Por Sergio Ramírez Lozano
Lutero el fundador de la música evangélica
“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales”—Colosenses 3:16
Con estas palabras el apóstol Pablo nos muestra cómo ya en la iglesia primitiva se tenía en un lugar importante la música, el canto se presenta como evidencia de la gracia en el corazón de los que han sido llamados de las tinieblas a la luz admirable, los salmos, himnos y cánticos espirituales hacían parte de la comunidad y ayudaban a que la palabra de Cristo morara en abundancia.
En la Escritura vemos desde el Antiguo Testamento a la música como expresión de gratitud y de honor a Dios.
Éxodo15:1 “Entonces Moisés y los israelitas cantaron en honor de Dios este himno”
Cantan para agradecer la liberación de la esclavitud, cantan para agradecer la bondad de Dios. Vemos como en este mismo capítulo en el versículo 20 “La profetiza María tomo una pandereta y se puso a cantar”, este es un canto que continuara haciendo eco en toda la historia de Israel y en toda la historia de la iglesia, “Canten en honor de nuestro Dios”.
“¿qué se ha de hacer? Pues tener canciones no solamente honestas sino también santas, las cuales nos sean como aguijones para incitarnos a orar y alabar a Dios, a meditar en sus obras, a fin de amarlo, temerlo, honrarlo y glorificarlo”—Juan Calvino
Es así como Martín Lutero entiende en la música dos objetivos, el objetivo primordial de la música que es darle la gloria y la honra a Dios y el otro objetivo que es en un sentido estrictamente didáctico, pues busca que las personas conozcan más al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Las palabras de Lutero: “… pues es la juventud la que más me importa”, son un ejemplo de esta tendencia didáctica que permea hasta el arte, para Lutero no tendrá utilidad la música o el arte mientras no sirva a un fin pedagógico de las Escrituras.
LOS REFORMADORES MISMOS TOMAN POSICIONES CONTRARIAS A LUTERO.
Martín Lutero (1483-1546). Es verdaderamente el fundador de la música evangélica en toda su abundancia y multiplicidad. Tenía apertura a la expresión musical en la liturgia.
Ulrich Zwingli (1484-1531). En su afán de hacer valer solamente la palabra hablada, aleja el órgano de la iglesia y no permite siquiera cantos corales.
Juan Calvino (1509-1564). No destierra del todo la música como lo hiciera Zwingli; no tolera cantos corales ni música figural, aleja el órgano y permite solamente el canto en su forma más sencilla, a una voz.
Lutero al contrario de Calvino y Zwingli fue un apasionado de la música, cuentan que de niño cantaba frente a las casas de los ricos burgueses quienes le daban dinero al escuchar su hermosa voz, más adelante ayudado por la viuda Cotta de Eisenach, estudio teoría musical y aprendió a tocar la flauta y el laúd; por toda su trayectoria en la música ya en tiempos de la reforma se esforzó por dar al canto un lugar digno en el servicio religioso, así acompañado de Paul Eber, Justus Jonas, Nikolaus Decius, Nikolaus Herman y su amigo y consejero musical, Johann Walther, crea el primer “coral evangélico”.
A partir de ese momento para elevar el nivel musical del pueblo se introdujo en las escuelas la enseñanza de la música con carácter obligatorio. Lutero, tiene plena conciencia de la virtud educativa de la música, en todas las escuelas se crean coros de alumnos encargados de ejecutar la música litúrgica evangélica. Se tomaron las canciones populares profanas de la época, que fueron una de las fuentes más importantes porque bastaba con un simple cambio de palabras para que se convirtieran en religiosas teniendo la precaución de conservar el ritmo original; estas fueron las melodías preferidas, el pueblo las cantaba con gusto.
Contra las protestas alzadas por algunos por el uso de melodías profanas, Lutero se defendió diciendo: “El diablo no necesita guardar para él solo todas las hermosas melodías”; él concebía a la música siempre al servicio de la palabra, la música como un don dado por Dios y no por el hombre, la música no como un fin en sí mismo sino en función de la palabra, la música con la capacidad de exorcizar al mismo diablo.
El movimiento musical eclesiástico inaugurado por Lutero tiene carácter actual y litúrgico, es actual porque pone conscientemente el arte de cada época a su servicio, es litúrgico porque está ligado a las formas de la iglesia. Para Lutero la música en última instancia, remitió, remitía y remitiría siempre a la verdad de Dios.
En la actualidad los cantos y melodías se multiplican y estas expresan como en tiempos de Lutero, el sentir melódico de la comunidad, esperamos que siga remitiendo a la verdad y la gloria de Dios y mantenga el sentido didáctico.
“No hay nada más delicioso que cantar alabanzas al Señor. Asimismo es un deber que es muy provechoso; será tanto una bendición para ustedes como algo agradable a Dios”—Charles Spurgeon
CASTILLO FUERTE ES NUESTRO DIOS
- Castillo fuerte es nuestro Dios,
Defensa y buen escudo;
Con su poder nos librará
En este trance agudo.
Con furia y con afán
Acósanos Satán;
Por anuas deja ver
Astucia y gran poder;
Cual él no hay en la tierra.
- Nuestro valor es nada aquí,
Con él todo es perdido;
Mas por nosotros pugnará
De Dios el escogido.
¿Sabéis quién es? Jesús,
El que venció en la cruz,
Señor de Sabaot,
Y pues él sólo es Dios,
Él triunfa en la batalla.
- Aun si están demonios mil
Prontos a devorarnos,
No temeremos, porque Dios
Sabrá aún prosperarnos.
Que muestre su vigor
Satán y su furor
Dañarnos no podrá;
Pues condenado es ya
Por la Palabra santa.
- Sin destruirla dejarán,
Aún mal de su grado,
Esta Palabra del Señor;
El lucha a nuestro lado.
Que lleven con furor
Los bienes, vida, honor,
Los hijos, la mujer…
Todo ha de perecer:
De Dios el reino queda.
Este himno fue publicado en 1529, se inspira de una forma muy particular en el Salmo 46, está escrito para mostrar como Cristo destruye a Satán.