Por Walter Jolon
“10En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad.11No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación.12Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.13Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. 14Sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación. 15Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos; 16pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades. 17No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta. 18Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios. 19Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” —Filipenses 4.10–19, RVR60
En los versículos del 10 al 19 del capítulo cuatro de la carta que el apóstol Pablo dirigió a sus hermanos cristianos en la ciudad de Filipos expresa su regocijo y agradecimiento hacia ellos por el cuidado que han tenido de él y su ministerio por medio de sus ofrendas, además él también les expresa su contentamiento dándoles a conocer que ha aprendido a vivir en la escasez y también en la abundancia pero que dicha fortaleza la obtiene de Cristo. El apóstol resalta que la participación de los Filipenses fue importante para él y su ministerio expresando en el versículo 19 su confianza y dependencia en Dios para que supla lo que a ellos les hace falta, y esto conforme a las riquezas en gloria en Cristo Jesús.
All igual que Pablo, nuestro agradecimiento debe ser una respuesta del contentamiento que poseemos en Cristo.
El contentamiento bíblico es una joya preciosa para todo cristiano, sin embargo, también es una joya muy rara pues las personas que sufren sin quejarse, o las que están conformes con lo que tienen son muy difíciles de encontrar.
El contentamiento tiene que ver con nuestra felicidad y dónde buscamos esa felicidad. Nuestra realidad ha sido que hemos buscado ser felices en muchas cosas materiales o emocionales que tenemos o deseamos tener. Hemos querido encontrar la felicidad en la creación, antes que en el Creador.
Yo nunca en mi vida he sido feliz. Siempre que creía haber encontrado la felicidad, en un abrir y cerrar de ojos se escapaba. Era como agua en mis manos cerradas.
Nunca he sido ni seré feliz en esta vida, aunque cruce cielo, tierra y mar, vaya a la luna y regrese, jamás podré encontrar la felicidad. No nací para ser feliz. No es ese mi propósito.
Pero no me mal interpreten, jamás seré feliz según el mundo entiende la felicidad. Ese tipo de felicidad es inalcanzable, me refiero a la felicidad que se busca en las cosas de este mundo, en la creación y en la criatura.
La felicidad que buscamos cuando nos casamos, cuando ganamos dinero, cuando compramos, cuando viajamos, cuando tenemos hijos, cuando comemos lo que nos gusta, o la felicidad que buscamos en el placer del pecado.
Esa felicidad es un fraude, una mentira; es inalcanzable mientras vivamos en un mundo caído y perverso. Muchas de estas cosas no son malas en sí mismas, me refiero a querer encontrar la verdadera felicidad en esas cosas, allí está el grave problema.
Pero ¿Es posible ser verdaderamente felices en esta vida? Según lo que el mundo cree, no. Según Dios, sí. Nuestro problema ha sido que hemos buscado ser felices equivocadamente.
La verdadera felicidad fluye de Dios, Él es la fuente del contentamiento a través de Su Hijo Jesucristo. Y no se busca, ella nos encuentra.
Lamentablemente como cristianos muchas veces hemos caído en la trampa de la falsa felicidad, es decir, la que creemos que es felicidad, al final no lo es, sino que solamente es el concepto que el mundo le ha dado. Esta felicidad es circunstancial, se está feliz sólo si las circunstancias son favorables, de lo contrario, esa felicidad se desvanece, se acaba en un dos por tres.
La buena noticia para nosotros es que, a través de las Escrituras, en este caso, por medio del apóstol Pablo se nos recuerda y se nos dirige hacia Quien es la fuente del verdadero contentamiento. El apóstol nos apunta hacia Cristo, de quien él recibía y nosotros también recibimos la fuerza para poder mantenernos sobrios en medio de abundancia o escasez, en medio de prosperidad o pobreza, y en medio de ese contentamiento entonces podemos responder con gratitud, todo el tiempo, y esa gratitud también se refleja por medio de nuestra generosidad y el cuidado de quienes necesitan nuestra ayuda.
Nuestro Señor Jesucristo experimentó antes que nosotros la abundancia pues Él es el creador y sustentador de todas las cosas, sin embargo, Él también experimentó la pobreza cuando abandonó voluntariamente su gloria para hacerse uno como nosotros y experimentar la pobreza de la semejanza de pecado del hombre.
Jesús siempre estuvo contento haciendo la voluntad de Dios, y el Apóstol Pablo siguió sus pasos estando contento en cualquier circunstancia haciendo la voluntad de su Señor y Salvador, Cristo Jesús. Aunque Jesús flaqueó en un momento de su vida, Él permaneció y continuó con su propósito para al final de su vida ser sacrificado y crucificado en una cruz para que desde allí a través del perdón de pecados para los que creen en Él fluya el torrente de gozo, felicidad y alegría que trae consigo la salvación de un pecador arrepentido.
No es pecado que un cristiano quiera ser feliz, porque un cristiano debe ser feliz, pero recuerden, Cristo es la única fuente de la felicidad verdadera, del contentamiento cristiano.
Llamado al arrepentimiento:
Si hemos pecado buscando felicidad o contentamiento en las cosas de este mundo, debemos pedir perdón a Dios.
Debemos acudir a Cristo y ver que Él es suficiente, que en Él tenemos todo, que en Él estamos completos.
Ver a Cristo en la cruz debe ser razón suficiente para nuestro contentamiento, pues desde allí nos ha provisto lo que más necesitamos para tener un corazón feliz y agradecido: su perdón y su salvación.
Fotografía por Unsplash.
Bendiciones hermano Walter, en el escrito menciona que Jesús flaqueó, quisiera saber de que forma lo hizo, ya que según la escritura, el fue un hombre perfecto, gracias por contestar.
Bendiciones hermano Miguel Angel, muchas gracias por dejar su comentario.
Cuando menciono que Jesús flaqueó me refiero a las tres ocasiones en las que Él subió al Getsemaní y en tres ocasiones oró al Padre que pasara de Él la copa (Mateo 26.39-44). Aquí el Señor ora al Padre que si es posible que pase la copa, es decir, si se pudieran evitar los sufrimientos que pronto tendrá que enfrentar, Lucas relata que Jesús sudó gotas de sangre, su angustia era muy profunda, esto nos muestra que Él era verdaderamente hombre, aparte de ser verdadero Dios, sin embargo, en su humanidad Él sabía los horrores que tendría que padecer en la cruz, principalmente el abandono del Padre por la carga de nuestros pecados. Él jamás pecó, sin embargo, pasó una angustia extrema donde quiso por algún momento evitar el dolor, o mejor dicho aún, la ira del Padre, pero nuestro Señor siguió adelante con el plan de redención y esas son las buenas noticias para nosotros hoy.