Por Diego Portillo
CRISTO EN MÍ, LA ESPERANZA DE GLORIA
Colosenses 1:24-27
En esta sección de la carta a los Colosenses, Pablo pasa a contarles acerca de su ministerio. Recordemos que, prácticamente, su mensaje hasta aquí se ha centrado en la realidad de que Cristo es supremo sobre todas las cosas y que ellos necesitan crecer hacia la madurez en Él a través de permanecer centrados en Su evangelio y Su palabra. A continuación, pasa a describir la tarea que él, como apóstol de Jesucristo (Col. 1:1), ha recibido de parte de Dios: la tarea de anunciar que Cristo viviendo en los creyentes de todas partes del mundo es la esperanza de gloria. Notemos los siguientes detalles importantes en estos versículos.
Los sufrimientos del apóstol en favor de la Iglesia (v.24)
Al mencionar los sufrimientos, es interesante que Pablo diga que le causan gozo. Si lo pensamos, Pablo no está tomándose una soda o comiendo una buena porción de pizza, él está preso en Roma. El pastor John MacArthur hace la siguiente lista de los sufrimientos de Pablo: “El apóstol había sido encarcelado en Filipos (Hch. 16:23-24), echado de Tesalónica (Hch. 17:10), sacado a escondidas de Berea (Hch. 17:14), vilipendiado en Atenas (Hch. 17:32), juzgado como insensato en Corinto (1 Cor. 1:18, 23), y apedreado en Galacia (Hch. 14:19)”. Con todo, no vemos al apóstol llorando ni quejándose, sino que se alegra de poder sufrir por la causa de Cristo y el bien de la iglesia.
Algo que puede parecernos un poco confuso es eso de “cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo” (RVR1960). Para resolver este aparente conflicto, debemos ir a una escena de la vida del mismo apóstol Pablo. El día en que Pablo (en ese entonces llamado Saulo) se dirigía a Damasco en su ambición por perseguir y erradicar a los creyentes, el Señor mismo se le apareció en una luz que le cegó. Cuando fue tumbado al suelo por esa luz, escuchó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch. 9:4). Cuando Pablo preguntó quién era el que le hablaba desde esa refulgente luz, la respuesta fue: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues.” Ciertamente, el apóstol no perseguía a Jesús (al menos así lo veía él), pero la persecución de la iglesia era en esencia persecución contra el Señor, la Cabeza de la Iglesia.
Entonces, es en ese sentido que Pablo cumple los padecimientos de Cristo, no en el sentido de agregar algo a su sacrificio perfecto para salvarnos. Si estuviera refiriéndose a agregar algo al sacrificio de Cristo, habría una contradicción con lo que se dice más adelante: “Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en El, y ustedes han sido hechos completos (han alcanzado plenitud) en El, que es la cabeza sobre todo poder y autoridad” (Col. 2:9-10 NBLH, énfasis añadido). Nada puede ni debe agregarse a lo que ya Cristo hizo para rescatar a los pecadores, pues fue una ofrenda y sacrificio perfecto.
También, debemos entender que el apóstol no es un masoquista, no es que él no sienta su propia debilidad y dolor en medio del sufrimiento. Lo que Pablo tiene en mente aquí es que sus sufrimientos son en favor de la iglesia, son parte de su servicio al cuerpo de Cristo. Cuando alguien sufre por causa de Cristo, debe tener siempre en mente las palabras y los hechos de Cristo. Primero, las palabras de Cristo cuando dijo que los creyentes vamos a enfrentar aflicción, pero debemos estar tranquilos porque Él ha vencido al mundo (Jn. 16:33). Segundo, los hechos de Cristo cuando la Biblia relata que Él sufrió con paciencia porque había un gozo puesto delante de Él (He. 12:2). En medio del sufrimiento, contamos con la oportunidad de imitar a Cristo y servir a otros.
La tarea que Pablo recibió de Dios (v.25)
Pablo se consideraba a sí mismo un ministro de la iglesia de Dios ¡y vaya que lo era! Sin embargo, la palabra ministro no tiene el mismo significado que la mayoría de veces le adjuntamos nosotros. Muchas veces creemos que un ministro es alguien que debe ser servido, que merece honra de parte de nosotros. No obstante, lo que Pablo tiene en mente aquí es un servidor de la iglesia. Eso era Pablo, un esclavo de Cristo al servicio de Su iglesia.
En este versículo, Pablo dice que su servicio a la iglesia era conforme a la administración de Dios que me fue dada para con vosotros. Es decir, su servicio estaba de acuerdo con la tarea que Dios le había dado en favor de los creyentes. Esto es interesante porque 1) era algo que no se había impuesto él mismo, ni hombre alguno, sino Dios mismo se lo había revelado (Gá. 1:11-12), y 2) la tarea que Pablo había recibido era para favorecer a los creyentes, no para engrandecerse él. Esto contrasta mucho con lo que vemos hoy día. En la actualidad, vemos hombres que se proclaman a sí mismos ministros de Dios, y que ocupan ese puesto para beneficiarse a sí mismos.
Al final del versículo, Pablo dice que su tarea se trataba específicamente de anunciar cumplidamente la palabra de Dios. Como dice John MacArthur en su Biblia de Estudio, “Esto indica la devoción total y exclusiva de Pablo al cumplimiento del ministerio que Dios le dio para predicar todo el consejo de Dios a quienes Él le enviaría.” Vemos, por tanto, aquí a un hombre apasionado por servir a su Señor y cumplir su ministerio con devoción.
El mensaje de Pablo (v.26-27)
¿Cuál era el contenido de esa palabra que Pablo debía proclamar? Bueno, era un misterio. Tal como lo dice en el versículo 26, el apóstol debía proclamar el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades. Un misterio es algo que no se puede conocer a menos que Dios lo revele a quien él quiere. Gloria a Dios que decidió darlo a conocer plenamente, ya no estamos con un velo en los ojos.
Esto es de suma importancia en el contexto de los colosenses. Recordemos que allí había personas que decían tener un conocimiento secreto superior al sencillo conocimiento de Cristo como Señor y Salvador. En contra de este error, Pablo dice que ese misterio que Dios había tenido oculto desde los siglos y edades “ahora ha sido manifestado/revelado/descubierto a sus santos.” Los colosenses no debían asustarse cuando alguien viniera diciendo que para ser salvo debían iniciarse en una secta que amaba el conocimiento secreto, porque el conocimiento más grande de todos les ha sido revelado por el Espíritu Santo. Como dice más adelante, es en Cristo que están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento (Col. 2:3).
Este misterio del que Pablo habla se identifica claramente en el versículo 27. Antes de decir específicamente de qué se trataba, Pablo dice que este misterio es glorioso y rico. Dios había predicho la venida del Mesías, y que de alguna manera los gentiles participarían de esta tan esperada salvación, pero lo que nunca fue revelado es que Cristo viviría en los creyentes. Ahora, Cristo en vosotros, dice Pablo, es la esperanza de gloria.
Si lo pensamos, es sencillamente maravilloso darnos cuenta que Dios mismo vive en nosotros. Y el hecho de que Cristo viva en nuestro interior a través del Espíritu Santo asegura nuestra gloria final. Como dice más adelante Pablo, “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros seréis manifestados con él en gloria.” (Col. 3:4). Esa es nuestra esperanza gloriosa, que Cristo vive en nosotros y eso nos pone en un lugar seguro, un lugar de plenitud, en el que estamos completos y no necesitamos la filosofía ni las corrientes de este mundo. La simple proclamación de ese misterio revelado es motivo para que vivamos dando gloria a Dios por su gracia inmerecida.
¡Dios te bendiga!