No perdamos el enfoque
La Escatología (o el Estudio de las últimas cosas) es un tema fascinante. Pero en los últimos años se ha hecho un abuso a su estudio, a tal grado, que se crea más el interés por saber cuáles son las señales del fin del mundo o si tal o cual celebridad política o religiosa es el Anticristo; que mirar la profecía a la luz del Evangelio y a tomar en serio la exhortación de vivir en esperanza por el pronto regreso de nuestro Salvador y SEÑOR Jesucristo. Esto no significa que dicho abuso sea mal intencionado; pero en ocasiones se pierde el enfoque de desarrollar la piedad y el crecer en gracia y en conocimiento mientras el SEÑOR viene por los Suyos. Esto es como la Parábola del siervo fiel y prudente: El mayodormo sabio que se prepara y ordena la casa de Su SEÑOR mientras Él llega (Léase Mateo 24:44-47). No olvidemos que el propósito de la Escatología es llevarnos a vivir a la luz del Regreso del Hijo de Dios. Precisamente, el libro del Profeta Daniel, un documento de gran carácter profético, nos ofrece algunas lecciones acerca de la vida piadosa.
Convidados al banquete del rey
En el primer capítulo del libro de Daniel nos introduce a la persona del autor y de tres de sus amigos judíos. Daniel era un joven sin defecto alguno, de buen parecer, inteligente en toda rama del saber, dotado de entendimiento, y habilidad para discernir; además de esto, Dios le concedió la gracia de conocimiento e inteliencia en toda clase de literatura y sabiduría, así como de comprender los sueños (Léase Daniel 1:4, 17). Para ese entonces, Daniel tendría unos quince años cuando fue exiliado a Babilonia. Junto con otros jóvenes, entró en el servicio del Rey babilonio Nabucodonosor (Léase Daniel 1:1-4; año 605 a.C.). Como parte de su preparación para el servicio en el reino pagano, era participar de los banquetes de este monarca babilionio. El siguiente texto nos dice algo importante acerca de la consagración del joven profeta a Dios:
Daniel 1:8 “Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse”.
¿Por qué Daniel no quería comer de los manjares del rey? por dos razones sencillas:
(1) La comida y bebida de los paganos eran consagrados a los ídolos. Su ingestión era entendida como un culto que se rendía a ellos. La religión en Babilonia en esa época se centraba en el culto a Bel Merodac (Léase Jeremías 50:2), en su gran templo Esagila con su torre inmensa (De hecho, Nabucodonosor era un hombre muy religioso y su pasión más grande era enriquecer el templo de Merodac en Babilonia con oro, joyas y piedras preciosas).
(2) La Ley de Moisés prohibía consumir de estos alimentos (Léase Levítico 1:1), lo que traía descrédito inmediato a su compromiso con Dios (Léase Daniel 1:12).
Más adelante, Daniel pide una prueba de diez días al realizar un ayuno de legumbres y agua, la cuál él y sus amigos salieron aprobados y Dios recibió la gloria.
¿A cuál banquete perteneces?
Esta sección narrativa que hemos leído nos presenta una lección espiritual: Aquél que no es hijo de Dios consumirá del banquete de Su rey, Satanás. Satanás es considerado como el padre de aquellos que no reciben al Hijo de Dios, el príncipe de este mundo y, a su vez, cuyo mundo entero está bajo su poder como el maligno (Léase Juan 8:44; 14:30; 1 Juan 5:19). El que está bajo su influencia comerá de aquello que es de este mundo y que solo satisface el deseo de la carne, el deseo de sus ojos y de la vanagloria de la vida (Léase 1 Juan 2:16). Se alimentará del pecado de la pornografía, de la mentira, del robo, de la desobediencia a los padres, de la deshonra al marido, del desamor a la esposa, de la inmoralidad sexual, del adulterio, de los homicidios, de entre muchas otras cosas que nutren la esencia del pecado en el corazón humano (Léase Mateo 15:19-20). Nada de esto proviene de Dios. En cambio, aquél que es nacido de Dios, se acercará al banquete celestial de la santidad. Consumirá lo que Su Rey y Dios le dará por sublime y plena gracia y ese alimento será gozo y satisfacción. Al igual que el SEÑOR Jesús, su plato fuerte será hacer la voluntad de Dios:
Juan 4:34 “Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra”.
Ciertamente nosotros no podremos hacer la misma obra de redención que Jesucristo, pero estamos llamados a seguir Sus pisadas en el principio de la obediencia a la voluntad de Dios revelada en Su Palabra (Léase Lucas 9:23-24; 2 Timoteo 3:15-17; 1 Pedro 2:21). El cristiano ha sido llamado a abandonar el banquete del pecado para ir en pos de un banquete mejor: El de la gracia y la piedad. Como bien dijo el puritano Thomas Watson acerca del verdadero ayuno espiritual: “El mismo día que un cristiano se vuelve del pecado, debe comenzar a poner al pecado en ayuno perpetuo. El ojo debe ayunar de miradas impuras. El oído debe ayunar de escuchar chismes. La lengua debe ayunar de ofensas. Las manos deben ayunar de dar soborno. Los pies deben ayunar del camino de ir a la prostituta. Y el alma debe ayunar de amar la perversidad. Este volverse del pecado implica un cambio notable. Hay un cambio radical en el corazón. En el arrepentimiento, Cristo convierte un corazón de piedra en un corazón de carne”.
Todo aquél que es nacido de Dios, buscará y amará lo que Su Padre ama: Su voluntad. La voluntad de Dios es que creamos en Aquél a quien el Padre ha enviado para morir por nuestros pecados en una cruz y que guardemos Sus mandamientos por amor a Su Hijo (Léase Juan 6:29; 14:15; 1 Juan 4:9-10).
En conclusión
Mientras el SEÑOR viene por nosotros, meditemos seriamente lo que el apóstol Pablo nos exhorta en una de sus cartas:
2 Corintios 7:1 “Asi que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”.
¿Has considerado sabiamente lo que consumes? ¿Has sido honesto contigo mismo, considerado tu pecado y resulta que nada te satisface? ¿Has mirado tu corazón y te hallas profundamente hambriento y sediento? ¡Ven al verdadero banquete celestial! ¡Ven a Cristo! Él es el Pan de Vida y el Agua Viva (Léase Juan 4:10, 14; 6:51). En Él tenemos gozo, paz y vida eterna. Seamos como el profeta Daniel y consagrémonos para Dios y busquemos lo que en verdad es glorioso y mejor.
¡Sólo a Dios la Gloria!
Bibliografía consultada:
(1) Biblia de Estudio MacArthur | Nota 1:8. Ps. John MacArthur. Grupo NELSON. Pág. 1106.
(2) Hacia el Conocimiento del Antiguo Testamento | “Libro de Daniel”. Stanley A. Ellisen. Editorial VIDA. Pág. 258.
(3) “La naturaleza del verdadero arrepentimiento” | “Ingrediente 6: Volverse del pecado”. Thomas Watson. (Vía Internet).