“Por lo cual, cuando ellos se reunieron, Pilato les dijo:¿A quién queréis que os suelte:a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo? Porque él sabía que le habían entregado por envidia. Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó aviso, diciendo:No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por causa de El. Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a las multitudes que pidieran a Barrabás y que dieran muerte a Jesús. Y respondiendo, el gobernador les dijo:¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos respondieron:A Barrabás. Pilato les dijo:¿Qué haré entonces con Jesús, llamado el Cristo? Todos dijeron:¡Sea crucificado! Y Pilato dijo:¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo:¡Sea crucificado!” —Mateo 27:17-23
Barrabás somos nosotros. Sin entendimiento, sin bondad, sin piedad, perversos y depravados.
Un amigo se ofendió cuando le dije que nosotros somos tipo de Barrabás, él lo tomó demasiado exagerado, que nuestra maldad no se compara en nada a la maldad de Barrabás, es más, hasta estos días no he sabido de alguien que llame Barrabás a su hijo.
No nos creemos tan perversos como Barrabás, nos justificamos debido a que nuestros pecados no se comparan a los de él. Lo cierto es que la Biblia dice que no hay nada bueno en nosotros, no hay quién haga lo bueno.
“No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. (Romanos 3:11-12)”
Nuestro Señor Jesucristo dijo que bueno es sólo Dios, Él es bueno y nosotros somos malos. “Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. (Lucas 18:19) “
Nuestra naturaleza es tan perversa y pecaminosa como el mismísimo Barrabás.
El acontecimiento de escoger a uno de los dos condenados que presentó Pilatos representa claramente lo que el hombre desea. Escoger a Barrabás en lugar de Cristo es lo más común que puede existir hasta nuestros días. Se nos presenta a Cristo en el Bendito Evangelio pero nosotros elegimos al Barrabás que llevamos dentro, le damos libertad al criminal pero a Cristo le fabricamos una corona de espinas con nuestros pecados.
Es tan real y triste que hace poco escuché a un predicador exaltar más a Barrabás que a Cristo, mencionó tantas veces a Barrabás que el nombre bendito de Jesús, todo para acomodarlo a un sermón barato que no expuso para nada el Evangelio a personas inconversas que necesitan escuchar las verdades de la Palabra de Dios que los puede libertar de su forma desordenada de vivir; nos deslumbramos con los títulos de los predicadores y creemos en todo lo que dicen, el “gran profeta”, el “gran apóstol”. Sí, la realidad es terrible, pero la verdad debe ser expuesta,
el evangelio debe ser defendido por aquellos hombres que buscan cada día ser más fieles a las Escrituras. “… sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio. (Filipenses 1:17)”
Le damos libertad a la perversión de nuestra humanidad, dejamos en libertad nuestros apetitos desenfrenados de placeres creyendo que es la mejor vida que pudiéramos tener, oh! Que tontos somos, nuestro nivel de ignorancia ha sido demasiado elevado, nuestra ceguera es tal que no podemos ver al mismísimo Hijo de Dios frente a nosotros. No podemos ver porque estamos tan ciegos y mendigos como Bartimeo, nuestra alma está tan miserable y necesitada.
La liberalidad de nuestros pecados no es más que el reflejo del señorío que ejerce el pecado sobre nosotros, nuestro amo es el pecado y nosotros los esclavos, por lo tanto, el pecado gobierna y el pecador obedece aunque no quiera.
Algunos aún siguen considerando que no son tan malos como Barrabás, la sola idea de la comparación les ofende, bueno, las Escrituras dicen que nuestras mejores obras son trapos de inmundicia para Dios (Isaías 64:6), no sólo no valen absolutamente nada para Él sino que además le ofenden porque son obras sin fe en el Hijo, son obras de jactancia, recordemos, las obras no salvan, las buenas obras únicamente son el resultado de alguien que ha experimentado la resurrección que Cristo ha proveído en la obra redentora.
Necesitamos resucitar, estamos muertos en nuestros delitos y pecados. “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, (Efesios 2:1)”
Gritemos a los cuatro vientos que el Espíritu de Dios regenere nuestros corazones para que tengamos fe en el Hijo de Dios, para que la Gracia de Dios nos alcance y seamos salvos.
Gritemos, gimamos, clamemos por la resurrección del hombre espiritual para que escuche, para que entienda, para que pase de muerte a vida (Juan 5.24), para que crea en el sacrificio en la cruz y alcance perdón de pecados porque entonces ahora ya no rechazará más al Hijo de Dios, sino que le querrá seguir, servir y amar y será SALVO.
Que maravilloso es el Evangelio que no condena sino que rescata al perdido y además le da VIDA ETERNA.
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