorarlo por sobre todas las cosas. Por lo tanto, el auténtico tú es digno de muerte.
Y esto es el escándalo del evangelio. Le dice a cada hombre, mujer y niño, ya sea un criminal, “bueno”, religioso o de otro tipo, que debe nacer de nuevo para entrar en el reino de Dios (Juan 3:3). Nos dice que el hombre no regenerado que se mantiene como es, se está manteniendo en constante amenaza de la ira de Dios y aumentando su condena (Romanos 2:4-5).
Aún si el Sr. Rogers o Gandhi o Stalin, fueran el “verdadero tú”, no produciría la justicia que Dios requiere. Todos necesitamos la justicia de Dios que nos es ofrecida gratuitamente en Cristo (Filipenses 3:8-11) y todos necesitamos ser nuevas criaturas del Espíritu para entrar en el reino de Dios (Juan 3:5).
Jesús no dice: “Sé el verdadero tú”. Él dice: “Debes nacer de nuevo” (Juan 3:7).
Sé algo mayor
Jesús murió en una cruz para que nosotros pudiéramos nacer de nuevo. Él cargó con la ira de Su Padre mientras estábamos sólo “siendo nosotros mismos” y envió al Espíritu Santo para hacernos nuevas criaturas en Él. Y el Espíritu habita dentro de nosotros, que nacemos de nuevo, para que abandonemos cada vez más lo que ya éramos.
Este nuevo “nosotros” es un “nosotros” mucho mejor de lo que podríamos imaginar. No estamos hechos para reflejar la versión ideal de nosotros mismos, sino para reflejar la imagen de Dios mismo. Dios ordenó nuestra salvación para hacernos parecer como Su Hijo (Romanos 8:29); un ser que, si lo vieras ahora, como escribió C.S. Lewis, “te sentirías fuertemente tentado a adorar” (El peso de la gloria, 45).
Entonces, “ser tú mismo” es sólo un buen consejo cuando significa “ser esa persona: el nuevo tú en Cristo”. Pablo vuelve a esto una y otra vez en sus epístolas:
“Porque antes ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor; anden como hijos de luz.” (Efesios 5:8)
En otras palabras, Pablo le dice a los cristianos que seamos quienes somos en Cristo. Caminamos como hijos de luz, no para convertirnos en luz, sino porque, por obra de nuestro Dios Todopoderoso, ya lo somos. Vivimos como nuevas criaturas con nuevos afectos y gozos porque, por la obra regeneradora del Espíritu, ya somos nuevas criaturas (2 Corintios 5:17).
Y nos volvemos más como lo que ya somos cuando contemplamos a Cristo y buscamos ser lo que es Él (2 Corintios 3:18). No miramos adentro y nos volvemos más como lo que vemos adentro, sino miramos afuera para verlo a Él, y a otros que se parecen a Él, y por el Espíritu, imitamos lo que vemos (Filipenses 3:17).
No seas tú mismo. Sé algo mayor. Sé quién Dios te predestinó a ser. Sé quién eres en Jesús.
Usado con permiso de desiring God. Puedes encontrar el artículo original en inglés aquí. Traducido por Acacia Arreola
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