Por Sergio Cano
Si hay un tema sobre el que los cristianos sabemos, ese es el pecado. Lo mencionamos, y algunos hablamos mucho de ello. La medida de la importancia bíblica que le damos, varía entre hermanos.
Así que, hablemos sobre el pecado.
QUÉ ES EL PECADO
Dios nos creó. Él siempre ha existido. Por su bondad y sabiduría creó el universo y al hombre para su gloria y representación en este mundo; que le pertenece. Pero el hombre pecó, desobedeció a Dios, a su Creador; entonces toda la raza humana se corrompió (Ro. 5:18). Nada volvió a ser igual. Dios gobierna a pesar de la rebeldía que sucedió en Génesis 3. El hombre no. Por su pecado, el hombre es inhabilitado para dar gloria a su Creador. Dios sigue siendo Dios, y el hombre, creación que depende de Él.
A pesar de esto, Dios tuvo misericordia para con el hombre, no eximiéndolo de responsabilidad, sino cubriendo su infidelidad (Gen. 3:21). Así que, el hombre fue sacado del Jardín del Edén y experimentó como consecuencia el sufrimiento.
Entonces, ¿qué es el pecado? La falsa adoración por la rebeldía de querer ser como Dios para pasar a ser un hombre independiente y autosuficiente en él mismo. Vamos entendiendo cómo el pecado nos aleja de Dios, y de realmente hacer su voluntad de adorar y obedecer sólo a Él.
CÓMO LA BIBLIA NOS MUESTRA EL PECADO
Como consecuencia, el ser humano se alejó de una comunión perfecta con Dios, la separación le implicó dolor y más desobediencia. El pecado se interpuso entre Dios y el hombre creado.
Justo después que les fueron abiertos sus ojos, el orgullo y necedad emergió para culparse entre ellos, mentir y enorgullecerse (Gen 3:13-15) como ocurre hoy día. Solemos ver los pecados de otros primero, los señalamos haciéndolos más grandes en comparación a los nuestros. Los demás tienen la culpa; o al menos más culpa. Creemos que nuestros pecados son más pequeños porque no hacen tanto daño como el que recibo. Olvidamos que Dios sigue presente y todo lo ve.
Muchos en algún momento hemos acusado y señalado, como sucedió en el jardín, imitando al engañador y no al Salvador.
La biblia nos muestra en diferentes pasajes cómo es el hombre verdaderamente. Por su pecado, el hombre no quiere buscar a Dios y menos hacer su voluntad por el hecho que no puede. Sus obras no cuentan, por buenas que sean (Ro. 5.19). Como no conocen esta verdad fundamental en la Palabra de Dios, responden según Romanos 3:11: “No hay quién entienda, no hay quien busque a Dios”; sin importarles realmente que el pecado es el mayor problema en su relación con Dios (Ro 3:23).
Por lo tanto, su Palabra es clara, nos muestra con firmeza la necesidad del hombre y su incapacidad de funcionar para la Gloria de Dios. El pecado no le permite buscar y obedecer su voluntad, está arraigado en su corazón engañoso.
Al estar conscientes de nuestra condición, podemos confirmar que el problema no es este virus o cualquier otro, las injusticias, los robos, asesinatos y toda la maldad que podemos ver en este mundo. Simplemente es la consecuencia del pecado.
EL AMOR DE CRISTO VENCIÓ EL PECADO
Pero Dios nos cubrió. Él no nos dejaría, sino que su sangre nos cubriría (Gen. 3:21). Cristo es la buena noticia al hombre pecador. El pecado nos separaba, ahora por la justicia de Cristo en la Cruz, nos acerca a Dios como sus hijos. Cristo nos justifica y perdona en gracia. Ahora sabemos que éramos pecadores, esclavos del pecado que nos gobernaba. En Cristo somos libres para escoger obedecer con gozo para Su gloria (Ro. 6:6-10).
Merecíamos la muerte, pero por su amor, Jesús vivió su vida en nuestro lugar. Entonces, si Cristo y sólo Cristo ya venció al pecado, Él ya lo hizo todo, ahora su amor nos constriñe para responder. Es una obra que progresivamente realiza en nosotros. Cada vez que nos acercamos a Él, porque ahora podemos, nuestro pecado nos pesará más.
En el corto tiempo que estemos en este mundo (porque no somos de este mundo, estamos aquí para su gloria) busquemos en Él y por Él, hacer su voluntad. La vida de Cristo en nosotros es nuestra seguridad que podemos. Su Espíritu nos fue dado para ayudarnos en la tarea de ser como Cristo. Fuimos injertados a su familia, no para caminar solos sino con otros, ayudándonos en nuestro caminar para desechar el pecado cada vez más.
CONFRONTANDO EL PECADO
La Palabra de Dios nos muestra en Mateo 18 cómo nos confrontamos. Pero necesitamos entender la gracia salvadora antes de hacerlo. La razón de confrontarnos es ganar al hermano (Mt. 18:33).
Hemos sido mal enseñados que solo el liderazgo de la iglesia local, los pastores o diáconos son los únicos responsables. Sin embargo, este pasaje nos alienta, somos miembros unos de otros, del mismo Cuerpo. Los pastores ciertamente necesitan confrontar el pecado de un hermano, tienen la responsabilidad, porque ellos darán cuenta a Dios por su grey. Pero su Palabra dice que todos deberíamos de estar orando unos por otros y confrontar los pecados de nuestros hermanos si realmente su amor está en nosotros.
Entonces, ¿cómo confrontar el pecado? En amor (Ef 4:25). Solo en su amor, que viene después de sabernos perdonados por Dios en Cristo. Es en su amor, en cómo Cristo nos ha amado, perdonado y reconciliado con Dios, que respondemos de la misma forma.
Romanos 3:9 nos recuerda que no somos más que nadie para creernos superiores; de ninguna manera, todos hemos pecado, todos merecíamos la muerte. Sólo fue por su obra. Cuando un hermano sufre por su pecado, todos sufrimos. Pero lo amamos cuando hablamos la verdad a ese pecado para que sea como Cristo
Caminemos juntos como familia de Cristo que somos, seamos realmente una familia, no de palabra sino de hechos. Él es justo y su justicia obrará, así que, mis hermanos, que el amor sea la base de nuestro actuar. Su amor sacrificial y verdadero sea siempre, como decimos en nuestra iglesia, a los pies de la cruz la tierra es plana, nos necesitamos.
Si pensabas que el pecado solo era para un día hacer una oración, no te has arrepentido. Hoy es el día para hacerlo. El pecado nos aleja de Dios, pero Cristo nos acerca a Dios para caminar con otros y dar toda gloria a Él.