Me declaro culpable de haber estado atrapada en las falsas promesas del mundo. Llegué a creer que obtener la aprobación de mis padres, profesores, amigos y hasta de las personas que no conocía me iba a hacer feliz. Y no fue algo imaginario, realmente obtener la aprobación de los demás sí me hacía sentir bien, me daba la seguridad de que estaba actuando «correctamente», al menos lo suficiente como para ganarme varias sonrisas, cumplidos y aplausos. Sin embargo, llegó un momento en el que solamente escuchar un “bien hecho” no fue suficiente. Simplemente me quedaba con el deseo y necesidad de que me siguieran hablando, me siguieran llenando de cumplidos (aunque a veces ni yo me los creía).
Para muchos, sentirse bien requiere de mucho más que un simple halago. La búsqueda de paz, seguridad y amor se convierte en una espiral que pareciera no tener salida. Porque así como yo, encuentran soluciones rápidas y fáciles que el mundo ofrece, y que al principio parecen cumplir su promesa de satisfacer nuestras necesidades. ¿Quieres olvidar tus problemas? El alcohol seguro te puede ayudar con eso. ¿Quieres sentir paz y tranquilidad? Alarmantemente el uso de marihuana ha incrementado (sobre todo en jóvenes), porque promete despejar tu mente de lo que te molesta. ¿Quieres sentirte amado? No hay nada mejor que estar en una relación con un persona que busca lo mismo que tú y está dispuesto a hacer cualquier cosa por obtenerlo. Incluso las redes sociales se han convertido en una distracción para dejar a un lado lo que nos inquieta. Definitivamente podría continuar con la lista de distintas opciones que se nos presentan día a día para sentirnos «bien» .Todas tan diferentes y al mismo tiempo tan iguales.
El problema con cada una de esas soluciones es que son temporales y superficiales. Así como para mi un día los cumplidos ya no fueron suficientes, todo lo demás llegará a quedarse corto para cumplir cada falsa promesa.
En Juan 4 se encuentra una de mis historias favoritas de la Biblia, el encuentro de Jesús con la mujer samaritana. (Aunque no entraré en detalles de la historia, es necesario saber que este no es un encuentro común ni normal, es todo lo contrario. Es uno de esos momentos donde Jesús nos demuestra que seguirlo a Él es salirse del molde y dar la milla extra). Él estaba en Samaria sentado junto a un pozo cuando apareció una mujer que quería sacar agua. Posiblemente ella había llegado al mediodía porque era la hora cuando menos probabilidad había de encontrarse con alguien más. Su vida no había sido la mejor, ella también se había creído algunas falsas promesas y había estado buscando satisfacer los deseos de su corazón en los brazos equivocados. Entonces Jesús comienza a hablarle y le dice que lo que Él tiene para ofrecerle es mucho mejor de lo que ella podría darle. La mujer no lo entendía, posiblemente esta no era su idea de un momento ni lugar idóneo para socializar y lo único que quería era sacar el agua e irse rápido. Pero Jesús siempre tiene los mejores planes. Ella quería llenar su cántaro, Jesús quería llenar su vida. Y entonces ocurre la conversación en la que quiero que nos enfoquemos. Luego de que ella le pregunta si Él es superior a Jacob y le pregunta cómo sacará esa «agua de vida» que Él promete, Él le responde diciendo:
“—Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed —respondió Jesús—, pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.”
Sí, Jesús lo tenía claro. «Todo el que beba de esta agua…volverá a tener sed.» Todo el que busque las soluciones de este mundo sabrá que en algún punto volverá a necesitarlas, porque nunca serán suficientes. Eso es lo que hacen las falsas promesas, satisfacen por un momento y luego te hacen querer más y más, hasta que ya no te puedes controlar y lo que antes te parecía exagerado se convierte en insuficiente. Yo siempre tenía sed de más cumplidos, ni uno solo pudo llenar ese vacío en mi corazón. Con el tiempo aprendí que estaba tratando de pelear en contra de mi propia inseguridad, pero definitivamente de la forma incorrecta. La aprobación se convirtió en una necesidad que buscaba satisfacer a diario, pero nunca era suficiente. Y aún si tuviera a alguien las 24 horas del día y los siete días de la semana llenándome de halagos, jamás sería suficiente.
Lo que iba a quitarle la sed a la mujer no era el agua del pozo, era el agua de Jesús. Él era el verdadero pozo en ese lugar, lleno de agua de vida eterna. Ese día ella conoció a Cristo y nunca volvió a ser la misma, porque es imposible tener un encuentro con Jesús y seguir siendo igual. Por eso yo pude ser libre de mi necesidad de aprobación cuando conocí a Jesucristo, porque Él se convirtió en mi aprobación. Él se convirtió en mi seguridad, paz y fuente de amor. Sólo Cristo tiene el poder para ser suficiente. Él y solo Él. Yo tampoco volví a ser la misma, porque luego de beber del agua de vida eterna…no volví a tener sed.
Y la Palabra continúa diciendo que no solo jamás volveremos a tener sed, sino que dentro de nosotros el agua se convierte en un manantial. El agua fluye y no se detiene, porque “ya no vivo yo, sino Cristo vive en mí… ”(Gálatas 2:20) Se siente un poco extraño darse cuenta de que ya no deseamos lo que antes queríamos, ya no necesitamos aquello de lo que éramos dependientes, porque la idea de poder transformar completamente nuestras vidas parece demasiado irreal si no conocemos al Único que la puede transformar. Es extraño, pero es lo mejor que nos puede pasar. Como dice 2 Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” Es la verdadera libertad. Y así como a la mujer samaritana, estoy segura de que cuando nos pasa luego no nos podemos callar de lo que Él ha hecho en nosotros. Que las soluciones del mundo no sean suficientes para satisfacer nuestro corazón es solo un recordatorio más de que esta no es nuestra casa.
“Si nos encontramos con un deseo que nada en este mundo nos puede satisfacer, la explicación más probable es que fuimos hechos para otro mundo.” —C.S Lewis
Excelente… Casualmente quería que Dios me revelara algo asi, y lo hizo. Gracias por tu historia, me ha inspirado. ¡¡Gracias DIOS!! Dios te bendiga. Saludos desde Venezuela.
¡Gloria a Dios! Me alegra muchísimo que haya sido de bendición, gracias a ti por leerlo 🙂 Muchas bendiciones, ¡Saludos!