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Fuente: Sermones de Charles Spurgeon | Bajo licencia de dominio público.
Hay momentos, amados hermanos, cuando el siervo llamado del Dios viviente no tendrá nada que hacer en la predicación excepto simplemente abrir su boca y dejar que las palabras fluyan. Escasamente tendrá que detenerse para pensar, sino que más bien los pensamientos serán inyectados en su mente y mientras predica sentirá que hay un poder que acompaña su palabra. Sus oyentes también lo discernirán. Algunos de ellos sentirán como si estuvieran sentados junto a un mazo que golpea sus corazones. Otros sentirán como si la verdad se introdujera furtivamente en sus corazones para matar toda incredulidad, de una forma tal que no podrían resistir ese poder bendito. Sucederá a menudo que los hijos de Dios encontrarán que la Palabra va acompañada de una influencia y de un poder irresistibles.
—Charles H. Spurgeon | Sermón: Un pueblo dispuesto y un Líder inmutable