Por Pablo Gutiérrez
“2 Pero tú, Belén (Casa del Pan) Efrata, Aunque eres pequeña entre las familias de Judá, De ti Me saldrá el que ha de ser gobernante en Israel. Y sus orígenes son desde tiempos antiguos, Desde los días de la eternidad. 3 Por tanto, El los abandonará hasta el tiempo En que dé a luz la que ha de dar a luz. Entonces el resto de sus hermanos Volverá a los Israelitas. 4 Y El se afirmará y pastoreará Su rebaño Con el poder del SEÑOR, Con la majestad del nombre del SEÑOR Su Dios. Y permanecerán, Porque en aquel tiempo El será engrandecido Hasta los confines de la tierra.” —Miqueas 5.2–4, NBLH
He escuchado relatos de niños pidiéndole a sus abuelos o a sus padres que les prometan algo: que nunca van a morir. La idea que un niño ame de esa forma es linda, pero como es evidente, ningún padre o abuelo puede prometer que nunca morirá. Si lo hiciera, estaría mintiendo, porque no está en sus posibilidades mantenerse vivo para siempre.
La historia de la Navidad tiene que ver con una promesa hecha por alguien que, no solo nunca ha mentido, sino que además tiene toda capacidad y potestad para hacer que sus promesas sucedan de la forma, y con las especificaciones que ha prometido hacerlo.
En Miqueas 5:2-4, el profeta nos llama la atención a algo que Dios está prometiendo que hará, esta promesa tiene tres elementos principales: Un lugar determinado, una persona específica y una función particular. Es posible, estimado lector, que tú encuentres más elementos, pero estos propuestos son enunciativos, de ninguna manera se propone que sean los únicos que se puedan encontrar en esta promesa.
Un lugar determinado:
El pasaje que estamos analizando comienza: “Pero tú, Belén (Casa del Pan) Efrata, Aunque eres pequeña entre las familias de Judá, De ti Me saldrá el que ha de ser gobernante en Israel.”
Este es quizá uno de los elementos que se pase más por alto: ¿Quién de nosotros puede decidir en qué lugar nacer? O dicho de otro modo, ¿Quién de nosotros tiene la potestad de nacer en cualquier lugar que elija? La respuesta, naturalmente, es que nadie puede decidirlo.
Sin embargo, Dios está prometiendo que de Belén habría de salir (nacería) alguien. Este alguien no es cualquier persona. Es alguien particular: un descendiente de la Casa de David, que nacería en un lugar en que el pastoreo era un oficio común (1 Samuel 15:17; Lucas 2:4-8)
No está de más enfatizar el hecho que exista un lugar determinado, y de qué lugar se trata (el lugar de la Casa de David) nos debe afirmar la naturaleza humana real de ese niño que nacería en Belén, lo que de cierto modo, nos da una “pista” acerca de uno de los oficios que habría de cumplir.
Una persona específica:
Si en el primer elemento notamos la naturaleza humana del niño prometido, debido a que se le asocia con un lugar geográfico existente y un linaje determinado, el mismo verso afirma algo más como elemento de esta promesa: “Y sus orígenes son desde tiempos antiguos, desde los días de la eternidad.”
Acá nos vamos a detener un poco: Si ya de por sí nacer en un lugar específico es algo imposible de realizar para cualquier ser humano ¡Cuánto más afirmar que los orígenes son desde la eternidad!
Y el asunto se complica más: recién acabamos de ver las implicaciones que tiene el hecho que la promesa contenga un lugar geográfico específico en cuanto a la naturaleza humana del niño prometido. Inmediatamente se nos dice que su origen es desde la eternidad, esto solo puede apuntar a algo más: una naturaleza divina; dado que sólo Dios es eterno y existe “desde tiempos antiguos”.
Este niño prometido es una persona específica: humana, porque en la encarnación entendemos que, como todos nosotros, nacería en un lugar determinado; pero también una persona divina que a diferencia de nosotros, ha existido desde siempre.
Una función particular:
Sin duda, hasta acá, nos ha emocionado rastrear el origen humano de aquel niño que, por medio del profeta, Dios está prometiendo. Y espero que nos lleve al asombro ver cómo no solo tendría un origen humano, sino que además tiene un “origen” eterno, debido a su divinidad.
Pero este niño cumpliría una función particular de acuerdo al texto que estamos estudiando: “Y Él se afirmará y pastoreará Su rebaño Con el poder del SEÑOR, Con la majestad del nombre del SEÑOR Su Dios”.
Ya desde el primer elemento habíamos descubierto que se vislumbra lo que habría de hacer, cómo fungiría para con su “rebaño”: lo afirmaría y lo pastorearía por medio del poder del Señor.
Y esto nos debe llevar a la reflexión: ese niño prometido por Dios, por medio de la profecía de Miqueas, nacería en un lugar determinado en el que el pastoreo era común, significando esto que es tan humano como nosotros.
Pero también es alguien que tiene un “origen” eterno y que ha existido desde siempre: siendo Dios mismo, tal como los cristianos lo hemos creído es coigual y coeterno junto con el Padre y con el Espíritu Santo.
Y para gloria de Dios navidad nos recuerda que Dios cumple sus promesas, hay motivos de festejar la encarnación de Dios: Dios con nosotros, Dios por nosotros; nuestro Buen Pastor que con todo el poder de Dios y su majestad, nos afirma y nos pastorea.
Fotografía por Unsplash.