Por Diego Portillo
¿Recuerdas la escena en que la familia de Kevin McCallister corría para alcanzar su avión en Mi Pobre Angelito? Personalmente creo que esta escena ilustra claramente el fenómeno que sucede con cada uno de nosotros en épocas de navidad. Todos corremos, pero dejamos al niño olvidado.
Peor aún, todos corremos de un lado al otro, compartimos con amigos, compramos cosas, servimos en la iglesia, etc. Pero cuando examinamos nuestros corazones, nos falta gozo. Nos perdemos el gozo y solamente nos quedan las risas momentáneas que el departir con amigos y familiares supone.
Seguramente conoces la historia de los magos (sabios, a partir de aquí). Este relato se encuentra en Mateo 2:1-12, y siempre que la leemos, nos llenamos de emociones encontradas. Por un lado, nos alegramos por la actitud de los magos, pero nos preocupamos por la seguridad del bebé a manos de Herodes. Al menos eso sucede cuando nos metemos en la historia, aunque sabemos qué sucede con ese precioso Niño que nació en Belén para salvarnos.
Aunque no pretendo ahondar en este pasaje y sus detalles tan propios, ni creo estar en la capacidad de hacerlo, quisiera que analicemos nuestra actitud hacia Jesús y su nacimiento a partir de estos versículos.
La actitud correcta: Honra
Lo primero que debemos analizar es la manera en que recibimos la noticia del nacimiento de Jesús. Por un lado, los sabios recibieron a Jesús con gozo, quisieron ir a verle. Por otro lado, Herodes le recibió con hostilidad, quiso matarle desde el principio porque este niño aparentemente indefenso era el Rey largamente prometido a Israel y el mundo.
El comentarista F.F. Bruce recibe la atribución de las siguientes palabras cuando explica la razón por la que el evangelista Mateo incluye la narración de estos sucesos en su Evangelio: “El propósito principal es mostrar el recibimiento dado por el mundo al recién nacido rey mesías – Honra desde lejos, hostilidad en la casa.”
La pregunta es: ¿Cuál es tu actitud al recibir el nacimiento de tu Salvador, tu verdadero tesoro? ¿Acaso es una respuesta indiferente, negativa? ¿O te llenas de deseos por adorarle como lo hicieron los sabios?
El propósito y postura correctos: Adorar
Lo segundo que debemos analizar es el propósito con el cual muchas veces nos acercamos a Jesús. En el caso de los sabios, llegaron a Jerusalén para adorar al Rey que había nacido. Por supuesto, este Rey era solo un niño aparentemente indefenso, uno que no hacía más que llorar, como todos los demás niños a esa corta edad.
Sin embargo, los sabios reconocieron, iluminados por el Espíritu seguramente, que este pequeño niño era el Rey del universo. Por tanto, su propósito al llegar a Jerusalén es, según lo informa el v. 2, adorar a Jesús. Cuando llegaron a Jesús, también leemos que ellos lo adoraron como el Rey que era porque a eso habían venido.
Y tú, ¿cómo te acercas a Jesús? ¿Te acercas para adorarle, o pretendes hacerlo como Herodes, queriendo en el fondo evitar que él reine sobre tu vida?
El resultado correcto: Gozo incomparable
Al ver la estrella, los sabios se llenaron de gran gozo, pues habían encontrado aquello para lo cual habían viajado tanto y sobre lo cual habían indagado durante tanto tiempo.
No sabemos qué clase de estrella era, ni tampoco vamos a aventurarnos a adivinar. De lo que sí podemos estar seguros es que los sabios comprendieron que esta estrella era la señal de que el Mesías de Israel había nacido. En Números 24:17 leemos la promesa de la salida de la estrella de Israel, lo cual—se dice—algunos eruditos judíos consideraban ser una profecía de la llegada del Mesías.
El punto es que la estrella no era un fin en sí misma. Era un medio que Dios usó para llevar a los sabios a la verdadera fuente de gozo. Los magos se llenaron de alegría porque por fin conocerían al Rey de reyes que había nacido en tan humildes condiciones.
¿Quieres gozo que sobrepasa todo entendimiento? ¿Gozo que te sostiene en medio de las situaciones difíciles? Ven a Jesús, no desprecies a aquellos que en tu vida apuntan a la verdadera fuente de gozo.
Recuerda: La navidad—esta época maravillosa llena de buenas relaciones y excelente publicidad—no es un fin en sí mismo. No olvidemos al niño por andar corriendo, porque será triste y sin remedio el día en que descubramos que le ignoramos por los afanes de la vida. Vamos a la verdadera fuente de gozo cada día para encontrar perdón de nuestros pecados y gozo eterno.
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