Por Pablo Gutierrez
“Dios no obtiene su conocimiento a partir de las cosas, sino que conoce todas las cosas por él mismo y en él mismo.” – Luis de Molina
En la película italiana de 1997 La vitta é bella (La vida es bella), uno de los personajes secundarios tiene una extraña obsesión con los juegos de adivinanza, está tan fijado con el tema que, en determinado momento de la película, se lo ve descompuesto y hasta en un estado de alteración y estrés por no conocer la respuesta a una adivinanza que le han lanzado. Muchas veces nosotros somos como ese personaje, quizá no con los juegos de acertijos, pero sí con el tema de saber y conocer cosas que no está en nosotros saber por nuestra propia limitación. Por ejemplo: el futuro.
Es acá cuando dentro de los omni-atributos (aquellos que comienzan con el prefijo omni) de Dios aparece la omnisciencia. Antes de seguir vamos a definir la palabra. Omni en latín significa “todo” y scientia, también locución latina, significa “conocimiento. Tenemos entonces que la omnisciencia se refiere al atributo incomunicable de Dios, mediante el cual por sí mismo y en él mismo, tiene absoluto conocimiento de todas las cosas.
En 1 Jn 3:20 el apóstol Juan nos dice que Dios conoce todas las cosas. Esto quiere decir que su conocimiento es completo, no necesita aprender o saber algo nuevo. Todo lo que él sabe es perfecto y no necesita añadidura alguna. Intentaremos ver desde la perspectiva bíblica que este conocimiento incluye, principalmente tres aspectos: 1) sobre todos los asuntos de la creación en general; 2) sobre el corazón del ser humano en particular; y 3) sobre sus propios planes y designios.
Conocimiento de todos los asuntos de la creación
Desde el capítulo 38 hasta el 41 del libro de Job, podemos leer cómo Dios en su respuesta a Job, de una manera muy particular, le hace entender que solo él tiene completo conocimiento de cómo funciona todo lo creado; desde la tierra, los cielos, las estrellas y constelaciones, hasta los animales y las bestias. Dios tiene absoluto conocimiento de toda la creación.
La ironía contrastante que vemos en estos pasajes es inmensa, tanto así, que al final Job termina confesando su ignorancia: ‘Preguntas quién ha sido tan necio para negar tu providencia. Soy yo. Hablaba de lo que ignoraba en absoluto; de lo que no comprendía; de cosas demasiado admirables para mí.’ (Jb 42:3 NBV); y arrepintiéndose por haber hablado de lo que él, como un simple humano, no sabe: ‘Por eso me retracto arrepentido, sentado en el polvo y la ceniza.’ (Jb 42:6 DHH).
Dado que él es el creador del tiempo, Dios también conoce todo acerca del pasado, presente y futuro. No hay nada que esté oculto a él y que le sea ajeno o desconocido. Por ejemplo, en Deuteronomio 28 Dios le revela al pueblo de Israel qué es lo que les sucederá (en el futuro) en caso de que obedezcan y en caso también de que desobedezcan.
En los libros proféticos, si bien la intención principal de estos no es la de “predecir” el futuro sino la de recordarle al pueblo que había violado el pacto y que habría consecuencias por eso (las de Deuteronomio 28); sí vemos casos puntuales en los que se nos muestra que Dios tiene conocimiento absoluto del futuro y que conoce lo que sucederá, porque él lo ha planificado. Desde Isaías 44:28 se nombra a alguien como escogido de Dios: Ciro. El asunto acá es que esto es aproximadamente 160 años antes que, siquiera, Ciro existiera.
Es evidente y sostenible bíblicamente que Dios posee sabiduría absoluta y conoce por completo cada detalle de todo lo que él ha creado, de todo lo que ha hecho y de todo lo que hará. De esta manera podemos reforzar la enseñanza acerca de la totalidad del conocimiento que Dios posee por sí mismo en sí mismo.
Conocimiento del corazón del ser humano
‘Nada hay tan engañoso ni tan absolutamente perverso como el corazón. Nadie es capaz de conocer a fondo su maldad. Sólo el Señor lo conoce, porque él examina con cuidado todos los corazones y examina los más ocultos móviles de las personas para poder dar a cada cual su recompensa según sus hechos, según como haya vivido. ‘ (Jer 17:9-10 NBV)
A veces olvidamos lo siguiente: ni siquiera nosotros mismos nos conocemos de la manera en que Dios nos conoce. El texto citado nos indica que sólo el Señor conoce el corazón (entendiendo acá corazón no como el músculo que bombea sangre sino las intenciones y deseos que los seres humanos tenemos). Esto debería ser motivo de alegría y paz para el creyente: dado que sólo Dios me conoce por completo, él sabe qué situaciones propicia y permite para que yo sea moldeado cada vez más conforme a la imagen de su Hijo.
Otros pasajes como Gn 6:5, 8:21 nos recalcan precisamente que las intenciones (el corazón) del ser humano son continuamente inclinadas hacia el mal. Y es acá donde entender que Dios escudriña y conoce nuestros corazones nos debería llevar a un arrepentimiento genuino y a vivir en constante gratitud para con Dios: porque aun sabiendo cuáles son nuestras intenciones, por su bondad no hemos sido consumidos.
Por último, en esta sección te invito a que reflexiones en el Salmo 139. Léelo y medita en él antes de continuar a la siguiente sección. ¡Qué gran Dios tenemos, todo lo sabe, todo lo conoce y aún así, nos amó!
Conocimiento de sus planes y designios
‘Pero los planes del Señor quedan firmes para siempre; los designios de su mente son eternos.’ (Sal 33:11 NVI)
Es evidente que desde antes de la fundación del mundo, él ya tenía trazado un plan, un propósito de acuerdo a lo que en su mente planificó. Si conoce las palabras que vamos a proferir antes de nosotros pronunciarlas, es bíblicamente sostenible que también conozca las decisiones que íbamos a tomar aun antes de haber creado a los primeros seres humanos. Y también se sigue, lógicamente, que supiera lo que Adán y Eva harían y más todavía, que supiera exactamente lo que haría al respecto.
A esta planificación previa a la creación, se la conoce como plan de redención. De hecho pasajes como Mt. 25:34; He. 2:23; Ro. 8:29; Ef. 1:4; 1 Pe. 1:20; Ap. 13:8; nos detalla claramente que este plan de redención incluye el conocimiento previo de Dios respecto a lo que sucedería y a lo que él haría respecto a eso.
Estando Dios fuera del tiempo (y siendo él su creador) y teniendo una mente perfecta para planificar; de acuerdo a su voluntad y designio, él decidió crearnos en este mundo, sabiendo perfectamente lo que sucedería; y de qué manera él tomaría en sus manos el problema que nosotros mismos provocaríamos.
A la luz de esta verdad, pasajes como Is. 14:24 y 46:10 adquieren otro matiz. Si bien en su propio contexto tienen una interpretación correspondiente, a la luz de toda la narrativa bíblica nos dejan muy en claro que “todo salió conforme al plan de Dios”; aunque sea difícil de comprenderlo y de aceptarlo, nada de lo que sucedió en la historia del plan de redención, se escapó al conocimiento de Dios y a su plan perfecto.
Reflexionar sobre la omnisciencia de Dios nos debe llevar a humillarnos delante de su grandeza, sabiduría y a permanecer admirados ante tan inescrutables caminos. De este lado de la eternidad jamás comprenderemos este maravilloso atributo, pero sí podemos unir nuestras voces en adoración y exaltación ‘Al único y sabio Dios sea el honor por toda la eternidad a través de nuestro Señor Jesucristo. Así sea.’
(Ro16:27 PDT)