Por Salime Wheaterford
Pregunta 2: ¿Cuántas cosas debes saber para que, gozando de esta consolación, puedas vivir y morir dichosamente?
La primera, cuán grande son mis pecados y miserias (b). La segunda, de qué manera puedo ser librado de ellos. (c) Y la tercera, la gratitud que debo a Dios por su redención.(d)
Había robado el diamante sin que nadie lo hubiera notado. Había planeado y ejecutado su plan perfectamente. Lo único que le faltaba era salir del castillo. Hasta ahora todo había salido a pedir de boca. Los guardias no se habían dado cuenta. Comenzó a caminar hacia la puerta intentando actuar lo más normal posible. Su corazón parecía estallar. Notó que los guardias la seguían demasiado de cerca. En un abrir y cerrar de ojos, la habían atrapado y estaba frente al rey.-“¡Pena de muerte!”-, dijo el rey. Y sin poder siquiera suplicar, la pusieron en el calabozo a esperar su bien merecido castigo.
Quizás te preguntes, ¿a dónde vas con esto? Es simple en realidad. Tú eres esa criminal. Yo soy esa ladrona. Le hemos robado al Rey. Le hemos traicionado. Y por tanto merecemos morir. Según las Escrituras, cualquier pecado que cometas, por pequeño que parezca merece la muerte. Romanos 6: 23. Si dices una pequeña mentira blanca o cometes un pequeño pecadito, mereces morir. Santiago 2:10.
Cada vez que construimos nuestros reinos, cada vez que buscamos nuestra gloria, cada vez que rompemos cualquiera de los mandatos de Dios, merecemos la muerte porque cometemos traición contra el Rey de Reyes. Lo sé, lo sé, que drástico! Sin embargo, si lo piensas, lo mismo pasa con las leyes en tu país. Si manejas más rápido que el límite de velocidad y un policía te detiene, te va a multar de acuerdo a tu infracción sin importar cuántas veces haya obedecido las leyes. Lo mismo con Dios, si rompes una de Sus leyes, mereces la muerte, el infierno, la separación de Él, no importa cuántas veces hayas cumplido Su ley. Esto es lo que merecemos. Deja que esta realidad inunde tu alma. Siente el miedo, siente el dolor, siente la ira hermana, porque una vez que comprendas lo que realmente mereces, podrás comprender la rica misericordia de Dios hacia ti.
Pero Dios. Siempre hay un pero Dios. “Pero Dios, siendo rico en misericordia, debido al gran amor con el que nos amó, incluso cuando estábamos muertos en nuestros traspases, nos hizo vivir juntos con Cristo: por gracia, has sido salvo, … por la gracia. Has sido salvo por la fe. Y esto no es cosa tuya; es el regalo de Dios (Efesios 2: 4-8). Dios te amó tanto que envió a Jesús a pagar por tus pecados en la Cruz. Por fe, en Cristo, por gracia y para gloria de Dios. Así es como te salvas de la ira justa de Dios.
Al entender la asombrosa gracia que tu y yo hemos recibido en Cristo, no podemos sino agradecerle a Dios por esta gran salvación. Y en esta, podemos vivir libres. Libres del miedo al castigo, libres de la vergüenza y la culpa, libres para amar a Dios y amar a los demás, libres para compartir a Cristo con otros. Esta asombrosa gracia nos permite vivir vidas radicalmente diferentes que dan y que sirven pues ultimadamente buscan la gloria de Dios.
La pregunta 2 del Catecismo de Heidelberg nos permite entender verdaderamente lo que merecemos por nuestros pecados y lo que se nos ha dado en Cristo. Este principio doctrinal de la salvación es de tal importancia, que cuando meditamos en él, podemos regocijarnos y vivir con libertad, esperando de que se cumplan las promesas de gloria futura cuando Cristo regrese.
Así que, hermana, hoy te pregunto: ¿Entiendes la gravedad de tus pecados? ¿Eres capaz de captar la magnitud de la misericordia de Dios hacia ti en Cristo? Y si es así, ¿cómo te consuelan estas maravillosas verdades hoy?
((a. Mateo 11:28-30. Efes. 5:8.- b.Juan 9:41; Mateo 9:12; Ro. 3:10; Juan 1:9, 10.- c.Juan 17:3; Hechos 10:43.- Hechos 4:12.- Efes. 5:10; Salmo 50:14; Mateo 5:16; 1Pedro 2:12; Rom. 6:13; 2 Tim. 2:15. ))