“46 Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. 47 Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! 48 Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! 49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. 50 El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. 51 Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. 52 Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.” Marcos 10:46–52, RVR60
Verso 46:
“Bartimeo el ciego…” el evangelista hace una descripción de la situación de este hombre, le llama “Bartimeo el ciego”.
Nosotros nos ganamos un nombre en la sociedad según nuestra forma de vivir, según el pecado que más practicamos así se nos conoce, por ejemplo:
- Raúl el marihuanero,
- María la prostituta,
- Roberto el ladrón,
- Juan el sicario,
- Antonio el mujeriego,
- Etc.
“… estaba sentado junto al camino mendigando”.
Bartimeo era víctima de dos grandes males: La ceguera y la miseria.
Este es un cuadro de todos nosotros que por naturaleza hemos nacido ciegos y pobres, algunos dirán pero yo desde que nací puedo ver y he tenido necesidad pero no he llegado al extremo de ser un mendigo. Cuando la Palabra del Señor no gobierna nuestra vida, cuando el Espíritu Santo no habita en nosotros, somos hombres y mujeres tan miserables y tan ciegos. Desde nuestro nacimiento hemos nacido tan ciegos y tan pobres por causa del pecado. Desde entonces todo ser humano ha nacido bajo la maldición del pecado y fuera de la Gloria de Dios.
Cómo dice un dicho conocido: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”.
El peor ciego es el que no ha querido ver y reconocer su condición de pobreza y miseria en la que se encuentra su alma.
Nuestro espíritu se encuentra ciego y nuestra alma está pobre y miserable.
Somos tan ciegos que a pesar de que hemos experimentado en carne propia el sufrimiento, daño y miseria que acarrea el pecado no hemos querido aceptar que estamos ciegos.
Nuestra ceguera es de tal naturaleza que nos hace creer que nuestra visión es perfecta. Sólo a través de la iluminación del Espíritu Santo podemos descubrir que estábamos equivocados y ciegos.
Espiritualmente somos ciegos, somos incapaces de discernir nuestra condición perdida, incapaces de ver el horror del pecado y el terror de la ira venidera.
Una mente no regenerada es tan ciega, que no percibe la hermosura de Cristo, no percibe el esplendor de su Gloria.
Pero nosotros no podemos ver por sí solos, primero debemos reconocer que estamos ciegos y anhelar poder ver.
Bartimeo sabía que estaba ciego, incluso era conocido como Bartimeo el ciego, él quería ver, pero él no podía hacer nada por sí mismo para ver.
Aparte de ciego, Bartimeo también era mendigo.
La mendicidad: es un estado de pobreza y miseria extrema en el que se depende de otros, solicitando favores con insistencia y humillación.
Por el pecado y la desobediencia fuimos despojados de las riquezas del Edén.
Nuestros primeros padres Adán y Eva perdieron nuestras propiedades.
Se perdió el Paraíso y la humanidad quedó en un estado de mendicidad.
Una característica de la mendicidad es la VAGANCIA.
Regularmente los mendigos son vagabundos, no tienen donde vivir, ellos van a donde su necesidad los lleva, son errantes.
Nosotros, bajo este grave mal de la mendicidad también hemos llegado a ser VAGABUNDOS.
Nuestra vida pareciera no tener propósito, aunque sí lo tiene. Andamos deambulando por el mundo, somos tan errantes, sin un rumbo fijo, sin decisiones que nos establezcan en un solo lugar y nos lleven a un solo destino.
Sin embargo, aunque hemos nacido en ese estado de mendicidad, de miseria, nuestro Dios de amor nos ha brindado MISERICORDIA (característica de alguien que se preocupa por las necesidades de otros).
La misericordia de Dios no sólo ha servido para mostrarnos Su fidelidad y proveernos de lo necesario para subsistir; la misericordia de Dios también nos provee PERDÓN DE PECADOS.
Dios no quiere que vivamos en mendicidad, que vivamos sólo a través de su MISERICORDIA, también quiere que vivamos bajo SU GRACIA y esa GRACIA ES JESÚS.
Verso 47
“Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”
Sólo Jesús puede quitarnos toda ceguera, toda herencia de pecado y sacarnos de la mendicidad de nuestras almas.
¿Cómo supo Bartimeo que Jesús lo podía sanar?
Bartimeo no podía ver, él no vio ni un solo milagro de los que Jesús había realizado.
Seguramente corrió hacia el la noticia de que Jesús había sanado al ciego de nacimiento.
La fama de Jesús se había extendido por todo Israel y probablemente esta fue la forma en la que Bartimeo supo sobre todos los milagros que el Señor había realizado.
Muchos vieron y no creyeron, pero Bartimeo oyó y creyó.
Que nuestros oídos espirituales hoy estén atentos y abiertos para escuchar y creer en Jesús.
“29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.”
Juan 20:29, RVR60
Por nuestros pecados hemos estado ciegos, pero somos doblemente dichos si hemos creído.
Seamos como Bartimeo, reconozcamos que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios que vino a librarnos de toda maldición y a limpiarnos de todo pecado.
Que no sea una probable decisión que se desvanezca al salir de este lugar, o se vaya desvaneciendo con el transcurrir de los días.
El reconocimiento de nuestra condición y saber que hay alguien que nos puede librar de ella nos debe hacer dar voces, gritar, vociferarle al Señor que extienda su misericordia hacia nosotros.
Bartimeo fue salvo y sano por su fe.
Verso 48
“Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!”
Marcos 10:48, RVR60
No era un simple “cállate Bartimeo” sino que lo reprendían, le decían “Cállate ciego miserable, silencio”
Al reconocer nuestra condición y saber que hay alguien que nos puede sanar debemos actuar con GRITOS DE FE como Bartimeo.
Siempre van a haber personas que querrán callarte, que te dirán loco, que te reprenderán, pero esas voces sólo tienen que servir para que grites con más fuerza.
Cuando alguien quiere que calles y que no busques tu salvación, cuando hay personas que entorpecen tu búsqueda de Dios, que no quieren que des esos gritos de fe necesarios es porque hay una guerra espiritual, el mismo enemigo está obrando a través de esas personas.
Pero todo grito de fe es escuchado por Jesús. Jesús jamás hace oídos sordos a aquellos que creen en él y quieren ser salvados y sanados.
Verso 49
“49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama.”
Marcos 10:49, RVR60
Claro que sí, Jesús se va a detener, no hay nada mejor que el hombre pecador pueda hacer para agradar a Jesús. Sin fe es imposible agradar a Dios.
Todo aquel que tiene fe agrada a Dios; el Señor se siente agradado como cuando alguien da un obsequio a otra persona y esta persona se siente agradada y contenta.
Y hoy es cuando el Señor nos ha mandado a decirte “Ten confianza, levántate, te llama”
Jesús te está llamando hoy, acércate confiadamente al Trono de Su Gracia.
El único que puede quitarte toda ceguera y sacarte de toda miseria de tu alma hoy a través de tu fe se ha detenido para salvarte y sanarte.
Verso 50
“El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús.”
Marcos 10:50, RVR60
Arroja esa capa, eso en lo que has confiado, lo que has creído que te protege, lo que has creído que es tu solución, tu propia sabiduría, esa mentalidad pobre.
Levántate, que nada te detenga a quedarte allí tirado, derrotado, ciego y mendigo, es la condición en la que te quiere tener Satanás.
Ya no más a vivir en esa condición.
“1 Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti.”
Isaías 60:1, RVR60
Verso 51
“51 Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista.”
Marcos 10:51, RVR60
Tú puedes decirle al Señor hoy que recobre tu vista a través del arrepentimiento de tus pecados, a través de reconocerlo a Él como el Mesías Salvador de tu alma y de tu vida.
Hoy a través de la fe y el arrepentimiento tus ojos pueden ser abiertos, hoy tu alma puede dejar de vivir bajo esa miseria en la que ha estado viviendo.
Hoy los ojos de tu espíritu pueden ser abiertos por el Espíritu Santo para que ya no andes más en tinieblas. La luz que crees que has visto es falsa porque la verdadera LUZ es Jesús.
Verso 52
“52 Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.”
Marcos 10:52, RVR60
Cuando tú estás agradecido con Jesús muestras tu agradecimiento SIGUIÉNDOLE.
Muchos han recibido su milagro, muchos pasan al altar a hacer una “oración del pecador” pero no le siguen.
Tu arrepentimiento y agradecimiento muestran su validez cuando te conviertes en un DISCIPULO.
Muchos quieren seguirlo pero no muchos se atreven, pero todos aquellos que han creído en Él y que han recibido un regalo de Él no deberían de ser malagradecidos.
Esta es una de las frases más importantes que Jesús puede decirle a un pecador.
“Vete, tu fe te ha salvado”
Y es que Jesús te da la libertad de que decidas seguirlo a Él, no te obliga a darte un favor para que le sigas.
Muchos le han seguido sólo para recibir un favor de Él, luego lo rechazan y lo abandonan.
Debemos entender bien esto, estar bien atentos a esto, no porque Él no me obligue entonces yo voy a decidir no seguirle y hacerme su discípulo.
La obligación y el compromiso están en mi propio corazón. Si me convierto en su discípulo y le sigo, esa es la demostración de mi agradecimiento.