Por Gina Zanuncini
Te tengo una pregunta:¿Puedes identificar fácilmente las veces que has sido orgulloso? Confieso que después de luchar por años con el “amor propio”, con estar en contra de quién soy y cómo me veo, mi idea era esta: “siempre he luchado con las inseguridades, me cuesta amarme a mi misma, entonces seguro no soy orgullosa porque nunca me consideraría mejor que los demás.” Pero, conocer más a Dios me hizo darme cuenta de que estaba muy perdida en mi pensamiento y que, de hecho, mi orgullo era mi mayor problema.
Cuando leo la Palabra de Dios, puedo ver que un mandamiento es dado una y otra vez: no seas orgulloso. Sin embargo, creo que aunque leemos tanto la palabra “orgullo” en nuestras Biblias, no siempre prestamos tanta atención para saber cómo detectar el orgullo en nuestras vidas. Muchas veces pensé que orgullo era decir que soy mejor que otros. Era decir que soy lo máximo y que qué dicha tienen los demás de conocerme. Pero, aunque esto claramente es orgullo, también hay formas mucho más “sutiles” de ser orgullosos que podemos pasar por alto sin darnos cuenta de que en nuestras acciones hay orgullo del cual debemos arrepentirnos, porque estamos pecando. He aprendido que el orgullo es una cualidad fácil de detectar en los demás, pero no siempre fácil de ver en nosotros mismos.
Con este artículo quiero ayudarte a entender qué es el orgullo según la Palabra de Dios, aunque estés seguro de ya saberlo, que podamos examinar nuestro corazón para ver si hay algo de orgullo que se ha escapado de nuestra vista, identificarlo y arrepentirnos de nuestro pecado.
Primero definamos qué es orgullo.
Al buscar la definición de “orgullo” en el diccionario, encontramos varias definiciones posibles con un elemento en común: el enfoque en el «yo». “Satisfacción por logros personales; autoestima; exceso de estimación propia”. Tres formas distintas de referirnos al orgullo, pero siempre enfocándonos en nosotros mismos. Según la Palabra de Dios, el orgullo es una actitud donde nos creemos independientes de Dios. La Biblia identifica al orgullo como algo que Dios aborrece (Proverbios 8:13), como maldad que nos contamina (Mateo 7:22-23), como cualidad de aquel a quien Dios resiste (Santiago 4:6) y como una actitud que no deja lugar para Dios en nuestras vidas (Salmo 10:4). La persona orgullosa se esfuerza por hacer que los demás lo vean y lo admiren. Busca cuidar su nombre y engrandecerse. Mira la vulnerabilidad como algo malo y cree que la humildad es una debilidad. El orgullo nos pone en posición contraria a Jesús, porque no nos deja apreciar su belleza, ni imitarlo, ni agradar al Padre. Podemos decir que el orgullo es realmente un grave problema para el cristiano que desea agradar a Dios y crecer en su relación íntima con Él.
Cuando Dios nos permite tener un entendimiento claro de su evangelio, una de las cosas que más nos sorprenden y cautivan es que Jesús se humilló a sí mismo para convertirse en hombre y morir por aquellos que no merecemos su perdón. Sobre Jesús, Filipenses 2:6-8 nos dice: «el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.» ¿Precioso,verdad? Y al mismo tiempo confrontante. Si Jesús, siendo Dios, no fue orgulloso sino se humilló para llevar a cabo su obra, ¿por qué nosotros nos acomodamos en nuestro orgullo y a veces hasta nos jactamos del mismo?
Aunque el mundo aplaude al vanidoso y egocéntrico que vive para dar una apariencia mientras niega su verdadera condición, Isaías 57 nos dice que Dios aprueba exactamente lo contrario. Nos dice que Dios es Santo y Sublime, (¡siempre me imagino a Dios en un trono al decir eso!) y que habita en lo “alto y santo”, pero también dice que habita en un corazón contrito y humilde. Dios. Nuestro majestuoso Creador y Padre, se complace en habitar en el corazón humilde. ¡Yo quiero que Él se complazca en habitar en mi!
Entonces, ¿cómo puede verse el orgullo en mi vida? Con esta pequeña lista te invito a que ores y le pidas al Espíritu que te muestre si hay orgullo en ti del cual tengas que arrepentirte. Él puede mostrarte algo que incluso no está escrito acá, pero que tú y Él saben que está en tu corazón.
Soy orgulloso cuando…
- Solo veo los errores de los demás
- Me baso en mi conocimiento o posesiones para sentirme confiado
- Me comparo con los demás
- Veo a los demás como inferiores a mi
- Quiero que mi nombre sea conocido por muchos
- Me duele cuando otros son promovidos
- Culpo a los demás fácilmente
- Busco amarme a mí mismo primero
- Prefiero alejar a las personas antes de que me conozcan realmente
- Me niego a recibir crítica de otros
- No comparto mis debilidades ni necesidades con otros
- Me cuesta pedir perdón
- Me preocupa lo que otros piensen de mí al confesar mi pecado
- Niego o minimizo el pecado que he cometido
Espero que Dios haya hablado a tu vida con esta lista. Si Dios te mostró tu pecado, ¡Qué bueno es Él! Si no lograste identificar orgullo en ti, te animo a seguir orando o incluso hablar de esto con alguien que pueda ayudarte en el proceso de examinar tu corazón. Realmente en su misericordia y amor nos confronta para mostrarnos de qué pecado debemos arrepentirnos para limpiarnos de toda maldad y estorbo que no nos permita disfrutarlo a Él. Dios exalta al humilde, porque solo el que vive en humildad puede reconocer la belleza del evangelio de Cristo y reconocerse necesitado de Dios. El humilde reconoce en su vida, día tras día, su necesidad de un Salvador y admira con amor la obra hecha por Jesús en la cruz.
A mí me sorprendió cuando examiné mi corazón y el Espíritu me mostró que detrás de todas mis inseguridades se ocultaba un problema mayor: el orgullo. Estaba tan acostumbrada a mi actitud de víctima frente a Dios siempre reclamándole por todo aquello que me hacía sentir insegura, que nunca pensé que tendría que disculparme por eso: Pedir perdón por mis inseguridades. Pero así fue, vi que en mi propio orgullo estaba despreciando la obra que Él ha comenzado en mí, me estaba juzgado por estándares distintos a los que Él usa para medirnos y comencé a definir por mí misma lo que era bueno y malo. Me puse a mí misma en el lugar de Dios en mi vida. Así que, luego de confesar mi pecado a una amiga mayor que yo y arrepentirme, sentí libertad. Algo que me había causado tanto dolor, tenía como raíz mi propio orgullo.
No te acomodes en tus luchas, ni en tu personalidad, ni en el estilo de vida que llevas. Estamos llamados a examinar nuestro corazón diariamente y meditar en la Palabra que juzga los pensamientos para vivir una vida digna del llamado que hemos recibido. Filipenses 2: 9-11 termina diciendo: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” Gracias a la humildad y obediencia de Jesús, tú y yo fuimos perdonados. Que nunca se nos olvide el valor que Dios le da a la humildad de corazón.
Con amor,
Gina.
Exelente mándame toda tu ins expiracion