Por Juan Paulo Martínez
El puritanismo nace en una época en que la política práctica y la religión estaban unidas. Los reyes se asistían de la Iglesia para legitimarse y la Iglesia se asistía de los reyes para tener autoridad nacional. El movimiento puritano germina entre el anglicanismo imperante en la Inglaterra de Isabel I.
Esta reina era protestante y antipapal. El arreglo isabelino de 1559 abolía el poder romanista en Inglaterra que, bajo su antecesora y hermana, María, había incidido en la nación. A pesar de que reinstauraba los Artículos religiosos (con algunas modificaciones) iniciados con Eduardo VI, cuyo contenido teológico puede considerarse una respuesta a los extremismos romanos y anabaptistas, muchos protestantes rechazaron la acción por considerarla una evidencia de que Isabel I estaba preparando el regreso a la idolatría católico-romana al permitir que ciertas práctica consideradas anti bíblicas siguieran gobernando a la Iglesia.
Estos protestantes fueron bautizados con el nombre de «puritanos» pues querían regresar a la religión bíblica pura con un tesón altamente escrupuloso. Se oponían a la parafernalia religiosa y miraban en el sistema episcopal una imposición no divina. Enfatizaban la regeneración personal, el culto familiar, la oración y la vida de santidad.
Pero estos hombres de Dios no estuvieron ajenos a la influencia del poder político. Años después, integrando la Cámara baja o de los Comunes en Inglaterra participaron en pugnas por derribar el apoyo que el sistema episcopal le daba a los reyes en turno. Carlos I, hijo de María La Católica, sucedió en el trono a Isabel I y llevó al país a una guerra civil. Los puritanos se aliaron con los escoceses quienes tenían una fuerte influencia presbiteriana. Y entre los avatares bélicos el Parlamento convocó a una asamblea en Westminster que dio nacimiento a la Confesión que lleva el mismo nombre. El resultado fue que entre 1644-1646 la Confesión se decidió por el orden de gobierno presbiteriano consiguiendo así, al menos temporalmente, el rechazo del orden episcopal que le interesaba al rey.
El puritanismo tiene entonces dos áreas importantes en su desarrollo histórico: primero, como movimiento político no solo agrupó a presbiteranos sino también a independientes y bautistas, quienes coincidieron en su lucha contra la monarquía episcopal, además de compartir una espiritualidad centrada en las Sagradas Escrituras; y segundo, como reforma cristiana que miró la manera de ordenar la vida de la gente y de la Iglesia de acuerdo a las doctrinas bíblicas y a una moral estricta.
Al margen del aspecto político, los puritanos eran personas felices. El retrato que de ellos se hace a menudo es injusto: gente que vestía solo ropas negras y que jamás se reía. Pero el puritano era una persona que además de llorar también reía. Jugaba. Se divertía sanamente y vestía ropas de otros colores. Eran, eso sí, bastante cuidadosos en la observancia de la religión cristiana. El Día del Señor fue de hecho uno de los motivos que los llevó pelear contra el régimen político. Eran asiduos lectores de la Palabra de Dios y procuraban arreglar cada detalle de su vida a la santidad bíblica. La herejía no era un juego. Tampoco la apostasía. Los pastores y maestros puritanos eran duros con el error, pero también eran grandes doctores del alma humana. Su producción literaria cuenta miles de páginas de denso escrutinio bíblico y teológico. Y su piedad llegó a ser tan profunda que el día de hoy todavía se abren sus libros y la gente recibe un impacto perdurable al leerlos.
Algo que podemos aprender del puritanismo en la época posmoderna que atravesamos, y que es urgente que comprendamos, es esta: con la fe cristiana no se juega. Los puritanos vivían la fe conscientes de que era verdad revelada de Dios y que Jesús andaba con ellos a cada momento del día. No se relajaban fácilmente ante señales de enfriamiento espiritual. Evitaban el pecado porque creían (lo creían de verdad) que llevaba a la perdición. Eran celosos con la doctrina verdadera y también entendían que la familia era el primer núcleo de santificación de sus miembros. Había pastores puritanos que te podían llamar la atención si se enteraban de que no estabas practicando el culto familiar.
Además, el puritanismo nos enseña que la espiritualidad cristiana es teocéntrica. No está concentrada en el hombre sino en Dios. La gloria del Señor no puede ceder ante el capricho humano. Ahora que nuestras iglesias se acomodan a lo que quieren los inconversos para ‘atraerlos’, la visión puritana puede corregir nuestros pasos enseñándonos que no hay ninguna eficacia en centrar el evangelio en el hombre. Que el evangelio es poder de Dios centrado en Cristo quien empieza y termina la obra en y por nosotros.
Y no podemos dejar de lado el profundo amor, devoción y dedicación que los puritanos le daban a las Sagradas Escrituras. Para bien o para mal, fueron a la guerra civil por causa de lo que consideraron un ataque a la autoridad de Dios revelada en la Biblia. Ahora hay quienes se dicen dispuestos a morir por la Palabra de Dios, pero parecen no comprenderla. Los puritanos pasaban muchas horas de la semana estudiando la Biblia y tratando de aplicarla a sus vidas, todo bajo la guía y autoridad de sus pastores.
¿Quieres conocer más sobre la espiritualidad puritana? Es más fácil de lo que crees. Solo consigue una copia de El Progreso del Peregrino de Juan Bunyan. Pero debes entender antes que, aunque hay alegorías y mucha imaginación en la obra, cada personaje y evento narrado está arraigado en la Palabra de Dios. Es la experiencia cristiana de uno que se toman en serio las Sagradas Escrituras. Allí se leen cosas que para los puritanos eran completamente veraces como el infierno, el cielo, el diablo, el poder y autoridad de la Biblia, la tentación, la santidad, la expiación, la resurrección y otros temas fundamentales.
Quizá estés a las puertas de un nuevo descubrimiento. Tal vez estés a punto de resolver tus preocupaciones ante un mundo cristiano que parece ir a la deriva, que se enfrasca en lo fútil, en lo insulso, en la vulgaridad de lo banal, en una frivolidad que se agota en la música de hombres hecha para los hombres y no para Dios. En lecturas sin contenido, negadoras de la verdad y cuya gloria máxima es su propio autor y su agenda.
¡Ten ánimo! ¡Hay mucho por descubrir!
hola. leo un pdf de oraciones puritanas llamado: VALLE DE LA VISIÓN y estas oraciones son demasiadamente profundas y teológicas me identifico tanto con ellas y me quedo sorprendida de que es un libro de tanto tiempo atrás pero las situaciones y luchas que reflejan en ellas son las mías ahora. saludes hermanos y bendiciones y gracias por estos recursos, también me leí el progreso del peregrino al comienzo de mi conversión y fue muy ilustrativo y fácil de entender el evangelio a través de el. gracias
Gracias @ladylorena:disqus por dejarnos su comentario. Saludos y bendiciones también para usted, nos alegramos que los recursos que publicamos sean para su beneficio y Dios sea glorificado en su vida.