Por Jorge Rivera
Rodrigo y Cindy, su esposa, estaban todavía tambaleándose luego de una serie de golpes que les habían alterado la vida: por ejemplo la pérdida del empleo, problemas de salud, pérdida de un bebé y todo en muy poco tiempo.
Entonces llegó la oscura y fría noche del 26 de diciembre, la noche que apagó lo poco que les quedaba de sus trece años de matrimonio. Rodrigo, incapaz de deshacerse de la culpa de una aventura amorosa de hacía mucho tiempo, eligió la tranquilidad de aquel momento navideño para admitir lo que había hecho. ¿Puedes imaginarlo? O tal vez te lo imagines perfectamente bien. Cindy estaba destruida, como era de esperar, empacó sus cosas y se fue a casa de su hermana, mientras Rodrigo se quedó solo, mirando las cuatro paredes de realidad que no había querido ver en sí mismo antes.
Los resultados del carácter, rendición de cuentas e integridad habían sido expuestas de manera fuerte (siempre lo serán) y ahora estaba viviendo Rodrigo con la temible soledad y las vergonzosas consecuencias de sus pecados. Aunque había sentido pesar durante mucho tiempo, los efectos adormecedores de la negación y la culpa habían calmado la sensación de dolor de las heridas. Pero ahora, en la dura realidad de una casa vacía, sentía el dolor en carne viva.
«Porque mientras aún éramos débiles, a su tiempo…».
Otro ejemplo es Pedro, uno de los ancianos de la iglesia, quien se convirtió a Cristo en su primer año de universidad y de inmediato comenzó a servir a Dios, a amar a Dios y a ser transformado por el Señor. Una de las marcas de su crecimiento en Dios era una rica comprensión bíblica de lo que anda mal en el corazón humano, las cosas de cómo estamos rotos en los lugares más profundos, cómo buscamos de manera instintiva en todo lugar excepto en Dios para calmar nuestra agitación y desasosiego.
Cuando tenía ocho años, a Pedro le habían diagnosticado depresión clínica y había luchado con ese gran peso desde entonces y hasta adulto, durante el matrimonio, e incluso durante sus años de fidelidad al Señor. Sin embargo, había comenzado a hacerse preguntas, no porque se sintiera culpable por tomar los medicamentos que le recetaban para controlar la química del cerebro… Pero «¿y si hay algo en mi corazón que necesita atención, algo que estos antidepresivos están enmascarando» pensó ó. «¿Qué daño me puede hacer, solo por un tiempo, para ver?». Respuesta: le haría mucho daño. Justo después de dejar las pastillas, la depresión lo llevó a nuevos niveles de oscuridad, una desesperación increíble, brutal. A pesar de que estaba acompañado por su esposa, su iglesia y por consejeros competentes, los vaivenes en sus pensamientos y emociones terminaron enterrándolo en el subsuelo, con apenas un suspiro de alivio. El sol apenas salió en su vida durante dos años completos.
Pedro no recuerda con exactitud dónde estaba ni lo que estaba haciendo en el momento del día cuando algo que se parecía al brillo y al calor captó sorpresivamente su atención. Pero sí recuerda cuando reconoció de manera consciente que estaba confiando en el Señor, como nunca antes, que estaba siendo atraído hacia la esperanza por la más pura sensación del amor y el favor de Dios que había conocido jamás, que no solo había sido redimido por la obra única de Cristo, sino que en ese momento estaba, y todavía continúa, experimentando la redención. «Porque mientras aún éramos débiles» y «a su tiempo…».
Luego tenemos a Ashley, la hija de un predicador, pero quien siempre experimentó un gran vacío en su corazón por falta de amor y atención. Eso la había metido en muchos problemas y en una serie de relaciones abusivas, todo lo cual la había alejado de la persona que ella pensaba que sería. Sin embargo, algo sucedió un día en el funeral de su líder de jóvenes, quien había muerto trágicamente en un accidente automovilístico. Fue muy triste. Había sido un golpe fuerte para todos, pero lo que la gente decía de él (y todo era verdad) era lo mucho que amaba a Jesús, la pasión con la que seguía a Cristo, lo contagiosa que era su vida cristiana. Y todo lo que Ashley pensaba era que si ella hubiera muerto en lugar de él, nadie habría dicho esas cosas sobre ella. Con toda honestidad, no se habría sorprendido si hubiera asistido poca gente a su funeral. En realidad, no había mucho que celebrar, recordar o admirar. Sobre todo después del incidente de la boda. Una amiga le había pedido que fuera su dama de honor y ella estaba emocionada por haber sido invitada a formar parte tan importante de ese gran día. Pero en las semanas anteriores a la ceremonia, Ashley había empezado a beber mucho. Había llegado a comportarse de una manera vergonzosa y alarmante. Ella logró destruir la amistad con la futura novia (su amiga) luego de un par de ataques de ira y mala actitud.
Algunos amigos le dijeron a la novia que estaba en todo su derecho de no volverle a hablar a Ashley nunca más, mucho menos de sentirse mal por excluirla de ser dama de honor, aun tan cerca de la fecha de la celebración. Pero en lugar de eso, ella se acercó a Ashley con perdón y gracia. A pesar de lo ocupada que estaba con los preparativos, dedicó tiempo para conversar con ella sobre lo que había pasado y para ver cómo podía ayudarla. Más que nada, le dijo que su amor por ella, igual que el amor de Cristo por ambas, era más grande que todo pecado, toda culpa o todo intento de alejarlas. «Porque mientras aún éramos débiles» (justo en el momento adecuado), … «Cristo murió por los impíos».
Te va a encantar Romanos 5.6 te va a gustar escuchar lo que el Dios de gloria y toda la creación te dice y nos dice a nosotros sobre lo que Él estuvo dispuesto a hacer para redimirnos de la condición de enemigos: «siendo aún pecadores» (v.8); y lo que sigue haciendo cada día para redimir a aquellos que son ahora «justificados por su sangre» (v.9) para que podamos seguir siendo, incluso como creyentes, «salvos por su vida» (v.10). ¡Ámalo! ¡Tiene que encantarte! ¿En realidad somos tan débiles? Será mejor que creas que lo somos.
La gente dice que el cristianismo es una muleta y lo dicen como si estuvieran poniéndola en nuestra espalda, como si eso debiera incomodarnos. Sin embargo, esa afirmación nunca nos ha molestado. Más bien decimos: «¡Claro!». Necesitamos esa muleta. No podríamos vivir sin esa muleta. Porque, escucha bien: apoyarse en la muleta del cristianismo es mucho mejor que andar cojeando sin ayuda que es la única opción que habríamos tenido si Dios no hubiera llegado en el momento oportuno, mientras todavía éramos débiles, y nos hubiera sostenido con el poder vivo de la muerte y la resurrección de Cristo.
La gente pregunta: «Entonces ¿quieres decir que todos estamos condenados, que no hay nada que hacer? ¿Eso es todo? ¿Desde el momento en que nacemos?». Sí, eso es básicamente lo que estamos diciendo. «Entonces ¿no podemos cambiar? ¿No somos capaces de vivir correctamente? ¿No podemos ver por nosotros mismos lo que está mal y hacer lo que sea necesario para corregirlo?».
No, no podemos. A menos que … … a menos que Dios intervenga en el matrimonio destruido de Randy y Cindy y les muestre lo que el evangelio (o buenas noticias) ofrece y puede hacer, incluso veintitantos años después, en una completa relación salvada entre ellos. … a menos que Dios acompañe a Pedro a las profundidades infernales de la depresión, sin avergonzar a un líder de la iglesia por no ser capaz de sacudir sus malos estados de ánimo, sino más bien acompañarlo durante su proceso con una tierna tenacidad. … a menos que Dios use el amor incondicional de una amiga para reflejar el carácter de Cristo en la vida de Ashley, tomando a una joven que se veía sucia, despreciada y no respetada para transformarla en una hija del Rey bienvenida y sin vergüenza alguna.
La belleza del evangelio de Cristo es el gran «a menos que» de la vida. Y mi pregunta para ti hoy es ¿Cómo lo hemos visto en la práctica en nuestra vida?…