Por Walter Jolón
¿Quién no ha tenido una actitud preferencial entre una persona y otra alguna vez en su vida? Yo lo he hecho, pero me atrevo a afirmar que la mayoría de personas en un determinado momento o bajo alguna circunstancia hemos tratado mejor a unas personas que a otras, o quizá seguimos actuando de esa manera consciente o inconscientemente.
Es muy probable que mostremos más favor con los que nos han tratado bien, o con personas que poseen un buen puesto en la empresa, o tienen mucho dinero, o gozan de algún renombre en la sociedad, o son personas muy intelectuales y cultas, o son personas muy influyentes en la sociedad, en la web, o en el mundo evangélico, y con mucha autoridad. Incluso, si nos sentimos muy espirituales y muy santos preferimos juntarnos solamente con los más santos de la iglesia, o por el contrario, nos sentimos muy indignos, muy pecadores y preferimos reunirnos solamente con las personas con las que consideramos que están en las mismas condiciones que nosotros.
Enseñanza práctica y el pecado del favoritismo
En noviembre del año pasado iniciamos una serie expositiva de predicaciones de la carta de Santiago en mi amada iglesia local. Santiago demuestra su preocupación y su amor pastoral por los destinatarios de su carta que son judíos cristianos que escaparon de Jerusalén cuando empezó la persecución de la iglesia después de la muerte de Esteban. La preocupación de Santiago por el buen testimonio de la fe cristiana de sus lectores lo lleva a escribirles sobre varios temas de una manera práctica, clara y elocuente.
En el primer capítulo, Santiago les enseña acerca de las pruebas como algo bueno para su carácter cristiano, además los llama a pedir sabiduría, a no culpar a Dios de sus tentaciones y sus pecados, instruye a los creyentes ricos y pobres a gloriarse en su salvación, les señala cuál y quién es la fuente de todo lo bueno, a vivir el evangelio poniendo en práctica el conocimiento de la Palabra que les produjo un nuevo nacimiento.
En los primeros trece versículos del capítulo dos, Santiago provee una instrucción extensa y dramática que busca atacar un serio problema que daña el testimonio y la unidad de la Iglesia y pone mal el nombre de Cristo delante del mundo no creyente, ese problema es el favoritismo:
“1Hermanos míos, ustedes que tienen fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo, no deben hacer diferencias entre las personas. 2Puede darse el caso de que al lugar donde ustedes se reúnen llegue alguien vestido con ropa elegante y con anillos de oro, y llegue también un pobre vestido con ropa andrajosa. 3Si ustedes reciben gustosos al que viste la ropa elegante, y le dicen: «Venga usted, siéntese aquí, que es un buen lugar», pero al pobre le dicen: «Tú, quédate allá de pie, o siéntate en el suelo», 4¿acaso no están discriminando entre ustedes y haciendo juicios malintencionados? 5Amados hermanos míos, escuchen esto: ¿Acaso no ha escogido Dios a los pobres de este mundo para que sean ricos en fe y herederos del reino que él ha prometido a los que lo aman? 6¡Pero ustedes han despreciado a los pobres! ¿Acaso no son los ricos quienes los explotan a ustedes, y quienes los llevan ante los tribunales? 7¿Acaso no son ellos los que blasfeman contra el precioso nombre que fue invocado sobre ustedes? 8Bien harán ustedes en cumplir la ley suprema de la Escritura: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»; 9pero si ustedes hacen diferencia entre una persona y otra, cometen un pecado y son culpables ante la ley. 10Porque cualquiera que cumpla toda la ley, pero que falle en un solo mandato, ya es culpable de haber fallado en todos. 11Porque el que dijo: «No cometerás adulterio» también dijo: «No matarás». Es decir, que alguien puede no cometer adulterio, pero si mata, ya ha violado la ley. 12Hablen y vivan como quienes van a ser juzgados por la ley que nos da libertad, 13pues a los que no tienen compasión de otros, tampoco se les tendrá compasión cuando sean juzgados, porque la compasión prevalece sobre el juicio.”—Santiago 2.1–13, RVC
Favoritismo en la Iglesia
El favoritismo se conoce también como la distinción que se hace entre las personas, es actuar con parcialidad, es diferenciar entre unos y otros, es discriminar y categorizar personas, es rechazar y despreciar a otros por motivos egoístas, es racismo, acepción de personas, es actuar con prejuicios que nublan el trato justo y correcto hacia las personas, también se le conoce como exclusivismo, elitismo o esnobismo.
Esta era una práctica común en la sociedad pagana de los tiempos de Santiago; esta es una actitud y un pecado obvio en aquellos que carecen del conocimiento del evangelio y del amor de Cristo, sin embargo, esa práctica pecaminosa estaba ocurriendo también dentro de la Iglesia: los ricos eran recibidos en las sinagogas con un trato especial pero los pobres eran tratados con desprecio por su condición física y su estatus socioeconómico.
La Iglesia es llamada a cuidar a los pobres no a despreciarlos
Jesús enseñó:
“35Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me recibieron; 36estuve desnudo, y me cubrieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a visitarme.” 37Entonces los justos le preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre, y te dimos de comer; o con sed, y te dimos de beber? 38¿Y cuándo te vimos forastero, y te recibimos; o desnudo, y te cubrimos? 39¿Cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y te visitamos?” 40Y el Rey les responderá: “De cierto les digo que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos más pequeños, por mí lo hicieron.”” —Mateo 25.35–40, RVC
La Iglesia tiene la gran responsabilidad de cuidar de los pobres y proveer para sus necesidades principales y evitar a toda costa marginarlos y despreciarlos. La Iglesia y cada uno de sus miembros en particular deben evitar caer en este grave pecado de favorecer únicamente a los acaudalados, a los ricos y poderosos y menospreciar a los pobres. Se ha escuchado de muchos casos y lo he visto personalmente cómo personas con ingresos económicos altos son bien tratados en las iglesias locales porque sus aportes para la iglesia o los líderes son altos, se les da un trato preferencial aunque hayan transcurrido en faltas graves y pecado, pero la triste realidad es que reciben un buen trato a expensas de su santidad, porque de lo contrario, se podrían retirar de la iglesia y esos ingresos económicos se perderían.
Favoritismo extendido
El favoritismo por razones socioeconómicas no ha sido, ni es únicamente el problema que se ha infiltrado en las congregaciones, esta práctica pecaminosa también se da en otros ámbitos como el ministerial, intelectual, musical, espiritual, laboral, social y otros.
Si analizamos detenidamente este problema podríamos descubrir que estamos pecando de favoritismo en una o más áreas dentro y fuera de nuestras iglesias locales. Los intelectuales que poseen un alto nivel académico podrían estar favoreciendo o compartiendo sus vidas solamente con aquellos que están en su mismo nivel de conocimientos, o bien, podría darse el caso de creyentes que favorecen únicamente a los de un alto nivel académico bajo intereses egoístas, y lo mismo podría estar ocurriendo en las otras áreas que mencioné arriba (ministerial, musical, espiritual, laboral, social, etc.).
Elitistas entre nosotros
Es de condenar esta actitud porque es pecaminosa, es una falta de respeto hacia las personas que no son parte de nuestras preferencias. Esta actitud es contraria al carácter de Cristo, quien no hace acepción de personas, su sacrificio y su perdón están disponibles para todo tipo de personas (aunque no hay tipos, uso la palabra para dar a entender mi punto). Jesús compartió su vida tanto con los elitistas fariseos, pero también compartió su vida con los etiquetados como la escoria de la sociedad de ese tiempo, recolectores de impuestos y mujeres pecadoras.
He visto esta actitud muy de cerca, y oro a Dios por perdón si yo mismo he caído en esa actitud. He compartido la mesa en algunas ocasiones, por alguna actividad específica, con personas que denotan un comportamiento elitista, haciendo sentir incómodos a los que no son de su círculo ideológico, doctrinal, eclesiástico, espiritual hasta denominacional. Esta actitud elitista de hermanos en la fe se manifiesta cuando se observa cómo favorecen únicamente a los de “su clase”, se apartan de los que no comparten sus ideas, o simplemente no “malgastan” su tiempo con quienes no les traerán un beneficio para sus vidas o sus iglesias.
Evaluarnos a nosotros mismos
Si somos cristianos, examinemos nuestras vidas y nuestras acciones, ¿a quiénes estamos favoreciendo? ¿estamos haciendo distinción entre las personas para favorecerlos?. Evaluemos bien con quiénes estamos compartiendo nuestro tiempo, nuestros recursos y nuestra vida. Si lo estamos haciendo únicamente con los que son afines a nosotros y a nuestras ideas.
Si al evaluarnos concluimos que hemos pecado de esta manera, debemos arrepentirnos de este grave pecado y recordar las hermosas palabras de nuestro Señor Jesús para encontrar perdón, y seguramente lo encontraremos:
“37Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no lo echo fuera.” —Juan 6.37, RVC
Sigamos el ejemplo de nuestro Salvador Jesucristo, Él salva sin distinción de personas, Él es Señor de ricos y pobres. El trato de Jesús hacia nosotros ha sido sin favoritismo, por eso el apóstol Pablo les dijo a los romanos: “Porque ante Dios todas las personas son iguales” (Ro. 2.11).
Gracias por escribir este articulo referente a este problema tan común y poco exhortado en las iglesias. Desde hace largo tiempo estoy notando este problema que me entristece mucho y lo he comentado con varios hermanos pero parecen no notarlo. Dios nos continúe fortaleciendo hermano, Dios les continúe bendiciendo también.
Amén, saludos y bendiciones.
He visto esta práctica y como se ven los grupitos. Una se llega a sentir rechazado.