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INTRODUCCIÓN
El capítulo12 de Romanos es uno de los capítulos que más me ha marcado desde que estudié la carta en el colegio bíblico hace algunos años. Semanas anteriores, consideramos cómo es que el hombre salvo debe vivir. Lo primero que éste capítulo nos mostró es cómo debemos vivir respecto a Dios: el individuo salvo debe presentarse a Dios como un sacrificio vivo—un sacrificio viviente—santo y agradable a Dios, en respuesta a sus misericordias manifestadas a él. Esta es la verdadera manera de adorar. Para lograr es necesario no adaptándonos a este siglo—del cual Cristo nos libertó—sino que debe haber una constante transformación mediante la renovación de la mente y así comprobemos cual es la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios. Estos dos versos iniciales nos llevan a ver cómo debe vivir el hombre que ha sido salvado con respecto a Dios.
Hoy vamos a continuar en cómo debe vivir ese individuo dentro de la iglesia.
En una página que sigo en Facebook días atrás se publicó un artículo con el siguiente encabezado: ‘Señales de que la ‘luna de miel’ de la pareja terminó’.
La ‘Luna de Miel’ es el periodo en el cual los recién casados desfrutan de todas las ‘mieles del amor’—dicen por ahí. El sueño de estar juntos por fin se hizo realidad, la espera terminó. Ese periodo se caracteriza por un amor ferviente, lo que se esperaba se cumplió. Pero no todo seguirá así—aseguran. En diversos estudios se afirma que este es un periodo de meses, y que poco a poco comienza a haber cambios.
Este articulo comenzaba con una pregunta: ¿A quién no le gustaría que la luna de miel fuera eterna? Luego dejaba caer al lector hasta las profundidades: ¡Pero no puede ser así! Esto no pasará. Salir de la luna de miel, significa que te diriges a una nueva etapa y que el amor está evolucionando. Luego proseguía a dar algunas ‘señales’ de que esta luna de miel terminó.
- Se acabaron las noches especiales. Por las responsabilidades del día, obligaciones, horarios de trabajo etc. muchos de los detalles románticos que se acostumbraban quedaron atrás: salidas sorpresa, veladas románticas, noches de diversión etc.
- La otra cara. Los olores caporales, los erectos, las flatulencias estomacales y otras cosas comienzan a aparecer. El príncipe también ronca cuando duerme.
- El cuidado del aspecto personal. Para las salidas de dedicaban tiempo en arreglarse, en cuidar su vestidura, ahora en el marimono, eso quedó atrás. Le restan importancia a la apariencia.
- Las costumbres más inesperadas. La convivencia hace que puedan conocerse sin mascar. Las costumbres más raras y que pensabas que no tendría o ni relacionabas a él o ella, las encuentras.
¿Por qué comencé con esta manera? Porque al igual que en una pareja eso también sucede en la iglesia—como iglesia y como individuos que pertenecemos a ella.
En las primeras platicas que tuve con quien nos asesoraba en la iglesia—el pastor Jorge Martínez—recuerdo que hizo esta comparación en cierto momento, y recuero lo que dijo: “el principio puede ser lo más difícil, o lo ms genial, pero como en el matrimonio la luna de miel pasará”. Después de más de un año, puedo atestiguar que esto es verdad. En nuestro caso, como iglesia fue genial, pero luego esa ‘luna de miel’ comenzó a terminar. Quienes han estado aquí desde el principio seguro pueden dar testimonio de esto.
Te das cuenta que tocamos música centrada en la escritura, pero luego comienzas a notar que no somos muy prodigiosos musicalmente. El pastor a veces te saludo y otras parece un poco despistado. El hermano que te recibía con gusto las primeras veces en tu llegada, ya a veces no lo hace con la misma emoción de antes, pasaste a ser uno más y te ve normal como a todos. Los detalles negativos, las faltas, las fallas de los demás, comenzaron a aparecer. La luna de miel termino.
En el pasaje que hoy estudiaremos, Pablo nos ayudará a tratar con este tipo de cosas; cómo reaccionar y responder a ellas, cómo crecer en amor cuando la relación cuando la ‘luna de miel’ se acabó y está evolucionando a una nueva etapa.
Vayamos al capítulo 12:3-8:
3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. 4 Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, 5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. 6 De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; 7 o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; 8 el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.
El pasaje lo dividiré en tres verdades que el apóstol habla y que siempre debemos recodar en las relaciones unos con otros dentro de la iglesia. La primera es que ‘Todos somos imperfectos ¿Cuál es esa imperfección? Que somos pecadores, pero salvados por gracia.
I. Todos somos pecadores, salvados por gracia.
Pablo comienza con las palabras: ‘Por la gracia que me ha sido dada’. En cierta manera, el expone la autoridad por la cual se dispone dirigir un mandato a sus lectores. Muchos atribuyen a esta frase, un recordatorio de quién era él: ‘un apóstol de Jesucristo y designado como apóstol debido a la gracia de Dios’.
El verso 5 del capítulo 1 dice que él recibió la gracia y el oficio de apóstol. En el capítulo 15:15 nuevamente les manifiesta que él les ha escrito con atrevimiento ‘por la gracia que le ha sido dada’. En otras palabras, podríamos decir, que él esta—con toda autoridad de apóstol—exhortado a la iglesia de Roma. Él no es un metiche que busca que se haga su voluntad, sino que es, un apóstol y con toda autoridad y derecho dado por Dios se dirige a ellos para instruirlos en la voluntad de Dios.
1. La autoridad del que exhorta
Quizá algunos de nosotros no conocemos mucho sobre esté apóstol, como en alguna ocasión alguien me preguntó: “vi la lista de los 12 apóstoles en los evangelios, y no vi el nombre de Pablo”. Así que rápidamente te explicaré como es que él llegó a serlo.
Pablo era un fariseo celoso de sus tradiciones. En Hechos capítulo 7 después de la muerte de Esteban—el primer mártir de la iglesia—había un hombre detrás de esta persecución. Este se llamaba Saulo—o Pablo. En los versos 1-3 del capítulo 8 leemos:
Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. 2 Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. 3 Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.
Este es el gran apóstol. Leamos juntos algunos versos del capítulo 9:
Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, 2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. 3 Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; 4 y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 5 Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. 6 El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. 7 Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie. 8 Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, 9 donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió.
El Señor habla a un discípulo llamado Ananías—verso 15.
15 El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; 16 porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.
En Gálatas encontramos a Pablo describiendo su ministerio y cómo fue que llegó a ser un apóstol. Verso 11 del capítulo 1:
11 Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; 12 pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. 13 Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba;
Este hombre a pesar de no haber estado caminando con Jesús en la tierra, recibió las instrucciones del mismo Jesús por medio de revelación.
Un texto que respalda esto lo encontramos en 1 de Corintios capítulo 15:
3 Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5 y que apareció a Cefas, y después a los doce. 6 Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. 7 Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; 8 y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. 9 Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. 10 Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.
Comienza diciendo ‘lo que recibí’ seguramente es una referencia a lo que de Jesucristo por revelación recibió. Los apóstoles, que caminaron con Jesús fueron testigos de su resurrección, pero aun que Pablo no estuvo con ellos, también fue testigo de eso, apareciéndosele él al igual que los demás.
Déjeme resumir algunas cosas en un breve pensamiento. Pablo—ahora apóstol—era un perseguidor y asesino de la iglesia. En uno de sus viajes, el Señor se le aparece, después lo instruye, llamándolo al ministerio como apóstol de Jesucristo. Con esa autoridad, recibida por gracia, hace un exhorto a los Romanos.
2. Sobrios en nuestro concepto de sí mismos
Volvamos al verso 3 del capítulo 12:
3 Digo, pues, por la gracia que me es dada…
Seguramente ahora comprendemos la profundidad de esta justificación de su exhorto. El verso continúa:
“…a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”.
Es como si Pablo hiciera un llamado a poner los pies sobre el suelo. A pensar, a tener un criterio sobrio, no elevado, criterio real de quien ellos eran. Y eso es lo que debemos hacer también: pensar con cordura.
Necesitamos saber quiénes somos en realidad. Cuando nosotros no lo sabemos—o no lo tenemos presente—comenzamos a creer que somos más que otros, comenzamos a sobre valorarnos, o también minimizarnos. Para una sana y santa relación debemos considerar esto.
En ocasiones sobre estimamos a quienes sirven. Pensamos que son casi “querubines”—aureola y alas—y esperamos mucho de ellos, los vemos como ejemplos a seguir, pero cuando nos fallan o cometen errores, los recriminamos y somos duros en las críticas, o nos decepcionamos.
Pero así mismos quienes predican, enseñan o sirven en ministerios visibles, también corren peligro; es pensar que son más que los demás, llevándolos a enseñoreare de otros. Que, por servir, Dios está más complacido con ellos que con otros. Que son más presa del amor de Dios que los demás. Comienza a crecer el orgullo. Quienes van creciendo en la palabra, muchas veces comienzan a ver al pastor, al predicador con desdén, y menosprecio. Esto me pasó. Cuando estaba en el instituto o en otra iglesia me fascinaba hacerles ver los errores a los maestros—viéndolo hoy—se que fui muy arrogante.
Hay otro extremo al que debemos evitar llegar, o al que llegan quienes no colaboran y son ellos mismos quienes se menosprecian. “No soy como aquel”—dicen—o son menospreciado por los demás—como él no predica y hace el aseo no es tan importante—pero saber quiénes somos nos librará de exaltarnos o menospreciarnos a nosotros mismos.
Lo que hice en la parte anterior, era mostrar quien era Pablo y conque autoridad él mandaba e instruía a la iglesia, pero también lo hice para que veamos que es también él un ejemplo de mantener un pensamiento sobrio de sí mismo.
Pablo siempre tenía los pies sobre la tierra. Parece claro que siempre tenía en mente lo que era y lo que había sido: un pecador, un asesino que ahora tenía el privilegio más grande, ser colaborador del Dios santo. En primera carta de Pablo a Timoteo capítulo 1 verso 12 encontramos estas palabras:
12 Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, 13 habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. 14 Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús. 15 Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.
Insisto en que notemos que Pablo siempre pensó de si con cordura; sabía lo que era, y lo que había sido: blasfemo, perseguidor, injuriador; recibido a misericordia, salvo por fe y gracia.
3. El evangelio, nuestra regla de medirnos.
Nos llama a no tener más alto concepto de nosotros mismos del que debemos de tener y lo hace llamándonos a pensar “de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”. Es difícil de traducir esa frase del griego, incluso muchos comentaristas están divididos respecto al significado de ella, pues la fe no se da por medida y algunos presentan varias algunas a cada punto expuesto. Pero, lo más aceptado, es que es una referencia al evangelio.
Y esto es claro. Leyendo el primer libro de la Institución de la Religión Cristiana de Juan Calvino, recuerdo haber leído algo que me impacto:
Por otra parte, es cosa evidente, que el hombre nunca jamás llega al conocimiento de sí mismo, si primero no contempla el rostro de Dios y, después de haberlo contemplado, desciende a considerarse a sí mismo Porque estando arraigado en nosotros el orgullo y soberbia siempre nos tenemos por justos, perfectos, sabios y santos, a no ser que con manifiestas pruebas seamos convencidos de nuestra injusticia, fealdad, locura y suciedad; pero no nos convencemos si solamente nos consideramos a nosotros y no a Dios, el cual es la sola regla con que se debe ordenar y regular este juicio Porque como todos nosotros estamos por nuestra naturaleza inclinados a la hipocresía, cualquier vana apariencia de justicia nos dará tanta satisfacción como si fuese la misma justicia. Y porque alrededor de nosotros no hay cosa que no esté manchada con grande suciedad, que no es tan sucio nos parece limpísimo mientras mantengamos nuestro entendimiento dentro de los límites de la suciedad de este mundo; de la misma manera que el ojo, que no tiene delante de sí más color que el negro, tiene por blanquísimo lo que es medio blanco u oscuro.
Cuando leí esto me impresionó y duré tiempo días meditado en ello. En el evangelio es donde vemos esto. El evangelio es la medid de fe, es la regla por medio de la cual debemos vernos a nosotros y a los demás. Somos pecadores, pecadores que, si no fuera por Cristo, seguiríamos en donde estábamos antes.
Hay una frase dicha por muchos: “La iglesia no es un museo de santos, sino un hospital de pecadores”. Y en parte lo creo.
El creyente en la congregación debe siempre estar con los pies sobre el suelo, por razones muy simples. Les contaré.
Aquellos que han tenido la experiencia de estar o visitar una iglesia grande, saben que nombran ujieres. Ellos son los encargados de recibir, estar al pendiente de las cosas que puedan surgir en el servicio. Por lo general están atrás en la iglesia o repartidos ocupando un lugar. La gente a veces se queja mucho de ellos—es hasta motivo de memes—debido a que a veces no están muy alegres, otras están un poquito malhumorados y otras ni siquiera saludan. Una vez hablando con una persona ella se quejó por cierto hermano que era ujier y que a veces no era muy amable. Yo le comencé a decir que posiblemente el hermano estaba pasando alguna situación difícil y le expuse algunas cosas de las que he dicho hasta aquí hoy. La persona lo entendió y ella era parte de una clase que yo impartía, después supe que esta persona se le acercó y le pregunto que si todo bien y había algo en lo que pudiera ayudarle.
Recordar constantemente que todos somos pecadores, no es para excusarnos de nuestro pecado, sino para ser más sensibles a él y poder ayudarnos a tener una vida centrada en el amor, gracia y salvación que recibimos de Jesús.
Somos pecadores, salvados por el Señor. Y saber eso, no ayudará a no enseñorearnos de otros, ni a exaltarnos a nosotros mismos y menospreciar a otros.
Les soy sincero, a veces este pensamiento lo pongo mucho en práctica, ante el desplante de alguien, o si cierta persona no actúa como debía y me daña, siempre me digo: Jorge, es un pecador igual que tú, salvo por gracia, comprado por la sangre del Señor. Dios le mostro gracia y lo perdonó, hazlo tú también.
Mientras más tiempo pasemos con una persona sabrás que es pecador, quizá la luna de miel ya termino, ya no te saludan como cuando eras nuevo, ya te diste cuenta que el pastor tiene errores y pecados igual que tú, así que, recuerda lleva tu amor a otro nivel, recuerda que todos somos pecadores, salvados por la gracia del Señor.
Este es el primer mensaje de esta serie, que nos servirá como meditación para tomar la cena del Señor.
Oremos.
II. Todos somos uno, diferentes miembros, un solo cuerpo. (continúa)
III. Todos somos diferentes, tenemos diversos dones. (continúa)
Sermón predicado el Domingo 28 de enero de 2018.
Fotografía Unsplash
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