Por Diego Portillo
CRISTO, SEÑOR DE LA IGLESIA
Colosenses 1:18-20
Cristo es el Señor de la creación. Es decir que Cristo tiene dominio absoluto sobre todo lo que existe. Todo el universo ha sido creado para Él, y el gran plan de Dios es reunir todas las cosas bajo el dominio de Cristo para su propia gloria (Ef. 1:10). Mientras esperamos que esa realidad se manifieste plenamente en la consumación de todas las cosas, hay una esfera palpable en la que podemos experimentar y vivir bajo el señorío absoluto de Cristo, esto es, la Iglesia.
Él es la Cabeza del cuerpo, que es la Iglesia
La Biblia describe a la Iglesia de Cristo como Su cuerpo, una metáfora muy conocida. Esto nos da la idea de que Cristo continúa cumpliendo el propósito de Dios a través de la iglesia. En ausencia del Cristo visible, la Iglesia es la encargada de darle a conocer a través de la predicación de las buenas nuevas.
El que Cristo sea la Cabeza de la Iglesia también nos comunica la idea de que Él, y sólo Él, tiene la palabra de autoridad en la iglesia. Cuando venimos y nos reunimos como un cuerpo para adorar a nuestro Dios, estudiar Su Palabra, y ser exhortados y disciplinados por otros, debemos tener el sumo cuidado de no estar siguiendo la enseñanza de los hombres sino la enseñanza de Cristo, la cual está contenida en Su Palabra. No venimos a la iglesia para admirar a los hombres, sino a reunirnos bajo la absoluta autoridad de nuestro Señor.
Es cierto, la administración de los misterios de nuestro gran Dios ha sido entregada en manos de hombres capacitados por el Espíritu Santo, los cuales deben seguir fielmente la Escritura. Ahora bien, cuando estos hombres quieren sobrepasar la autoridad del dueño y Señor de la iglesia, los creyentes deben volverse a la Escritura y pararse firmes en la verdad de que Cristo es la cabeza de la iglesia. De la misma manera en que un cuerpo humano no puede ser dirigido sin recibir órdenes del cerebro, tampoco la iglesia puede ser bien dirigida si no recibe órdenes directamente de la cabeza, Cristo el Señor.
Cristo es el principio y el primogénito de entre los muertos
Cuando Juan el bautista dijo que Jesús era primero que Él, no se estaba simplemente refiriendo a que Cristo existiera desde la eternidad; tampoco se estaba refiriendo a que Jesús haya nacido antes que él, pues esto era todo lo contrario. Al decir que Cristo era primero que él, estaba hablando de su supremacía. En ese sentido, Cristo es presentado aquí como anterior, o superior, a todas las cosas, específicamente en lo que respecta a la iglesia.
Cuando Cristo resucitó, se convirtió en ser el primero de los que resucitarían para no morir jamás. Esa es nuestra esperanza también, pues la resurrección de Cristo nos garantiza justificación y seguridad de que un día también resucitaremos. Lázaro fue llamado fuera de la tumba, pero un día tuvo que morir. Sin embargo, Cristo fue resucitado por el poder de Dios, y de la misma manera los creyentes serán un día resucitados por ese mismo poder para no morir jamás. Estas son razones suficientes para que Cristo tenga toda preeminencia en la vida y el quehacer de su iglesia, pues Él es plenamente Dios.
Cristo es el reconciliador de todas las cosas
El propósito de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra, tuvo su momento decisivo en la cruz. Los creyentes del Antiguo Testamento debían ver hacia adelante, al Mesías venidero, los creyentes del Nuevo Testamento vemos hacia el pasado, al Mesías que ya vino y se entregó una vez por todas. La cruz nos da seguridad, y nosotros simplemente esperamos que Dios cumpla su propósito eterno de reunir todas las cosas en Cristo.
En Colosas es posible que se negara la verdadera humanidad de cristo, y puede ser la razón por la que Pablo mencione la sangre de su cruz. Cristo vino a nacer como un hombre, vivió como un hombre, aunque sin pecado, y murió como hombre por nuestros pecados. Cristo en efecto sufrió nuestros dolores, y recibió la ira de Dios que nosotros merecíamos. Sólo alguien que pudiera sentir el sufrimiento de la ira de Dios, y que al mismo tiempo se pudiera ofrecer como una ofrenda perfecta, podía redimir a los pecadores.
Cristo es la cabeza del cuerpo, y eso debe animarnos a someternos a su señorío. Cristo es el primogénito de los muertos, y eso debe darnos esperanza de que un día nosotros también resucitaremos. Cristo es quien nos reconcilia con el Padre, y eso debe darnos descanso de que estamos completos en él, pues con su sangre compró eterna redención para nosotros. Quiera Dios iluminarnos para vivir en obediencia y reverencia al Señor de la Iglesia.
¡Dios te bendiga!