Por Susana de Cano
Nota del editor: Este es el primero de una nueva serie de artículos que se estarán publicando para inaugurar nuestra iniciativa de proveer recursos para mujeres. Esta serie persigue explicar los atributos de Dios de una forma sencilla y accesible para toda mujer que tenga acceso a estos escritos.
Hace algunos años mi esposo y yo pasamos por un tiempo muy difícil, de esos momentos que piensas que jamás saldrás. Entonces decidí leer Job. Mi intención era buscar la “clave” o lo que Job aprendió para poner fin a esta prueba, al dolor y la desesperanza que nos causaba la escasez, la enfermedad, las constantes discusiones y esa soledad que invade. Estoy agradecida de haber leído Job. No encontré la “clave”, pero sí me encontré con Dios mismo admirando Su Soberanía.
La palabra “soberanía” retumba a gobierno, ¿no es cierto? Es una característica de un Rey. O bien un adjetivo que califica la absoluta autoridad de una persona sobre un país o sobre una decisión. Dios es soberano. Simplemente porque Dios es Dios. Dios creó, Dios proveyó, Dios salvó en Cristo, Dios redime en Cristo, y un día todo Su Hijo regresará para vivir junto a Él toda la eternidad. La Biblia nos revela la soberanía de Dios en toda su majestad. Su soberanía respira en todas las palabras escritas acerca de Él. Job lo entendió.
SU SOBERANÍA EN LA ELECCIÓN
En el libro de Job encontramos a un hombre recto y justo (v. 1). Dios lo considera su siervo, en el capítulo 1 y lo reitera en el último capítulo del libro, Job 42:7. Su posición no fue cambiada delante de Dios a pesar de las tribulaciones. ¿Por qué? Porque todos los que han sido elegidos soberanamente por Dios desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1:3-6) para cumplir Su propósito de ser como Cristo (Romanos 8:29), que se les ha concedido por gracia el don de fe (Efesios 2:5-8), son hechos hijos (Romanos 8:15), por tanto, sufrirán (Filipenses 1.29) pero nadie las arrebatará de Su mano (Juan 10:27-29). Dios escoge conforme a Su propósito (Romanos 9:19-24) para Su gloria.
Esta es una buena noticia, porque sabemos que Él empezó la obra y Él la perfeccionará hasta el final (Filipenses 1:6). Puedes confiar que si Él te escogió, no te dejará (Deut 4:31; 1 Sam 12:22; Sal 37:28, 9414). Que si Él te amó primero, Él te guardará (1 Juan 4:7, 12b). Cristo es tu intercesor por excelencia y por tanto no desfallecerá tu alma. (1 Timoteo 2:5). Es bueno que Dios sea soberano, porque Él es sabio en todo lo que hace. Él es Dios, y Él le hace bien a nuestra alma.
SU SOBERANÍA EN EL SUFRIMIENTO
Por tanto, si Dios nos escogió para ser sus hijos. ¿Acaso solo recibiremos de Dios lo bueno y no lo malo? Job 2:10.
Como madre puedo entender un poco a Dios como Padre. Le digo a uno de mis hijos que si sigue meciéndose fuerte en la silla se va a caer. Le exhorto varias veces a que deje de hacerlo, pero lastimosamente algunas veces no me obedece porque piensa que sabe más que yo o que puede controlar la situación sin necesidad de los consejos de su mamá. De repente, pasa lo advertido: se cae. Peor aún, se lastima. Seguro, a la próxima que se quiera mecer o lo pensará dos veces, o tendrá más cautela, o simplemente no lo hará. ¿no somos así con Dios? Nos ha dado Su Palabra para conocerle y obedecerla a través de Su Espíritu en Cristo, y aun así queremos seguir meciéndonos en la silla a nuestro ritmo. El sufrimiento ayudó a mi hijo a entender la consecuencia de su desobediencia, aprendió a que es bueno escuchar a su mamá, y que por más que se considere apto, no puede controlar los acontecimientos cuando quiera.
El sufrimiento hace justo eso con nosotros. Es parte del proceso de santificación, que no es más que el crecimiento progresivo hacia la madurez del cristiano. Si somos sinceras, no somos tan obedientes como quisiéramos, y a veces hasta nos llegamos a excusar de ello. El sufrimiento nos acerca a Dios, nos hace buscarlo, incrementa nuestra fe, conocemos más a Dios, elimina el “yo”, nos disciplina para formarnos, nos hace apreciar a Dios, y nos hace bondadosos con otros que sufren. Al final, el sufrimiento es causa y evidencia de la naturaleza caída en desobediencia y rebeldía a Dios. Él nos llama al arrepentimiento para que le conozcamos y podamos vivir conforme a Su Palabra creyendo en Sus promesas aun cuando seguimos meciéndonos en esa silla varias veces más.
Su soberanía se muestra en que todos los acontecimientos que nos suceden no son desconocidos a Dios. Sus ojos están viendo a toda Su creación. Él sabe lo que pensamos, decimos y anhelamos. Y es por ello, que permite y orquesta ciertas situaciones en nuestra vida para que aprendamos Sus caminos. Él tiene una meta en mente: hacernos como Cristo (Romanos 8:29). ¿Cómo seremos como Cristo con este corazón permeado de deseos egoístas? Él que es soberano sabe cómo llevará a cabo esa labor en nosotras.
SU SOBERANÍA EN LA VICTORIA
Lo maravilloso de que Él sea soberano es que Él controla todo. Es poderoso para hacer que todas las cosas ayuden a bien para Sus propósitos (Romanos 8:28). No somos robots controlados por un amo malo, nos ha hecho a Su imagen y semejanza. Pensamos y sentimos como Él. Pero lastimosamente, nuestra mente y corazón han sido corrompidos por el pecado (Romanos 3:10) y no deseamos naturalmente a Dios. Su Espíritu en nosotras está en contra de nuestra carne todos los días (Gálatas 5:16-17), esa es la verdadera guerra espiritual.
Sin embargo, teniendo esta mala noticia, tenemos la Buena Nueva: el evangelio, Cristo revelado en Su obra de muerte y resurrección (1 corintios 15:3). Dios soberanamente ha orquestado desde antes de la fundación del mundo el plan maravilloso de enviar a Su Hijo para morir por los pecadores (Juan 3:16), por la fe en Él, nos ha sido dado un nuevo corazón para ser nuevas mujeres que deseen amarle (Romanos 6:6) para ya no servir al pecado. Su victoria es nuestra victoria. Su vida es nuestra vida. Su muerte es la crucifixión del yo para servir a otros. Su resurrección es la promesa que tenemos que un día resucitaremos juntamente con Él. Dios soberanamente ha decidido esto, tenemos evidencia, somos testigos de Su obra en nuestra vida.
Dios es soberano. Nos escoge, nos santifica por medio del sufrimiento pero nos ha dado la victoria en Cristo. Alabemos este atributo que solo le pertenece a Él. Cada evento que suceda en tu vida no es indiferente a Dios. No todos los eventos tienen una explicación mística o de un “gran propósito” según los hombres, pero todos los eventos de tu vida están delante de los ojos de Dios. No necesitas saber el “por qué” de cada circunstancia que atraviesas, porque ¿quién conocerá la mente del Señor? (Romanos 11:33-36). Mejor alaba a Dios por Quien es Él. Admira que Él es soberano y por Quien es Él puedes descansar y confiar en todo lo que acontece o no en tu vida. Por todo lo que tienes o no tienes. Por todo lo que te ha sido quitado o te ha sido dado en abundancia. La clave en todo esto es alabar Su carácter y ver a Cristo, atesorarlo como lo más preciado que tienes, porque es así.