¿Quieres saber cómo enojar a un calvinista? ¿Quieres saber cómo ofender todo un salón lleno de ellos? Sólo tienes que poner sobre la mesa la antigua línea acerca de la teología Reformada y su incompatibilidad con el evangelismo. Todos la hemos oído, todos la hemos leído, todos la hemos rechazado.
Es la palabra de moda, pero, hace que los calvinistas produzcan evangelistas pobres. Muchas personas están firmemente convencidas de que hay una falla muy arraigada incrustada dentro de la teología reformada que carcome el fervor evangelístico. La mayoría culpa la predestinación. Después de todo, si Dios ya ha decidido quién será salvo, esto niega al menos parte de nuestra responsabilidad personal de llamar a la gente a responder al evangelio. O tal vez es sólo el poco conocimiento teológico que nos ata en pequeñas disputas y distinciones matizadas en vez de liberarnos para levantarnos, salir, y seguir en mira de una misión.
Nos gusta responder a esta obligación con hechos. Vamos a la Biblia para demostrar que la soberanía de Dios no es el candelabro que extingue la brasa de fervor evangelístico, pero si es la chispa que hace que estalle en llamas. Nos vamos a las páginas de las Escrituras para demostrar que la soberanía de Dios y la responsabilidad humana no son incompatibles, sino que la gente realmente es libre y unida, que Dios elige a algunos, mientras que se amplía el libre ofrecimiento del evangelio para todos. Nos vamos a la historia para demostrar que los grandes misioneros, grandes predicadores y grandes renovadores del pasado eran calvinistas, y que la teología reformada era lo que sustentaba su misión.
Esas son las respuestas buenas y válidas. Pero, en palabras de Bardo (Shakespare), tal vez la dama protesta demasiado. La Biblia y la historia responden a la acusación. Pero ¿Nuestras vidas? ¿Nuestras iglesias?
Cuando me miro a mí mismo, tengo problemas para encontrar una clara línea que se extiende desde mi teología reformada al fervor evangelístico. Puedo dibujar fácilmente una línea de mi teología reformada a mis creencias acerca del fervor evangelístico y puedo ir a la historia y mirar a otros hombres y mujeres para dibujar una línea desde sus creencias acerca de la teología reformada al fervor evangelístico.
Pero en los momentos de honestidad, tengo que admitirlo: Mi vida no lo muestra consistentemente. Con demasiada frecuencia, yo soy el cliché. Tengo la teoría. Tengo los hechos. Tengo la historia. Pero no tengo el fervor. No muy a menudo, de todos modos, no lo suficiente.
Sólo que hay tantas veces que puedo apuntar a Jonathan Edwards, George Whitefield y el Gran Despertar, o William Carey y el gran movimiento misionero del siglo XIX, o Charles Spurgeon y los incontables miles secretos bajo su ministerio. Tarde o temprano tengo que dejar de mirar a mis héroes y mirarme a mí mismo. No puedo pretender tener su fervor como el mío. No puedo pretender su obediencia como la mía.
Es mi convicción, convicción arraigada con el estudio de la Palabra de Dios —que el calvinismo ofrece una motivación que conmueve el alma para el evangelismo, y que compartir el Evangelio libremente y con gran fervor es la aplicación más natural de la verdad bíblica. La culpa, estoy convencido, no es con la Palabra de Dios, o incluso con mi comprensión de la Palabra de Dios; la culpa es conmigo. —Tim Challies
Pero es mi confesión—confesión arraigada en la evidencia de mi propia vida—que mi Calvinismo muy rara vez despierta mi alma a la misión. Las verdades que han rugido en los corazones y las vidas de tantos otros, de alguna manera simplemente susurran en mí. La culpa, estoy convencido, no es con la Palabra de Dios, o incluso con mi comprensión de la Palabra de Dios; la culpa es conmigo.
Fuente: http://www.challies.com/articles/how-to-offend-a-room-full-of-calvinists
Traducido para Evangelio Verdadero por Felipe Amézquita