Por Gina Zanuncini
Hay algo en lo que todas podemos estar de acuerdo: No es fácil guardarse de la inmoralidad sexual. No es fácil porque nuestros deseos se ven impulsados y empujados hacia el camino incorrecto gracias a nuestra cultura saturada de sexo. En cada canción, serie, película e incluso anuncio publicitario recibimos mensajes sobre la sexualidad. Incluso al hablar con nuestros amigos, pareciera ser que los chistes preferidos son los de tema sexual. Y ahora también la sociedad nos anima a “explorar nuestra sexualidad” sin necesidad de casarnos, incluso sin necesidad de tener pareja. Huir de esta contaminación sexual que no honra a Dios es casi imposible y todas sabemos cómo esto nos afecta en nuestra forma de pensar, nuestra forma de actuar y nuestros deseos.
Yo sé que quisiéramos que, ser cristianas nos alejara de la tentación. Quisiéramos que “guardarnos en pureza”, como tanto nos han dicho en la iglesia e incluso hemos prometido en retiros de jóvenes fuera tan fácil de hacer como lo es decirlo. Pero no es así; todas sabemos muy bien que no es así. Sin importar qué tan cerca estamos de Dios y qué tan sana es nuestra relación con Él, aún somos tentadas y pasamos por momentos en donde nuestra obediencia es puesta a prueba. Sin embargo, que sea difícil huir de la tentación no lo hace imposible, no para quienes nos llamamos hijas de Dios.
La tentación sexual no es algo nuevo y si tú estás luchando en contra de ella, déjame decirte que no estás sola. Es una tentación muy común, pero que sea común no la hace menos peligrosa. Toda tentación lleva al pecado, y la paga de todo pecado es la muerte. Así que debemos hacer algo al respecto, tomar decisiones para ganar la batalla.
El apóstol Pablo conocía bien el peligro de esto, por lo que le dijo a los romanos: “Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.” (Romanos 12:1-3)
¿Cómo podemos huir de la inmoralidad sexual y honrar a Dios con nuestro cuerpo? Primero, debemos reconocer que nuestro cuerpo no nos pertenece, le pertenece a Dios para Su gloria (1 Corintios 6: 19-20). Además, debemos tener claro nuestro llamado a ser santas, es decir, estar apartadas del mundo para Cristo (1 Tesalonicenses 4:3) y saber que no hay tentación que no podamos vencer, porque Dios siempre nos da una salida (1 Corintios 10:13).
Pero no solo tenemos que saber estas verdades, debemos vivir de acuerdo a ellas. Debemos ser intencionales e incluso radicales si queremos honrar a Dios y ser diferentes en nuestra generación. Si la televisión nos hace pecar, sacarla de nuestro cuarto. Si las redes sociales nos llevan al pecado, cerrar nuestras cuentas. Si hay ciertas amistades que nos hacen deshonrar a Dios, alejarnos hasta que seamos completamente vencedoras de ese pecado. Pablo lo dijo muy bien: no se amolden al mundo actual. Aunque para los demás la inmoralidad sexual no sea de gran importancia, para nosotras sí lo es. Es algo que no agrada a Dios y por lo tanto, debemos tomar decisiones que nos ayuden a no caer en la tentación.
Ahora, es necesario hablar también de nuestro corazón. ¿Te ha pasado que por más que intentes, por más que te alejes de lo que crees te lleva a la tentación, sigues luchando con el pecado? Esto es porque un error que cometemos es querer cambiar nuestras acciones sin purificar al mismo tiempo nuestro corazón, de donde provienen los malos pensamientos y deseos. (Mateo 15:19) Al cambiar solamente nuestras acciones, demostramos que creemos en la mentira de que la inmoralidad sexual solamente es física, cuando en realidad también debemos buscar la pureza en nuestra mente y emociones. En Mateo 23:25 leemos cómo Jesús dio una lección importante a aquellos que solamente buscaban seguir las reglas: “Limpia primero por dentro el vaso y el plato, y así quedará limpio también por fuera.” Es decir, nuestra meta no es la abstinencia y no tener relaciones sexuales sea como sea, nuestra meta es que nuestro compromiso con la pureza sea un reflejo de nuestro amor por Dios. Y el único que puede limpiar y restaurar tu corazón, tu mente y tus deseos es Dios. Corre hacia Él y pídele que te limpie, como lo hizo David en el Salmo 51.
Para terminar quiero recordarte que Cristo ya venció el pecado. Si estás luchando con la tentación sexual, recuerda que Dios provee una salida y que el Espíritu que levantó a Jesús de la muerte está en ti. Puedes ganar esta batalla al permanecer en Dios, porque cuando eres débil, Él es fuerte. Y si ya has cometido pecado sexual, te recuerdo que donde abunda el pecado sobreabunda la gracia. Cristo murió por tu pecado, y por su sacrificio, Dios te ha perdonado. Dios te ama. Dios te elige y Dios quiere lo mejor para ti, que es conocerlo a Él como el único que puede satisfacerte. Ahora, nos toca seguir siendo intencionales y sabias para dar la gloria a Dios con nuestro cuerpo…¡Con nuestra vida entera! Por su gracia, lo haremos. Porque en Cristo somos más que vencedoras.
Con amor,
Gina.
Gracias por la infirmacion , es que lucho con esto casi todos los dias , he permitido pensamientos , imagenes y deseos y se por eso estoy batallando tambien , fui abusada cuando pequeña y expuesta a la inmoralidad ,conoci de Dios y me restaure pero aun batallo con esto , y aunque oro , ayuno y muchas vecez persevero con salir de estovienen esos momentos de debilidad