Por Jorge Melendez
¿Alguna vez te has sentido desesperado? ¿Inquieto? ¿Preocupado de una manera en la que pierdes el control?
Voy a tratar de ser específico e a ir a lo que algunas páginas médicas reconocidas por su confiabilidad dicen:
La ansiedad, como el estrés, es una respuesta del organismo ante situaciones límites, que se caracteriza por una sensación de angustia leve o miedo; y la aparición de aceleración del ritmo cardíaco y la respiración, sudoración o sensación de flojedad.
DSM-4 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales).
Todos experimentamos ansiedad en algún momento. No toda ansiedad es mala. Piensa un momento en aquel instante repentino en que perdiste de vista a tu hijo en el supermercado o en alguna venta callejera. Sufrimos cierta ansiedad cuando vamos tarde y queremos que todos se quiten, pitamos y pitamos, entre otras acciones; o cuando no hiciste la tarea y eres el siguiente en la lista para ser llamado a revisar.
Todo esto es muy diferente a sufrir una crisis de ansiedad. Me impactó lo que leí en una publicación médica que dice: “una crisis de ansiedad, sin ser un hecho grave para la salud, genera una situación de pánico que cursa con síntomas muy similares a los del infarto, hasta el punto de que puede confundirse con él. Ocurre de forma instantánea, sin previo aviso, y alcanza su máxima intensidad en cuestión de muy pocos minutos, pudiendo prolongarse durante más tiempo”.
De esa misma publicación tomaré algunos de los síntomas de una “crisis de ansiedad”.
La sintomatología puede variar en cada persona, pero se considera que se ha producido una crisis de ansiedad cuando se producen cuatro o más de los siguientes síntomas:
- · Palpitaciones o elevación de la frecuencia cardíaca (taquicardia).
- · Sensación de ahogo, con respiración rápida.
- · Opresión en el pecho.
- · Miedo o pánico. Literalmente, sentirse morir.
- · Sudoración o escalofríos.
- · Temblores.
- · Náuseas o molestias abdominales.
- · Mareo, o incluso desmayo.
- · Sensación de irrealidad.
- · Sensación de entumecimiento u hormigueo.
- Esto es lo que se dice desde un punto de vista médico. Ahora nos dirigiremos a lo que la Biblia dice.
I. ENTENDIENDO EL CORAZÓN DE LA ANSIEDAD
Lo primero que tenemos que saber es que, en la Biblia, hay términos intercambiables para referirse a la ansiedad, por ejemplo: preocupación, angustia, ansiedad o afán. La palabra empleado en el idioma original—recordemos que la Biblia fue escrita en griego el NT y en hebreo el AT—literalmente significa una mente dividida (Merimnao). Este tipo de preocupación o ansiedad está prohibida repetidamente en la Biblia.
Vayamos a Mateo capítulo 6 y leamos a Jesús hablando de esta preocupación ansiosa.
Mateo 6.25-34
25Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 27¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? 28Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; 29pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. 30Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? 31No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 32Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. 33Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. 34Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.
Aquí la palabra es afanar o afanarse. ¿Qué es esta palabrita en el español? Ya lo he comentado en otras ocasiones. Afanarse es hacer todo lo posible por conseguir una cosa. No muchos de nosotros nos afanamos en acciones, pero si en pensamientos. Pensamos en qué podemos hacer en tal situación. Cómo lograr algo. Qué estará haciendo tal persona. En el caso del pasaje que leímos, vemos que Jesús dice que no debemos afanarnos por nuestra vida.
Veamos el versículo 25:
25Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir.
Hay seis expresiones claras aquí. Muchos tomamos, al hablar de la ansiedad y temor, del versículo 25 en adelante; sin embargo, debemos comprender que esta porción es una especie de consecuencia de lo que se ha dicho antes. Lo podemos saber por la expresión “por lo tanto, os digo…”. Lo que Jesús ha dicho antes es lo que concluye con esta porción del afán y la ansiedad. Veamos rápidamente el contexto.
El capítulo 6 de Mateo es interesante porque en él se habla del Padre nuestro. La oración modelo que Jesús enseñó. En ella Jesús está atacando la actitud religiosa de los fariseos que les gusta ser vistos al hacer oración simplemente con el fin de que sean considerados espirituales. Lo mismo sucede con el ayuno (del verso 16 al 18). Fíjate cómo concluye esta porción:
“18para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.”
Mateo 6.18
La motivación de la oración y del ayuno—explicó Jesús—era hacerlo íntimamente para Dios. Sin embargo, hay una expresión interesante: “y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. Aquí la palabra “Padre” está escrita con mayúscula, lo que nos da referencia a que se habla de Dios como Padre del creyente, cuidador, protector, etc.
Inmediatamente en el versículo 19 tenemos un encabezado que dice algo así: “tesoros en el cielo”. Mateo está ligando todas estas enseñanzas de Jesús para llevarnos más profundo.
Vamos a dar un viaje rápido por el contexto.
“19No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 20sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. 21Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.”
Mateo 6.19-21
De plasmar Mateo la enseñanza de Jesús de orar en lo íntimo a nuestro Padre, ahora nos lleva a un tema que pareciera no tener conexión alguna. Jesús instruye a sus oyentes a ocuparse no de lo terrenal, sino de lo celestial. A hacer tesoros en el cielo donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde los ladrones no minan ni hurtan. ¿Cuál es la razón? Que en donde nosotros estemos haciendo nuestro tesoro ahí estará nuestro corazón.
Imagina que eres un empresario con muchos bienes, empresas, trabajadores, pendientes, etc. Estás trabajando para hacer bienes en el mundo, hacer dinero, ser rico, dejar un legado a la descendencia; ¿en qué crees que estará ocupado tu corazón? ¿Las cosas del cielo? ¡No! Vas a estar cuidando todas tus empresas. Tu corazón va a estar ahí, y por lo tanto, vas a tener miedo de perder lo que haz hecho. Así que Jesús está diciendo: Haz tesoros en el lugar correcto, porque donde estés haciendo tu tesoro, ahí va a estar tu corazón.
Luego sigue una enseñanza más: “La lámpara del cuerpo”.
“22La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?”
Mateo 6.22-23
La enseñanza es clara en cierto aspecto. Dependiendo de lo que estemos viendo, de lo que cautive nuestra atención, eso estará creciendo dentro de nosotros. Para los judíos, un buen ojo representaba una actitud generosa; y el ojo maligno, una perspectiva incorrecta de las riquezas, que resulta en una profunda oscuridad interior y una ceguera moral que disminuye la capacidad de ver y llevar a cabo lo bueno.
Y finalmente, la tercera enseñanza corta, como puente para el tema de la ansiedad: “Dios y las riquezas”.
“24Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.”
Mateo 6.24
Podemos preguntarnos: ¿Qué tienen de relevancia este tema? Simplemente Jesús está dejando en claro que no se puede servir a dos señores. En este caso a Dios y las riquezas.
Vamos a unir entonces estas tres enseñanzas breves.
Jesús está siendo enfático al afirmar que un creyente, un hijo de Dios, uno que depende de Él y tiene la confianza de llamarlo “Padre”—pues comenzó hablando del Padre nuestro”—debe poner la mira, su atención en las cosas del cielo. Debe poner su corazón en el lugar donde debe hacer buenas riquezas; y no físicas ni monetarias, sino un tesoro eterno. Por lo tanto, aquellos que ponen su vista—o buen ojo—en las riquezas y las ven tal cual son, pueden tener su corazón en Dios. Por otro lado, aquellos que tienen un “ojo maligno”, tienen una percepción incorrecta de las riquezas; lo que los va a llevar a estimar más a las riquezas que a Dios, y por lo mismo, Jesús ha sido claro: “No se pueden servir a Dios ni a las riquezas al mismo tiempo”.
De manera sencilla, Jesús está diciendo: “Ocúpense de las cosas eternas, de las cosas del cielo, no estimen demasiado las riquezas y amen a Dios por encima de ellas”.
Veamos el siguiente texto:
“25Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”
Mateo 6.26-26
Dicho de otra manera: “ocúpense de las cosas del cielo, amen a Dios sobre todo y no se preocupen por la vida (¡vida completa!), por lo que van a comer, beber o vestir. Su Padre tiene la capacidad de cuidar de ustedes.
Leamos el versículo 32:
“32Porque los gentiles [ un sinónimo de aquellos pecadores que no buscan a Dios]buscan todas estas cosas [es decir, están preocupado por todas estas cosas]; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas [ustedes no están como esos pecadores, sino que su Padre sabe de qué tienen necesidad y va a cuidar de ustedes]”.
Mateo 6.32
Aunque puedo seguir desarrollando este pasaje (que lo haremos en otra ocasión), la enseñanza sobre la ansiedad es sencilla: debemos poner a Dios en el lugar correcto, no debemos de perder de vista que Él nos cuida, guarda, ama, provee; y es quien se ocupa de nosotros.
II. IDENTIFICANDO EL DETONANTE DE LA ANSIEDAD
Como lo hemos visto hasta aquí, cualquier área en la que estemos sufriendo o padeciendo ansiedad, tiene que ver con qué es lo que está ocupando nuestro corazón, tiene que ver con aquello con lo que hemos movido a Dios de lugar. Esto provoca entonces una preocupación o afán que son pecaminosos, porque producen un interés exagerado o irracional acerca del futuro y otras cosas, que nos impiden cumplir con las responsabilidades bíblicas del presente.
Lo que originalmente pensé para este mensaje era presentar varias situaciones que producen ansiedad, pero la ansiedad es causada por un sin fin de motivos, así que lo que vamos a hacer es tratar de identificar el detonante de la ansiedad.
La ansiedad es producida por el miedo. El miedo hace que nos enfoquemos en algo, o en cierta situación que consideramos peligrosa que nos impide; ya sea amar a Dios, o a los demás de manera correcta debido a que eclipsan primeramente nuestro concepto de Dios, de nosotros, de los demás y/o de las circunstancias.
Dios dice que es pecado tener miedo excesivo a cosas del mundo en lugar de ser motivados y controlados por el temor a Dios. El temor a Dios no es un miedo como lo concebimos, sino es más un respeto amoroso y reverente ante Él.
Hace tiempo fui testigo de una discusión que terminó casi a golpes, porque un joven tenía miedo a las cucarachas y cuando la mamá lo mandó a un cuarto no quería ir. Literalmente se puso como un niño pequeño que gritaba y pataleaba, esa escena terminó en pelea, groserías, etc. Aquí el miedo lo controló más que ese temor reverente que debió de haber tenido hacía el Señor, ya que lo que la cucaracha podría haberle hecho, no se compara con lo que Dios pudiera hacer al joven condenándole por rebelde y desobediente, ya que había deshonrado a su madre, y el Señor pide que sean honrados.
¿Qué pasó aquí? En estos miedos se pone “algo” por sobre Dios. Quitamos la mirada del cuidado y del amor de Dios y nos centramos en otra cosa.
¿Qué pensaba este joven de la cucaracha? ¿Qué pensaba de sí mismo? ¿Qué pensaba de la mamá? ¿Qué pensaba de Dios?
Dios, mamá, sí mismo, cucaracha…
Cuando somos víctimas de la ansiedad por miedo, debemos de pedir a Dios dominio propio para poner cada cosa en su lugar.
“Pues Dios no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio”.
2 de Timoteo 1:7
Quise abordar este ejemplo para que nos ayude a entender los demás, y veremos que ya sea que temamos a una cucaracha o a una enfermedad, el corazón funciona de la misma manera.
La mayoría de las veces es fácil encontrar el detonante de la ansiedad haciendo la pregunta: ¿a qué tienes miedo? Ya que se puede percibir una amenaza.
Por ejemplo, piensa en un padre de familia que tiene problemas en su trabajo y posiblemente sea despedido. Tiene miedo porque su seguridad está amenazada. ¿Qué sucede cuando piensa en que puede ser despedido? Vienen los síntomas de palpitaciones, temblores, sudor, etc. Esta es una crisis de ansiedad.
Primera pregunta: ¿A qué tiene miedo? Ser despedido, no poder proveer para su familia.
¿Qué está pensando de él? Que él es el responsable de su familia. Esto es cierto, pero no del todo.
¿Qué está pensando de Dios? Que Dios es un Dios que lo va a abandonar, que no se interesa por él y que es hasta malvado porque los va a hacer sufrir.
¿Qué está pensando de los demás o de las circunstancias? Que lo van a destruir, lo van a hacer sufrir, que es el medio determinante para su sostenimiento.
Vamos a ayudarlo a centrar sus pensamientos de manera correcta:
¿Que debe de pensar de Dios? Que Dios se interesa por él porque lo ama. Que Dios es poderoso y nada está fuera de su control.
¿Qué debe pensar de las circunstancias o de los demás? Que su trabajo no es la fuente de su seguridad, sino que es Dios, quien además es su seguridad y sustento.
¿Qué debe pensar de sí mismo? Que es un ser limitado, que no sabe el futuro, que está creado para depender y confiar en Dios.
ACERCA DEL AUTOR
Jorge Melendez
Colaborador
Me llamo Jorge Meléndez, vivo en ciudad Delicias, Chihuahua, México, tengo 29 años, soy líder del equipo de plantación de la Iglesia Sobre La Roca en la misma ciudad. Fuí salvo en el año 2010 en una pequeña iglesia pentecostal donde al tratar de entender mi conversión supe que fuí cautivado por la gracia de Dios cuando estaba muerto en mis delitos y pecados. Me desempeño laboralmente como productor y locutor de radio.
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