Por Walter Jolón
La frase “los religiosos” ha sido acuñada por muchas personas para enseñar o dar a conocer que ellas no pertenecen y no se identifican con un determinado grupo de creyentes que practican determinada religión o que tienen ciertas posturas doctrinales o teológicas y cierto tipo de vida.
La frase es muy ambigua y se puede utilizar de distintas maneras y bajo distintas motivaciones. El problema es que el término “religioso” durante el paso del tiempo ha ido adquiriendo una connotación negativa, a tal punto que ser un “religioso” practicante o ser etiquetado como “religioso” es algo malo. Entonces, según esta connotación, ser “religioso” es ser encerrado dentro de un espectro muy amplio. Por ejemplo:
- Un legalista es etiquetado como “religioso” porque se cree que se apega en exceso a las normas y mandamientos de las Escrituras o porque sigue tradiciones y mandamientos humanos y cree que así puede ganar el favor de Dios. Entonces, cuando se quiere encasillar a este tipo de personas legalistas, se refieren a ellos como “los religiosos”.
- Una persona que busca la santidad todos los días de su vida querrá apartarse del pecado, no para ganar un favor de Dios o su salvación, lo cuál es la esencia del legalista, si no como un resultado de la obra genuina del Espíritu Santo en su corazón que lo llevó a creer en Jesús y arrepentirse de sus pecados. Sin embargo, una persona que persigue la santidad es etiquetada por muchos como un “santulón” o, en este caso, como “un religioso”.
- Una persona que considera que su vida cristiana debe ser distinguida por ser constante en su iglesia local, participar en un estudio bíblico, ser parte de un discipulado, participar en una comunidad de creyentes para compartir sus dones, su tiempo y sus talentos y también para compartir su vida con personas que no son creyentes para enseñarles acerca del evangelio y la vida cristiana; este tipo de creyente es considerado por muchas personas que no están de acuerdo con esta cosmovisión como “un religioso” porque ellos no consideran que ese es el tipo de vida que alguien que ha creído en Jesús debe llevar.
- Hay personas que con motivaciones sinceras y no tan sinceras muchas veces desean defender sus convicciones religiosas pero que en su afán de hacerlo entra en polémicas y en debates infructuosos con otros creyentes, estas personas también son encasilladas como “religiosas”.
- También, bajo esta misma idea, hay predicadores que son tachados de “religiosos” cuando hacen un llamado al arrepentimiento y a la santidad.
En fin, es muy probable que se me escapen otros ejemplos de cómo esta frase “los religiosos” ha sido utilizada como un apelativo o, para ser más precisos, como un peyorativo que ofende y encasilla a las personas para desligarse de pertenencia a ese grupo de creyentes.
Con respecto a nosotros los cristianos evangélicos, hay peores formas en las que somos etiquetados. Nos llaman charlatanes, hipócritas, aleluyas, panderetas, fanáticos, tontos, etc. Nos podrán llamar de todo, pero la peor de todas las etiquetas la tiene la Biblia, y ella nos llama pecadores lo cual incluye ser llamados impíos, malvados, perversos, descarriados, perdidos, condenados. Sin embargo, no nos dejó allí encasillados, la Biblia habla de la solución que Dios tiene para los pecadores, y es la salvación en Cristo, para pasar de ser llamados (etiquetados) pecadores a ser llamados (etiquetados) justos, salvos de la ira de Dios, inocentes y libres del poder del pecado sobre nuestras vidas y libres de toda condenación.
Que el mundo nos llame como quiera, y si el mundo tiene razón en llamarnos de algunas maneras, entonces hay un grave problema con nuestro cristianismo. Si nuestra vida cristiana no demuestra nuestra fe en Jesús, el mundo tendrá razón en usar esa etiqueta “religiosos” para identificarnos. Pero, si el mundo nos tacha, nos difama y ponen en mal nuestro nombre por causa de nuestro cristianismo genuino y nuestra fe en Jesús, bienaventurados somos; el mundo querrá llamarnos como quiera, pero Cristo nos llama dichosos si por su causa sufrimos y nos maltratan.
¡Seamos religiosos por el amor de Dios!
Quiero hacerles un llamado a que sean religiosos, no según la concepción del término en nuestros días, sino a ser verdaderamente religiosos. Para que se comprenda bien mi llamado quiero dejar la explicación de los términos relacionados con la palabra religión para que podamos ver que la religión no es mala en sí misma pero que posiblemente hemos aprendido mal su verdadero significado.
Estos son significados que proporciona el Diccionario general de la lengua española Vox:
religión n. f. Conjunto de creencias religiosas, de normas de comportamiento y de ceremonias de oración o sacrificio que son propias de un determinado grupo humano y con las que el hombre reconoce una relación con la divinidad (un dios o varios dioses).
religiosamente
Con fidelidad a los preceptos, las creencias o el estilo de vida de una religión.
religiosidad
Práctica y cumplimiento de los preceptos que son propios de una religión y de la forma de vida y actuación que ésta comporta.
religioso
[Persona] que profesa una religión, practica sus preceptos y vive y actúa de acuerdo con ella.
Como podemos ver, nosotros como cristianos tenemos un conjunto de creencias y prácticas provistas por las Escrituras como reflejo de nuestra relación con Dios por medio de Jesús, esto es religión y somos llamados a vivir religiosamente, es decir, a ser fieles y obedecer las demandas de las Escrituras lo que nos enmarca en un estilo de vida por lo que creemos, y esto es ser religiosos.
Hay una religión vana, vacía, sin profundidad y superficial, desechable. Ser ese tipo de religiosos es condenado por las Escrituras, pero podemos ser verdaderamente religiosos y debemos ser intencionales en buscar serlo. Santiago dice al respecto:
“26Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. 27La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.” —Santiago 1.26–27, RVR60
Nuestra religión, bien practicada nos lleva a la religión que está delante del Padre, es una relación pura, sin contaminación, que no se mancha por nuestros propios intereses y que consiste en buscar la santidad, sin salpicarse de los placeres y el pecado del mundo y también en la demostración de buenas obras al preocuparse de los que no tienen padres y también al socorrer a las viudas que no tienen quién las cuide y las proteja en este mundo.
La verdadera religión ve a Cristo en su prójimo, por lo tanto lo ama, lo cuida, lo protege y lo sirve. Eso hace el evangelio en nosotros, y esa es la religión que permanece y no cae ante la faz de Dios. ¡Seamos religiosos!