Por Diego Portillo
POR QUÉ, CÓMO, Y PARA QUÉ PREDICAR A CRISTO
Colosenses 1:25, 28-29
Si el apóstol Pablo tenía una pasión en su vida, ésta era la de anunciar a Cristo a todas las personas que tenía oportunidad. Era tal su pasión por predicar el evangelio de Cristo, que en una ocasión escribió: “¡Ay de mí si no anunciara el evangelio!” (1 Cor. 9:16). Él entendía su tarea de predicar a Cristo como algo sumamente noble, un regalo de gracia, una prioridad en su vida. Como lo acaba de decir en el versículo 24, a él le causaba gozo tener que padecer sufrimientos en favor de la iglesia, porque había recibido una tarea divina. Por tanto, aprendamos de Pablo por qué, cómo, y para qué nosotros también deberíamos predicar a Cristo.
Por qué predicar a Cristo (v 25)
Pablo predicaba a Cristo porque había recibido una orden directa de Dios. En el versículo 25 el apóstol expresa que fue hecho ministro en favor de la iglesia “según la administración de Dios” que le fue dada. Esto tiene por lo menos tres implicaciones: 1) la tarea que Pablo recibió estaba basada en la autoridad suprema de Dios, es decir, era el Rey de la creación mismo quien le estaba dando la tarea de predicar el evangelio. 2) Siendo una tarea divina, Pablo debía ser obediente a esa tarea, pues tal como él se describe en el mismo versículo, él fue hecho “servidor” de la iglesia. 3) Pablo recibió un mensaje específico que debía anunciar al mundo: el evangelio. Respecto a esto, encontramos en Gálatas que “el evangelio anunciado por mí no es invención humana, pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.”
Aquí cabe preguntar: ¿Y esto, qué tiene que ver conmigo? Bueno, yo creo que tiene mucho que ver. Si examinamos la comisión que Jesús dejó a su iglesia, nos daremos cuenta que ésta está basada principalmente en la autoridad Cristo Jesús. Él dijo a sus discípulos: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan…” Es como si estuviera diciendo: “en base a la autoridad que me ha sido dada, les envío a todo el mundo para que hagan discípulos.” Por tanto, podemos concluir que nosotros también tenemos una razón fuerte por la cual anunciar a Cristo. Y esa razón es que hemos recibido una comisión específica de parte de Él.
Cómo predicar a Cristo (v. 28)
Pablo especifica bien que él no predicaba a Cristo en la sabiduría humana. Esto es mejor entendido a la luz del contexto de Colosenses. Recordemos que en entradas anteriores hemos dicho que por distintos versículos como 2:3, 2:8, y 2:18 podemos entender que es muy probable que en esa comunidad hubiera personas haciendo alarde de tener un conocimiento secreto que podría llevar a los creyentes a “un nuevo nivel espiritual.” Ante esto, Pablo declara que había un “misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos (todos los creyentes).” Además, la sabiduría de la que muchos hacían alarde en Colosas era en el fondo un conjunto de simples “filosofías y huecas sutilezas” (2:8), ya que los verdaderos tesoros de la sabiduría y del conocimiento están guardados y habitando plenamente en Cristo Jesús (2:3).
De la misma manera, nosotros no deberíamos acudir a los razonamientos humanos cuando compartimos el evangelio con otros. Deberíamos apegarnos a la orden de nuestro Señor: “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado.” El discipulado que el Señor nos manda hacer no depende de nuestros métodos ni está basado en nuestra filosofía de la vida, sino en la Palabra de Dios. Allí es que encontramos los verdaderos tesoros de la sabiduría y del conocimiento para poderlos compartir con otros.
Para qué predicar a Cristo (v. 28-29)
El gran objetivo de Pablo al anunciar a Cristo era presentarlos perfectos (maduros) en Cristo Jesús. Pablo sabe que un día estaremos delante del Señor, y su deseo es que los creyentes a los que él enseñaba se presenten maduros delante del Rey de la creación. Como bien lo dice el Conocimiento Bíblico, “Pablo estaba interesado en que los creyentes no se quedaran como niños espirituales (cf. 1 Co. 3:1–2), sino que llegaran a ser espiritualmente maduros (cf. He. 5:11–14). En otro lugar, él oró por la completa santificación de los creyentes (1 Ts. 5:23). El apóstol predicó la “plenitud” del evangelio de manera que los creyentes pudieran tener la vida plena que prometió Jesús (Jn. 10:10).”((Walvoord, J. F., & Zuck, R. B. (1996). El conocimiento bíblico, un comentario expositivo: Nuevo Testamento, tomo 3: 1 Corintios-Filemón (p. 230). Puebla, México: Ediciones Las Américas, A.C.))
Ésta es y debería ser la meta de todos nosotros: aconsejar, proclamar, enseñar a Cristo a todas las personas para que puedan presentarse maduros en Él. A este maravilloso fin deben enfocarse nuestros esfuerzos. Tal como Pablo lo expresaba, debemos trabajar “luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí.” Sabemos que en esta comisión no estamos solos, pues Cristo prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt. 28:29). Que el Señor despierte un verdadero deseo en nosotros por predicar a Cristo en toda sabiduría, para presentarnos maduros en Cristo cuando Él regrese.
¡Dios te bendiga!