Por Jorge Rivera
La universalidad del sufrimiento
El sufrimiento es un elemento esencial de la vida cristiana. Los hijos de Dios no estamos exentos de éste fenómeno universal. Todos los creyentes, junto con los demás, en algún momento padecemos y experimentamos de igual manera los estragos dolorosos que acarrean consigo la enfermedad, la pérdida de un ser querido, la ruina, la traición, los terribles desastres naturales, etc. No existe persona que no sufra en este mundo, mucho menos los cristianos.
No obstante, existe una gran diferencia entre el sufrimiento de los hijos de Dios y el de los no creyentes. Para los cristianos el sufrimiento es una promesa con esperanza (Jn. 16:33; 2 Tim. 3:12). Todas las pruebas que se presentan en la vida de los creyentes tienen la garantía de un buen propósito y un resultado eficaz (Ro 8:28; 1 P. 1:6-7). No es así para los que no son hijos de Dios. A ellos el sufrimiento no les ayuda para bien, solo les puede empeorar las cosas.
Tres ejemplos de la soberanía de Dios en el sufrimiento
La vida de José, Job y Jesucristo son claros ejemplos de la soberanía de Dios en medio del sufrimiento de Sus hijos. Son terribles acontecimientos que nos modelan cómo nuestro amoroso Padre Celestial está absolutamente en control de todas las cosas que nos suceden. Las Sagradas Escrituras nos revelan por medio de estos tres personajes la perfecta providencia del Dios todopoderoso. Después de toda la maldad cometida contra José por sus hermanos, y todos los sufrimientos que vinieron a su vida, aún así él estaba confiado en su corazón que nada se había salido de la perfecta voluntad de Dios.
“Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” Génesis 50:20 (45:5-8).
Leer los primeros dos capítulos del libro de Job es sorprendente. No existe otro ser humano que haya sufrido tanto como él, aparte de Jesucristo. Sin embargo, Job sabía que el Dios soberano había permitido los sufrimientos causados por el diablo en su vida.
“En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” Job 1:22 (1:8-22; 2:3-10; 23:13-14).
Definitivamente no se ha cometido otro pecado tan horrendo como el asesinato del Hijo de Dios. Pero a pesar de esto, Lucas nos escribe en el libro de Hechos que este era el plan perfecto de Dios desde la eternidad pasada. “A éste [Jesucristo], entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole” Hechos 2:23 (3:14-18; 4:27-28).
Lecciones esenciales que transformarán tú vida
1. Dios conoce el futuro porque Él mismo lo planeó y lo predeterminó con sabiduría en la eternidad pasada (Isaías 46:9-10; Efesios 1:11).
2. Dios conoce nuestros sufrimientos porque Él mismo diseñó que la vida cristiana los incluyera (1 Pedro 4:19; Filipenses 1:29).
3. Dios permite el pecado/maldad en nuestras vidas para cumplir Su plan perfecto sin ser Él mismo el autor del pecado (Isaías 45:7; Deuteronomio 32:4).
4. Dios hace Su perfecta voluntad y cumple Sus propósitos eternos a pesar de nuestras faltas e imperfecciones (Lucas 22:31-32; Juan 21).
Aquello bueno para lo cual Dios hace que todas las cosas cooperen es el mismo propósito para el cual nosotros fuimos escogidos, predestinados, creados, redimidos y llamados: Para ser como Cristo (Romanos 8:28-39).