Por Gina Zanuncini
Todas soñamos con tener amigas incondicionales a nuestro lado. Pero si alguna vez has tenido alguna amistad en tu vida, sabes que no es tan fácil como Hollywood lo hace ver. Todas hemos sido lastimadas o decepcionadas por una amiga. Entonces, ¿debemos rendirnos y pensar que tener amistades sanas con otras mujeres es imposible? ¿Debemos cerrarnos a la idea de tener amigas «que son más fieles que un hermano» (Proverbios 18:24)?
Tomar la decisión de darnos por vencidas en encontrar amistades reales con otras mujeres tiene un peso enorme… porque Dios mismo diseñó que tuviéramos amigas. Una amiga, según el diseño perfecto de nuestro Creador, puede y debe ayudarnos a amarlo más, disfrutar más de Él, vencer el pecado en nosotras mismas y glorificar a Dios. Dios nos ha creado con la posibilidad de crear lazos de amistad con otras mujeres, para Su gloria. Incluso nos ha dado ejemplos en la Biblia como el de María y su prima Elisabet, o Rut y Noemí.
¿Qué dice Dios sobre las amistades? Lee en tu Biblia lo que dice en los siguientes versículos: Romanos 12:9-18; Efesios 4:25-32.
Tener amigas es algo realmente hermoso, es una gracia que Dios nos da para ayudarnos a crecer en Él. El problema es que una y otra vez, nuestras experiencias nos hacen creer que es muy difícil – incluso imposible- que dos mujeres sean amigas de verdad.
¿Por qué crees que nos pasa esto? ¿Cómo, si Dios ha diseñado estas relaciones para nuestro bien, hemos llegado a tener malas experiencias que parecen sacar lo peor de nosotras?
Por lo que yo misma he vivido y por experiencia de otras mujeres, sé que los mayores problemas entre mujeres son: la envidia, el enojo, los celos, las palabras dichas sin amor, el chisme, la deshonestidad, la rivalidad, la comparación, entre otros. ¿Qué tienen todas estas cosas en común? Que en su raíz está el pecado. La Palabra de Dios es clara en esto, Gálatas 5:19-21 NTV nos dice: “Cuando ustedes siguen los deseos de la naturaleza pecaminosa, los resultados son más que claros: …peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, envidia…” por lo que no podemos ver estas situaciones como algo «simple o cotidiano»; cuando estas situaciones ocurren estamos lidiando con pecado. No es algo que ocurre entre “mujeres”, es algo que ocurre entre humanos.
¿Cómo debemos responder a esto?
El mundo nos diría que debemos alejarnos de cualquier relación difícil; sin embargo, en Romanos 5:8 vemos cómo respondió Dios. Él nos dio la respuesta más contra cultural que podemos dar: amar y perdonar a otros cuando pecan contra nosotros. El mundo te dice: ¡Aléjate de esas amistades difíciles! Y Dios te recuerda: ¡Con amor eterno te he amado, aún estando tú perdido en tu pecado! No es fácil, pero en esto también podemos descansar en la obra de Dios en nosotros.
Hagamos algo al respecto: alejémonos de la causa y aferrémonos a la esperanza
Las mejores amistades son aquellas donde ambas reconocen que no son su fuente de identidad, felicidad, amor, ni consuelo. No busco en mis amigas lo que solo Cristo puede darme, porque así puedo amar libremente, por el amor que Él me ha demostrado. Puedo consolar y ser consolada, animar y ser animada, reprender y ser reprendida, para Su gloria y sin poner un peso en mis amigas que no pueden llevar, como el de ser mi roca incondicional, la cual solo es Cristo. (Salmo 18:2-4).
No se trata de excusar o minimizar el pecado, si hay pecado debe haber arrepentimiento y restitución. Pero debemos ser rápidas para perdonar y extender gracia, porque mucha gracia se nos ha extendido a nosotras en Cristo.
Si deseamos tener amistades sanas, debemos rehusarnos a ser parte del chisme, la rivalidad, o la ira. Hablar (porque la comunicación es clave) en amor de lo que nos disgusta y buscar una solución antes de una salida. Debemos morir a nuestro propio pecado.
Entonces, ¿nos fallarán nuestras amigas? Sí, pero tal vez las decepciones más grandes las hemos sentido porque pusimos mucho peso en la “perfección falsa” de la amistad. Si reconozco que mi amiga es pecadora, imperfecta y necesitada de gracia igual que yo, puedo sentir decepción momentánea pero al mismo tiempo amor, porque yo sé que también he fallado y se me ha amado de forma abundante. Lo que Dios ha hecho por nosotras, nos capacita para amarnos unos a otros aún cuando seguimos en proceso de ser transformadas a imagen de Cristo.
Tener amigas es posible, sano y bueno. Te lo digo por experiencia y con mucha convicción. Pero requiere un esfuerzo de amor en nosotras, y solo perseverarán las amistades que sean puestas en manos de Dios todos los días. Así que te pregunto: ¿Cuántas amistades has dejado ir por no reconocer tu propio pecado, o no estar dispuesta a perdonar? ¿Has buscado la amistad de mujeres que se agradan de lo que no honra a Dios? ¿Le has pedido a Dios que te ayude a morir a ti misma para amar mejor? Te animo a no darte por vencida y buscar, con la dirección de Dios, a esas amigas que te ayudarán a ser más como Cristo.