Por Walter Jolon
“1Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,2en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,3entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.4Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,5aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),6y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,7para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.8Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;9no por obras, para que nadie se gloríe.10Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” —Efesios 2.1–10, RVR60
Somos pretenciosos
Uno de los serios problemas que padece la raza humana es que siempre pretende encontrar satisfacción personal a través de méritos propios, esfuerzo humano, logros, reconocimiento, aceptación y aprobación.
Como seres humanos somos demasiado pretenciosos en cuanto a nuestras habilidades, talentos, capacidades o conocimiento que ya tenemos o deseamos obtener. Estas cosas mezcladas con el orgullo interno, que es parte de la naturaleza pecaminosa del hombre caído, fomentan egoísmo, arrogancia, soberbia, competitividad y el sentimiento de superioridad cuando pensamos que por poseer tales cosas o alcanzar ciertas metas y logros somos mejores que otras personas, o, al contrario, fomentamos la envidia, la queja y el chisme cuando sentimos que no tenemos los logros o las capacidades que otras personas sí poseen.
En el plano espiritual esto también es verdad. Hemos llegado a creer que necesitamos ser “buenas” personas o hacer cierto tipo de obras para impresionar a Dios y ganar su favor, ya sea para que nos bendiga o para que nos de el cielo como recompensa por nuestro esfuerzo; pretendemos ganarnos la salvación eterna (a veces nos creemos la última coca cola en el desierto o que Dios se ganó la lotería con nosotros). Lo que no sabemos es que somos por naturaleza pecadores que están muertos en sus pecados y en sus delitos. Esa es nuestra condición si Cristo no ha intervenido en nuestras vidas.
El problema es que estando en esta condición todo lo que hacemos está alineado a los deseos internos que son mundanos y egoístas. Nuestras mejores intenciones, nuestras mejores obras o acciones están vacías de fe y saturadas de pecado porque esa es la distinción de alguien que es llamado hijo de desobediencia. Nuestra única meta en esa condición miserable es satisfacernos de manera egoísta lo cual nos hace blancos perfectos y justos merecedores y receptores de la ira de Dios.
Dios interviene con el evangelio de la gracia
Es por esta razón que Dios ha intervenido, y lo ha hecho bajo los términos de su misericordia y de su gracia. Dios se ha compadecido de nosotros, Él ha tenido a bien ser nuestro benefactor y nosotros los beneficiarios concediéndonos el regalo de la gracia que consiste en darnos su favor que no merecemos pero que a Él le ha placido dárnoslo porque Él es un Dios lento para la ira y grande en misericordia que se deleita en perdonar y salvar pecadores.
Su favor inmerecido comienza con darnos vida cuando estábamos muertos por causa de nuestros pecados, su Espíritu hace una obra maravillosa en nuestro interior para regenerar la vida espiritual porque solo alguien que está vivo puede ver, tener fe, creer y arrepentirse de sus pecados. Su gracia continúa de esta manera, Él nos ha resucitado, una vez vivos podemos ver y oír el glorioso evangelio que impacta nuestros corazones y luego nos concede el regalo de la fe para que podamos ver a Cristo y creer en su maravillosa obra de rescate, salvación y perdón de pecadores.
Recordemos que éramos hijos de ira, totalmente incapacitados, rebeldes y desobedientes a las demandas de la ley de Dios, sin embargo, Jesús tomó nuestro lugar siendo Él mismo hecho hijo de ira en la cruz del Calvario donde Él se convirtió en el recipiente de la ira divina en toda su manifestación. Es de esta manera que la gracia de Dios en Cristo aplasta nuestro orgullo pretencioso pues nos lleva a la realidad de que ninguna de nuestras obras por más buenas o impresionantes que sean, tiene la capacidad de ganar el favor y la salvación de Dios, Él ve nuestras obras pretenciosas como trapos sucios e inmundos que le provocan náuseas.
También recordemos que, bajo la gracia, la salvación a nosotros no nos ha costado nada, ha sido gratuita, pero al Padre le costó sacrificar a su Hijo, y al Hijo le costó su propia vida derramando su sangre.
Y esta es nuestra maravillosa verdad: nosotros no merecíamos ni merecemos perdón, pero la gracia de Dios nos alcanzó para hacer de Cristo nuestro Señor y Salvador. Y sí somos salvos por obras, pero no las nuestras, sino las de Cristo.
Lo que debemos evitar
Como cristianos, un problema grave que debemos evitar en nuestras vidas es que nuestro orgullo sea alimentado por los logros religiosos o espirituales que obtengamos durante nuestro caminar en Cristo. Es muy fácil ser engañados por nuestro corazón y pretender que Dios se impresiona con nuestras buenas obras, nuestro servicio o nuestra mucha teología y ser engañados a sí mismos creyendo que Dios nos debe su favor y que por nuestro rendimiento espiritual Él debe recompensarnos y bendecirnos.
Por experiencia propia puedo decir que por pensar de esta manera fui llevado a un punto de frustración y de trauma gritándole y reclamándole a Dios por qué no me bendecía si yo era un fiel diezmador y un gran servidor en la iglesia. ¡Que engañado me tenía mi propio orgullo!
La salvación se distingue por las buenas obras
Por último, la comprensión de que hemos recibido el perdón y la vida eterna por gracia por medio de la fe en Cristo quien es el único digno y el único que posee los méritos suficientes para ganar el favor de Dios para nosotros se va a evidenciar en que, a partir de nuestra salvación, nuestras vidas cristianas se van a distinguir por las buenas obras. Porque como ya sabemos, no somos salvos por obras, pero sí para buenas obras. Le fe de los creyentes siempre será adornada por sus buenas acciones.
No eres un buen cristiano solo porque te la pasas mucho tiempo en la iglesia o eres de los que ha servido incansablemente, eso es bueno, pero las buenas obras van más allá. Haces buenas obras cuando eres un papá o una mamá responsable cuando cuidas a tus hijos, cuando eres un trabajador responsable, puntual, colaborador, o un buen estudiante, un buen maestro, un hijo obediente, un buen ciudadano que respeta las leyes civiles, etc.
Hermano y hermana, no ganas el favor de Dios con tus buenas obras, pero sí lo glorificas y lo honras con ellas. El evangelio es adornado con las buenas obras de los redimidos de Dios en Cristo.
Fotografía por Unsplash.
que me dice ud acerca de la profecia cumplida ? y el evangelio eterno predicado por el apostol Pablo ? Cristo ya vino o aun esta por venir ?