Son éstas las palabras de la sabiduría, y la sabiduría, en el libro de los Proverbios personifica a nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Es evidente por lo que Él dice en el capítulo 1 y versículo 23 (Proverbios) en que manifiesta: “He aquí derramaré mi espíritu sobre vosotros”. Sólo Cristo es quien nos ha dado el don del Espíritu Santo. De nuevo en Proverbios 8:22 dice Él: “Jehová me poseía en el principio de su camino”, y el v. 30, “Con él estaba yo ordenándolo todo y fui su delicia de día en día, teniendo solaz delante de Él en todo tiempo”. Estas palabras sólo son ciertas referidas a Cristo Jesús, el Verbo que era con Dios y el Verbo que era Dios y por el que todas las cosas fueron hechas.
Observen los lugares a los que Jesús va con su invitación. Primeramente va al campo. Él escala toda altiplanicie, “toda cumbre” y clama allí; entonces desciende a los caminos, donde halla muchas encrucijadas. Después va a la ciudad, a la entrada de las puertas, donde la multitud se reúne para hacer sus negocios y para escuchar juicios; entonces atraviesa la principal calzada de la ciudad y clama junto a cada puerta por que atraviesa. Visita en primer lugar las sendas y veredas del campo para, luego, dirigirse a las calles y plazas de la ciudad llevando su precioso mensaje.
Observen la forma en la que Jesús ofrece su invitación. Él, clama fuertemente, hace oír su voz, permanece en pie y llama y levanta su voz; se parece a algún mercader que ofrece sus géneros, primeramente en el mercado y después de puerta en puerta. Nunca ningún ocupado mercader ofreció vender sus mercancías con tanta ansiedad como Jesús ofrece su salvación. “Recibid mi enseñanza y no plata, y ciencia antes que el oro escogido” (v. 10).
Observen a quién dirige Jesús su invitación (v. 4). “Oh, hombres, a vosotros clamo, y mi voz es a los hijos de los hombres”. Los mercaderes ofrecen sus mercancías a cierta clase de personas, a los compradores, pero Jesús ofrece las suyas a todos los hombres. Doquiera hay un hijo de Adán, doquiera existe un hijo de mujer, la palabra que se le dirije es: “El que tiene oídos para oír, oiga”.
Doctrina. – Cristo se ofrece como Salvador a toda la raza humana.
- ES ÉSTA LA VERDAD MAS GLORIOSA DE TODA LA BIBLIA.
Es común creer que la predicación de la Santa Ley es la verdad más grande de la Biblia, para que por ella toda boca se tape y todo el mundo venga a ser declarado culpable delante de Dios. Y ciertamente creo que es la ley el medio de que se sirve Dios más comúnmente. Pero, en mi opinión, hay algo que se destaca mucho más en la visión de un Salvador divino ofreciéndose libre y voluntariamente por cada ser que compone la raza humana. Hay algo que puede quebrantar el corazón humano, que es como una piedra en este clamor: “Oh, hombres, a vosotros clamo, y mi voz es a los hijos de los hombres”.
- De haber vivido ustedes en los días de Noé cuando construía su arca, de haber visto aquella enorme barca preparada y con la puerta abierta, invitando a todos los hombres a entrar en sus amplios departamentos, ¿no hubiese significado a ustedes el más grande aviso de alerta! ¿Hubiesen podido mirarla sin pensar en el diluvio venidero e inmediato en que había de anegarse el mundo impío?
2, De haber vivido en los días en que Jesús estuvo sobre la tierra, de haberle visto sobre la grupa de su asno en el monte de los Olivos, deteniéndose ante la misma Jerusalén que vivía plácida y deslumbrante a sus pies, de haber visto al Hijo de Dios llorar sobre la ciudad y decir: “¡ Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que toca a tu paz!, mas ahora está encubierto a tus ojos”, ¿no tendrían la sensación de que alguna terrible destrucción aguardaba a la inconsciente ciudad? ¿Derramó Él estas lágrimas sin causa? Ciertamente veía aquel día en que el enemigo la destruiría, lo que nadie, sino sólo Él, conocía.
- Del mismo modo, queridos amigos, cuando alcancen a ver a Jesús yendo de un lugar a otro, de los montes a los senderos, de las encrucijadas a las puertas de la ciudad, de las entradas de la ciudad a las puertas de las casas, cuando os sea dado oír su ansioso clamor; “Oh, hombres a vosotros clamo”, ¿no comprenderán entonces que todos los hombres están perdidos, que una terrible condenación se cierne sobre ellos? ¿Clamaría tan fuerte e insistentemente el Salvador si no existiese el infierno?
Apliquen esto, almas que duermen en sus pecados; su soñolienta alma peligra. Noten quién es el que los llama -¡es la Sabiduría!- Es Jesús, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. “Oh, hombres, a vosotros clamo”. A menudo sucede que cuando los ministros les tocan el corazón por medio de sus sermones, al acudir a sus hogares ustedes dicen: “Oh, era la palabra de un ministro solamente, ¿he de temblar por las palabras de un hombre?” Pero he aquí que no es la palabra de un ministro, sino que es la palabra de Cristo. He aquí que es la palabra de uno que conoce su verdadera situación, que conoce su corazón y su historia, que conoce tanto sus pecados cometidos a la luz del día como los realizados al amparo de la noche, que conoce la ira que ha de venir sobre ustedes y la condenación eterna que los acecha. “Oh, hombres, a vosotros clamo”.
Noten en cuántos lugares los llama. En los collados y en las sendas, en las puertas y en las entradas de la ciudad. ¿No ha sido así con ustedes? ¿No han recibido el llamamiento a través de la Biblia, o por la familia, o en el templo del Señor? Han ido de lugar en lugar, pero el Salvador siempre ha ido detrás de ustedes. Han acudido a los lugares de diversión, a los lugares de pecado, y Cristo los ha acompañado. Han permanecido en la cama de la enfermedad y Cristo los ha seguido. ¿No será que la oveja está en un gran peligro cuando el pastor la sigue y busca tan de cerca?
Fíjense en cómo clama!. Él clama y levanta su voz. ¿No ha hecho igual con vosotros? ¿No ha llamado tierna e íntimamente a la puerta de su corazón en los peligros, en las circunstancias en que se ha manifestado su providencia, con ocasión de la muerte de algún ser querido? ¿No ha clamado dulcemente en la predicación de la palabra? Algunas veces, cuando han leído a solas la Biblia, ¿no ha sido la voz de Cristo más profunda que los mismos truenos distantes?
Fíjense en que clama a todos. De haber invitado solamente a los viejos, podrían decir entonces los jóvenes: “Nosotros somos salvos, nosotros no necesitamos un Salvador”. De haber llamado solamente a los jóvenes, los ancianos podrían haber dicho: “No es para nosotros”. De haber llamado a los buenos o a los malos, unos u otros se hubiesen dado por excusados, pero Él los llama a todos. Por tanto, todos están perdidos, viejos y jóvenes, ricos y pobres. Piensen lo que piensen de ustedes mismos, Jesús sabe que todos están perdidos, por esto clama desgarradoramente: “Oh, hombres, a vosotros clamo”.
- ES ÉSTA LA VERDAD MÁS CONSOLADORA DE LA BIBLIA
Cuando se habla de Cristo a personas despertadas por el Espíritu Santo, generalmente ven aumentados sus temores. Ellas ven con claridad que Jesús es un grande y glorioso Salvador, pero entonces sienten que le han rechazado y temen que Jesús nunca podrá ser su Salvador. Muy a menudo las personas despertadas se sientan y escuchan una viva descripción de Cristo, de la obra de sustitución en lugar de los pecadores, pero su pregunta ansiosa es: ¿”Será Cristo Salvador para mí?” Ahora contesto yo a tal pregunta: Cristo se ofreció voluntariamente en favor de toda la raza humana. “Oh, hombres, a vosotros clamo”. Si no hubiese ningún otro texto en toda la Biblia para alentar a los pecadores a venir sin impedimentos a Cristo, éste sólo habría de bastar para persuadirlos. No hay tema más mal interpretado y peor comprendido por los no convertidos que el de la libertad sin condiciones de acudir a Cristo. Tan mísera idea tenemos, por lo general, de su libre gracia, que no podemos creer que Dios pueda ofrecernos un Salvador, en tanto permanecemos en nuestra flaqueza y debilidad carnales, condición natural del hombre condenado al infierno. ¡Oh, es triste pensar cómo el hombre lucha contra su propia felicidad y no cree a la misma Palabra de Dios!
Todos los símbolos y tipos bíblicos mostraban que el Salvador se ofrecería libremente a todos.
- La serpiente de metal fue levantada ante el pueblo de Israel para que todo aquel que la mirara fuese sanado. Cristo mismo así lo explica de sí mismo: “Así es menester que el Hijo del hombre sea levantado, para que todo aquel que cree en Él no se pierda, mas tenga vida eterna”.
- Las ciudades de refugio asentadas sobre una colina, con sus puertas abiertas noche y día, nos enseñan lo mismo. Todo aquel que quiera, acuda al refugio, porque la esperanza se pone ante cada uno de vosotros.
- Los ángeles de Belén repitieron la misma enseñanza. “He aquí os doy, nuevas de gran gozo, que serán para todo el pueblo”. Y la última invitación de la Biblia es la más ubre e incondicional de todas. “El que quiera, tome del agua de la vida de balde”. Notad también en nuestro texto lo amplio del llamamiento: “Oh, hombres, a vosotros clamo”. Esto nos muestra que no se ofrece a los demonios, sino a todos los hombres. A cada ser que tiene forma y nombre humanos se ofrece libremente el Salvador. No es ello a causa de la bondad que pudiera haber en cualquier hombre, no porque en ellos se haya producido algún cambio, sino justa y precisamente se ofrece por su condición totalmente perdida. Libremente se presenta ante ellos, aunque nunca antes le hayan buscado. Existen muchas estratagemas por las que Satanás trata de mantener a los hombres lejos. de Cristo.
Algunos dicen que no hay esperanza para ellos. “No tengo esperanza, no, porque yo he amado la vida impura y he corrido tras las rameras. He cometido pecados tan grandes, tan profundamente me he hundido en el lodo del pecado, he dado de tal forma rienda suelta a mis pasiones y concupiscencias, que es imposible que pueda ni siquiera pensar en que hay para mí perdón y promesa de regenerarme. Es completamente imposible. No hay esperanza para mí, no”. A ti quiero contestarte. “Hay esperanza. Por el amor de Cristo tus pecados pueden ser perdonados.” Ah, ¿por qué al libre e incondicional clamor de Cristo, por qué permiten que Satanás los engañe, almas queridas, que inspiráis tanta compasión? Es cierto que os habéis sumido en el lodo del modo triste que lamentan, que se han destrozado a ustedes mismos convirtiéndose en verdaderas piltrafas, pero con todo, hay esperanza en Cristo. Jesús vino a buscar a los perdidos como vosotros. Cristo habla de tal manera a vosotros. Pertenecen a la raza humana y Cristo se ofrece libremente a toda la raza humana.. “Oh, hombres, a vosotros clamo”.
“Hasta este momento -dicen- no me he preocupado absolutamente por mi alma. Hasta este momento no he oído ningún sermón, ni he prestado la menor atención a las palabras de la Biblia; no ha tenido para mí ningún atractivo nada relacionado con Cristo o con Dios o con las cosas eternas. A ustedes contesto, a ustedes quiero manifestar que Cristo se ofreció libre y voluntariamente por ustedes. Aunque jamás se hayan preocupado por su alma, Cristo Él se ha preocupado y desea salvarla. Aunque no se hayan preocupado de Cristo, Él el se ha preocupado de ustedes y ha extendido sus brazos salvadores hacia ustedes en muchas ocasiones. Cristo no vino al mundo a buscar a quienes se preocupaban de sus almas, sino a buscar a los que estaban perdidos. Si alguien piensa: “Es que yo soy el más perdido”, no debiera tener duda alguna de que es uno de los que Cristo vino a buscar. Hoy pueden hallar al Salvador. “Oh, hombres, a vosotros clamo”.
“Si yo supiese –dicen otros— que soy uno de los elegidos, vendría a Cristo, pero me temo que no lo soy”. He de decirles que nunca nadie acudió a Cristo porque supiese que era de los escogidos. Es cierto que Dios ha escogido, por su buena y perfecta voluntad, algunos para vida eterna, pero los tales nunca lo supieron en tanto no acudieron a Cristo. Cristo nunca ha invitado a los escogidos a acudir a Él. Por lo tanto, tu cuestión no es: ¿Soy yo uno de los escogidos?, sino: ¿pertenezco a la raza humana?
Alguno de vosotros puede estar pensando: “Si yo pudiese ver mi nombre en la Biblia, entonces creería que Cristo quiere salvarme. Cuando Cristo llamó a Zaqueo, le dijo: “Zaqueo, desciende”. Le llamó por su nombre y él acudió inmediatamente”. Si ahora Cristo me llamase por mi -nombre, rápidamente acudiría a Él”. He de contestarles que Cristo los llama por su nombre, pues dice: “Oh, hombres, a vosotros clamo”. Supongan que Cristo hubiese escrito los nombres de todos los hombres y de todas las mujeres del mundo y de todos los tiempos; vuestro nombre estaría anotado, ¿no es cierto? En vez de escribir cada nombre, uno tras otro, los ha incluido a todos en una sola palabra que los engloba a todos, a cada hombre y mujer y niño. “Oh, hombres, a vosotros clamo, y mi voz es a los hijos de los hombres”. De esta manera tu nombre está escrito en la Biblia. “Id y predicad el Evangelio a toda criatura”.
“Si yo pudiese arrepentirme y creer, en tal caso Cristo se ofrecería libremente por mí. Pero yo no puedo arrepentirme y creer”. Contesto: ¿no eres tú un hombre aún antes de arrepentirte y creer? En ese caso, Cristo se ofreció por ti antes de que se diese tu arrepentimiento y fe. Y, creyentes, permitanme decirles que Cristo no se ofreció por ustedes a causa de su arrepentimiento, sino a causa de su perdición y maldad. “Oh, hombres, a vosotros clamo”.
“Temo que ha pasado para mí el tiempo de la gracia, -piensan otros-. Debí haber acudido a Cristo al principio de mi vida. Yo creo que Cristo se ofreció por mí entonces, en mi juventud, cuando di mis primeros pasos religiosos y el temor de Dios aún anidaba en mi corazón, pero ahora ya ha pasado para mí el día de la gracia”. ¿No eres todavía un hombre, no perteneces aún al género humano? ¿No, se ofreció Cristo en tu favor, no por nada bueno que en ti hubiese antes, sino por que tú eras un vil y perdido pecador? Todavía eres un vil y perdido pecador y aún ahora se ofrece por ti a sí mismo. “Oh, hombres, a vosotros clamo”.
Quisiera ahora aprovechar esta oportunidad para hacer una invitación de Cristo con todos sus beneficios a cada alma presente en esta reunión. A todo hombre, mujer y niño, la hago ahora en el nombre de mi Maestro y Señor, invitación plena, ofrecimiento Ubre del Salvador crucificado, para que sea su seguridad y justicia, su refugio y fortaleza. Quisiera poner a su alcance el Evangelio, hacerlo llegar tan abajo, que los pecadores que son bajos de estatura, como Zaqueo puedan alcanzarlo. ¡Oh! ¿no hay nadie que acepte, que elija a Jesucristo, el único y suficiente Salvador?
III. PERO TAMBIÉN ES LA VERDAD MÁS CONDENATORIA DE LAS ESCRITURAS
Si Cristo es ofrecido libremente a todos los hombres, entonces es claro que cuantos viven y mueren sin Cristo se verán sumidos en la condenación de aquellos que rechazan al Hijo de Dios. ¡Ah! tremenda cosa es que la misma verdad que es vida para quienes la creen, sea muerte y condenación para los otros. Ésta es la condenación. Nosotros, los creyentes, somos olor suave en Cristo para Dios. Cuando los ignorantes del Evangelio pasen a la presencia de Dios para ser juzgados -los hindúes, los africanos y los chinos (no creyentes), por ejemplo, y en general, cuantas personas a quienes no se les han hecho los mismos ofrecimientos de Cristo- no tendrán tan terrible condenación como aquellos que han vivido y muerto sin la salvación a pesar de haber gozado del privilegio de la predicación del Evangelio. Tiro y Sidón no serán tan severamente juzgadas como lo será Corazín y Betsaida y la impenitente e incrédula Capernaum.
¡Oh, amigos, no tienen excusa a los ojos de Dios si hoy acuden a sus casas no salvados! El Evangelio ha sido puesto a vuestro alcance, ha sido bajado en este día a vuestra altura, a la altura de cada uno de vosotros. Si se marchan a su casa sin haberlo aceptado, en el postrer día su condenación y culpa será más pesada. Si Cristo no hubiese venido a ustedes no tendrían pecado, pero ahora he aquí que su pecado permanece.
Objeción. – Pero mi corazón es tan duro que no puedo creer. Mi corazón, de tal forma siente el atractivo de las cosas del mundo, que no puedo abandonarlas para acudir a Cristo. He nacido así, tal soy por naturaleza.
Respuesta. – Esto no hace sino agravar tu pecado y culpabilidad. Es cierto que eres nacido así y que tu corazón es duro como una piedra de molino. Pero ello es precisa y justamente la razón porque Dios te condenará; porque desde tu niñez has sido duro de corazón y has vivido en la incredulidad. Si un ladrón, por ejemplo, cuando es llevado ante la presencia de un juez, en vez de clamar misericordia, empieza a decir que él siempre ha sido un ladrón, que cuando era niño su corazón ya sentía atractivo hacia el robo y la delincuencia, y dijese que prefiere seguir con la misma conducta, ¿no agravarían tales declaraciones su culpa? Lo mismo sucede contigo.
¡Oh, amigos, si al morir pudiesen decir que Cristo nunca les fue ofrecido, tendrían un castigo más tolerable que el que entonces tendrán! Deben salir de aquí hoy, o bien con el gozo de Cristo, o bien con la tristeza de haberle rechazado; deben salir hoy de aquí habiéndole aceptado o habiéndole rechazado; o ganados y encontrados por Cristo, o más perdidos que antes. Ninguno de ustedes podrá escaparse de la culpabilidad en la que ha incurrido en este día del Señor. Este sermón les saldrá al encuentro. Miren que no desechen al que habla: “¿Cómo escaparemos si tuviéremos en poco una salvación tan grande?”
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Gracias por los aportes sé que me serán de mucha ayuda bendiciones hermanos en la fe.
Bendiciones, gracias por escribirnos.