Por Isa Arenas
Hace un tiempo alguien me preguntó: “¿Cuándo te enojas pecas?” mi respuesta fue “claro que no”. Meditando en esta respuesta he llegado a la conclusión de que pueda ser que ya no peque con mis palabras pero, ¿qué pasa con mis gestos? O ¿qué pasa con mis pensamientos? Quizás al igual que yo, estés lidiando con el pecado que cometes después o al airarte y, si al igual que yo te preguntas ¿por qué me enojo? El enojo es una respuesta que tendremos acerca de un juicio moral negativo en contra de nosotros, y esta última palabra es curiosa “nosotros” porque somos el centro de nuestro propio enojo, esto en principio dice mucho sobre nuestra ira; la mayoría de las veces siempre es acerca de nosotros.
Me centraré en la enseñanza de Jesús sobre el enojo del “sermón del monte” Mateo 5:21-22, Jesús se está refiriendo con este enojo al enojo que no es justo, que es basado en un sentimiento contrariado y de ofensa de un mal que se ha hecho en contra de mí, una ofensa injusta. Jesús hace una comparación muy importante con el mandamiento de “no matar” con el sentimiento del enojo, ¿coincidencia? En absoluto, el asesinato es un pecado espantoso, sin embargo, el enojo también lo es porque igualmente viola el mandato de Dios de amar, el enojo en este caso, se refiere a la amargura gradual y enardecida en contra de alguien, es una emoción sumamente peligrosa que en muchas ocasiones podría salirse de control y llevar a la violencia, causar heridas emocionales o daño espiritual.
En Efesios 4:30-31 también vemos cómo Pablo exhorta a que abandonemos toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Los humanos podemos entristecer al Espíritu Santo por la forma en que vivimos, pero también por la forma en la que respondemos.
Reflejemos a Cristo
Pablo continúa en el versículo Efesios 4:32 “Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.” Cuando nos enojamos respondemos con todo lo que somos en contra de algo que percibimos como malo u ofensivo que no nos merecemos, pero nosotros no merecíamos el perdón de Dios y lo obtuvimos por medio de Cristo, no merecíamos nada y al enojarnos debemos preguntarnos si esta acción emocional refleja a Cristo o si esta acción de enojo es una respuesta de lo que está en nuestro corazón. Los humanos tenemos una necesidad de ser el centro queriendo ser dioses de nuestras pasiones y justificándonos a reaccionar airados por el daño que se nos ha causado.
En Juan 2:15-16 vemos que Jesús estaba enojado con los comerciantes que se aprovechaban de las personas que llegaban a la casa de Dios para adorarlo, este enojo fue justo, porque era una ofensa a nuestro Padre, Dios. Pero el enojo descontrolado y la indignación justa son dos cosas muy diferentes, pero ambos sentimientos son enojo. Debemos tener mucho cuidado con esta poderosa emoción. Es correcto indignarse ante la injusticia y el pecado tal como Jesús lo hizo, pero es incorrecto tener arrebatos de enojo por ofensas percibidas hacia nosotros, que esto lleva a que nuestro en la mayoría de ocasiones sea injusto, porque no está ofendiendo a Dios, sino a nosotros mismos.
El gozo de ser salvos
El gozo verdadero y perpetuo solo viene cuando nosotros los creyentes, por fe, a través de la gracia, confiamos en Jesucristo como Señor y Salvador y nos apropiamos de las verdades de su reino. Aunque hemos sido rescatados aun somos propensos a alejarnos de nuestro Salvador quizá sientes que te alejas cuando expresas enojo hacia tu prójimo, cuando no eres aceptado, cuando no eres escuchado o quizá cuando te han dañado. Quizá te preguntes, ¿por qué si estoy gozoso de la salvación que se me ha sido dada, sigo reaccionando con enojo? Mientras el pecado esté en nosotros, la ceguera espiritual nos seguirá engañando con pensamientos como el que nuestro enojo es justificado; Romanos 5:21.
Nos necesitamos unos a otros
No podemos luchar contra nuestro pecado solos, al caminar en la verdad otros creyentes pueden darnos claridad que nosotros mismos no podemos tener por nuestra cuenta, necesitamos que nuestros hermanos nos den ese ánimo para que nuestro pecado no gane la batalla, cito a Paul Tripp en su libro <Guerra de Palabras> “Necesitas el ánimo de tus hermanos cada día para que tu pecado no te ciegue, el ánimo que tus hermanos te dan es uno de los medios principales que Dios usa para guardarte del pecado y de la incredulidad”
Dios nos ha escogido, debemos reflejar el amor que él ha tenido con nosotros, siendo pacientes somos sus hijos amados, adoptados, redimidos que por gracia tenemos el perdón a través de Cristo, su hijo, ¿estamos reflejando a Cristo con nuestras emociones?