Durante las últimas semanas el Dr. Joel Beeke y yo nos hemos unido para trabajar en una porción de su masivo nuevo libro “Una Teología Puritana”. No hemos estado leyendo todo el libro, sino sólo los últimos ocho capítulos los cuales tratan de la teología práctica, el “¿y ahora qué?” de la teología sistemática.
Esta semana hemos leído el capítulo 54, que habla de los puritanos y la oración. Le hice algunas preguntas al Dr. Beeke relacionadas con los puritanos y la forma en que oraban:
TC (Tim Challies): Los puritanos se conocen hoy en día por la importancia que le daban a la adoración colectiva y el culto familiar. ¿Han integrado también el culto privado (o devociones personales) en sus vidas? ¿En qué consistía la adoración?
JB (Joel Beeke): Los puritanos veían las devociones personales como la raíz de la familia y el culto público. “El Directorio para el Culto Familiar” en realidad comienza elogiando “la adoración secreta” como “lo más necesario”, donde cada individuo se dedica “a la oración y a la meditación” como un medio especial para la “comunión con Dios”. Los pastores y los padres, dice, deben exhortar a “personas de todo tipo para llevar a cabo este deber día y noche.”
Los principales elementos de las devociones personales son la meditación de la Palabra y la oración a Dios. La meditación alimenta el alma con la Palabra para así, cada día servir a Dios. Thomas Manton dijo: “El que trabaja debe tener sus comidas, de lo contrario va a desmayar.” John Cotton dijo: “Aliméntate con la Palabra, eso hace regocijarnos en la Palabra.”
TC: Matthew Henry escribió un libro muy popular sobre la oración y una de sus primeras recomendaciones era “empezar cada día con Dios.” ¿Que habrían dicho los puritanos si alguien hubiese sugerido que la Biblia no manda a hacer devociones diarias o culto privado de cada día?
JB: Manton dijo: “Aunque no sea una norma expresa de la frecuencia con la que debemos estar con Dios”, sin embargo los mandamientos y llamados de Dios a la oración “son muchísimos.” Señaló que la Palabra nos manda a “orar sin cesar” (1 Tes. 5:17) y estar “Orando en todo tiempo” (Ef. 6:18). Esto implica un hábito continuo de oración, y también establecer tiempos especialmente para la oración. Él nos ofreció el ejemplo de David (Sal. 55:17) y Daniel (Dan. 6:10), quienes oraban tres veces al día. Es cierto que podemos levantar oraciones espontáneas (Neh. 2: 4) en medio de nuestro trabajo ordinario. Pero también hay que “luchar” en oración (Rom. 15:30), lo que implica un mayor tiempo determinado exclusivamente a la oración. Algunos de esos tiempos de oración no serán con la familia o con la iglesia, sino que Cristo nos enseñó sobre todo a orar a solas en un lugar secreto (Mat. 6: 6), y en ese mismo contexto orar “todos los días” (Mat. 6:11). No debemos ver la oración como un mero comportamiento religioso, preguntando: “¿Con qué frecuencia tengo que hacerlo?” En cambio, Manton dijo que la oración es la conversación de “un alma amorosa con Dios”, y “los actos de amistad y comunión no deben ser raros ni pocos frecuentes, sino constantes y con mucha frecuencia.” Él escribió: “Si tenemos amor a Dios, no podemos estar mucho tiempo fuera de la compañía de Dios, sino que vamos a estar con Él derramando nuestro corazón frecuentemente.”
TC: Se ha hablado mucho en el mundo cristiano últimamente acerca de la importancia de orar la Escritura. Sin embargo, los puritanos estaban haciendo esto hace siglos. ¿Cómo y por qué iban a usar las Escrituras para orar?
JB: La Reforma no fue sólo un retorno a la doctrina bíblica, sino también un retorno a la espiritualidad bíblica. Un erudito escribe: “Para Lutero, la Reforma fue acerca de cómo la iglesia ora.” Lutero alentó a la gente a dejar atrás la preocupación medieval con los santos y la repetición sin sentido en la oración, para volver a las oraciones simples y sinceras sobre la base de los salmos y la oración del Señor. Como la Reforma procedió a través de hombres como Juan Calvino y los puritanos, Dios renovó el interés en la Palabra de Dios para dirigir tanto cómo oramos, como lo que oramos.
Los puritanos oraron con corazones saturados de la Escritura. Especialmente encantados en la transformación de las promesas en oraciones. William Gurnall dijo: “La oración no es más que la promesa invertida.” También dijo: “Mientras alguien más esté en la Palabra, más poderoso será éste en la oración.” Este patrón de orar las Escrituras culminó en el libro de Matthew Henry, “Un Método para la Oración”, en el que se recoge cientos de Escrituras en diferentes rubros para guiar a los cristianos en la oración.
TC: ¿Cuáles son algunos de los mejores recursos puritanos a los que se puede recurrir si nos gustaría aprender a orar mejor?
JB: Dos pequeños libros accesibles en la serie Puritan Paperback son Thomas Brooks, “La Clave Secreta al Cielo”, y John Bunyan, “Oración”. Todavía se pueden encontrar algunos ejemplares de “Los Puritanos en Oración”, que incluye escritos por John Preston, Nathaniel Vicente, y Samuel Lee; aunque está fuera de impresión ya.
Para orar las Escrituras, véase el libro de Matthew Henry que acabo de mencionar. Para muestras inspiradoras de oraciones por puritanos, consulte “El valle de la Visión”, editado por Arthur Bennett.
También se puede encontrar una buena introducción a los puritanos en cuanto a la oración en el libro que edité con Brian Najapfour, “Apoderándose de Dios: Perspectiva Reformada y Puritana de la Oración”. El Rev. Najapfour también ha publicado “El Mismo Corazón de la Oración: Recuperando la Espiritualidad de John Bunyan, y Jonathan Edwards, su Doctrina y Devoción a la Oración”.
Por supuesto, los puritanos nos dirían que el libro más importante en la oración es la Biblia.
Fuente: http://www.challies.com/reading-classics-together/pray-like-a-puritan
Traducido para Evangelio Verdadero por Jorge Ostos