¿Somos acaso marionetas de un insensible titiritero? ¿Se ha propuesto Dios manejarnos con tal antojo que pasa por alto nuestra voluntad propia? ¿Qué nos dice la Biblia sobre el libre albedrío o voluntad humana?
Me gustaría comenzar por la frase del autor R. C. Sproul : “En este mismo momento usted está leyendo estas palabras porque ha elegido por su propia y libre voluntad leerlas.”
El hombre puede actuar por voluntad propia, tenemos libertad como humanos, podemos reir y llorar, ir o venir, correr o caminar, podemos callar o cantar, podemos hacer cualquier cosa que deseamos en el sentido natural.
Esto lo vemos con claridad en la Biblia.
“Al cielo y a la tierra llamo hoy como testigos contra vosotros, de que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu simiente; y que ames a Jehová tu Dios, y obedezcas su voz, y te acerques a Él; porque Él es tu vida y la largura de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres Abraham, Isaac, y Jacob, que les había de dar.” — Deuteronomio 30:19-20.
Dios otorgó la libertad de escoger entre el bien y el mal, solo que tenemos un gran problema; Dios hizo al hombre perfecto y en su libertad, tiene el poder de elegir, pero: “He aquí, solamente esto he hallado; que Dios hizo al hombre recto, mas ellos buscaron muchas imaginaciones.” o mejor dicho en otra versión: “Lo que sí he llegado a entender es que Dios nos hizo perfectos, pero nosotros lo enredamos todo.” — Eclesiastés 7:29 TLA.
El hombre en esa libertad que Dios le brindó falló, eso lo podemos ver en el relato del Edén. Adán el primer hombre fue creado con plena libertad de actuar voluntariamente, pero, sabemos lo que pasó, él comió del fruto prohibido (Génesis 3:6) y venimos a ser hombres muertos, esclavos del pecado… “Porque ya que la muerte entró por un hombre (Adán), también por un hombre vino la resurrección de los muertos (Jesucristo). Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” — 1 Corintios 15: 21-22.
Entonces podemos decir en las palabras de Brian Schwertley: “Cuando Adán pecó, la humanidad completa cayó junto con él.” ¿Cómo así? ¿Soy responsable por que Adán falló? Sí, pues él fue la mejor representación de la raza humana, una creación perfecta; era justo y bueno, tenía una relación cercana con Dios, habitaba en el mejor entorno, sin pecado ni maldad. Cualquiera que no se considere responsable en Adán no puede considerarse beneficiado en Cristo.
El hombre ha decidido voluntariamente sin ninguna influencia interna, hacer el mal. Y lo ha continuado haciendo desde entonces. “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.” — Génesis 6:5. ¿Es cierto esto? Sí; pongamos la siguiente ilustración: Imaginemos que tenemos un gran proyector y en él vamos a presentar a tu familia, iglesia, amigos, conocidos y demás todos los pensamientos que has tenido en tu vida. ¿Sería vergonzoso no es así? Entonces la biblia tiene razón con respecto a que todos nosotros somos malos y nuestras mentes van continuamente hacia pensamientos malos.
Todos los hombres nacen naturalmente pecadores. “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.” — Salmos 51:5
El hombre naturalmente en toda su existencia, con todo su corazón, mente, alma, y fuerza se ha vuelto un siervo del pecado; él es completamente incapaz de hacer algún bien porque su inclinación es hacia el mal. “Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo: Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.” — Juan 8:34
La caída (desde Adán) colocó al hombre en una situación en la cual le es imposible no pecar. “Como está escrito: “No hay justo, ni aun uno. No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron del camino, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.” — Romanos 3:10-12
¿Tiene entonces el hombre libertad para actuar y decidir? ¿Tiene voluntad propia? Si, pero ha usado esa libertad para hacerse esclavo del pecado. Ahora toda su libertad va dirigida hacia hacer el mal.
Juan Calvino dijo: “La voluntad del hombre no es libre sin el Espíritu de Dios, pues está sometida a la concupiscencia, que la tienen cautiva y encadenada.” De aquí que Jesús diga: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” — Juan 8:36.
¿Puede el hombre por sí mismo ser libre? ¿Puede un esclavo ser libre sin que alguien lo libere? ¿Puede el hombre buscar a Dios por sí mismo, siendo un hombre muerto en pecado y maldad? La respuesta a todas estas preguntas según lo que hemos leído en la Biblia es: No.
Un hombre muerto en pecado no puede buscar a Dios, así como un ladrón no busca al policía.
Pues como dice el Señor Jesús: … “sin mí nada podéis hacer” — Juan 15:5.
“¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerlo, sois esclavos de aquel a quien obedecéis; ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia? Mas a Dios gracias, que aunque fuisteis esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. Hablo humanamente, por causa de la debilidad de vuestra carne; que así como presentasteis vuestros miembros como siervos a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora presentéis vuestros miembros como siervos a la justicia y a la santidad. Porque cuando erais esclavos del pecado, libres erais de la justicia. ¿Qué fruto teníais entonces en aquellas cosas de las que ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora, libertados del pecado, y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santidad, y por fin la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte; mas el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” — Romanos 6: 16-23
Por lo cual es necesario que Dios busque al hombre, lo atraiga a él. ¿Por qué? Porque el hombre en su libertad no hubiese buscado a Dios. “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere..” — Juan 6:44, y por esa razón también se nos dice acerca de nuestra salvación: “Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios” — Efesios 2:8
La obra de salvación no depende de nosotros, no hemos “encontrado a Dios” pues Él nunca a estado perdido, sino más bien, que Él nos ha buscado con ternura y puesto de nuevo en su redil. “Porque Él nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo amado.” — Colosenses 1:13
Viendo nuestra condición tan pecaminosa, al ver que sin Cristo iríamos en la primera clase de un avión directo al infierno y todas nuestras obras habían comprado ese ticket. ¿Que podríamos hacer por nosotros mismos, al ver nuestra libre y plena voluntad dirigida hacia el mal? Nada, necesitamos de la obra de Dios. “Porque es Dios el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” — Filipenses 2:13.
¡Bendito sea Dios por no dejarnos en el pozo oscuro y profundo del pecado y por su voluntad ha decidido salvarnos y obrar en nosotros para su gloria!
Ahora sabemos que tenemos nuestra verdadera libertad y voluntad en Cristo para hacer lo bueno y correcto delante de sus ojos hasta el día de nuestra redención, es decir,cuando habitemos en plenitud de gloria con Cristo en su reino.
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.” — Efesios 2:10
Tenemos ahora libertad completa en Dios, y así con un esclavo libre permanece en estado de gratitud con su libertador, nosotros debemos permanecer aún más, ofreciendo nuestra libertad en gratitud de aquel que nos rescató.
Ahora, ¿Podemos pecar en nuestra libertad? Sí, pues aún vivimos en nuestros cuerpos terrenales los cuales están dispuestos al mal cada día y podemos llegar a hacer lo malo; pero, ¿Un un hombre que ha sido liberado, puede volver a ser esclavo? De ninguna manera, pues ahora el Espíritu de Dios está llevándonos hacia lo justo y recto, velará por nosotros para vencer nuestra carne y deseos, nos capacitará para vivir conforme las pisadas de nuestro Salvador Cristo y nos da la esperanza de un gloría mayor. Un verdadero creyente no practica continuamente el pecado. “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que no podéis hacer lo que deseáis.” — Gálatas 5:17
Concluimos que, Dios NO creó títeres para manejarlos a su antojo, nos dio la virtud de tener voluntad propia, para que pensemos, actuemos y gocemos de la vida; pero con nuestra libertad hemos ido en contra de Él cada día de nuestras vidas, pecando contra su nombre, contra Cristo, pecamos en nuestro cuerpo, con nuestra mente, contra nuestros prójimos, esto debido a que perdimos la capacidad de escogerlo a Él después de la caída como consecuencia de la muerte espiritual a causa del pecado. Ahora Él, en su amor y misericordia nos ha provisto un Salvador para librarnos de la esclavitud del pecado, nos ha dado un nuevo corazón con nuevos afectos y emociones, puro y capaz de buscar el bien. “Y les daré un solo corazón; y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos, y quitaré de su carne el corazón de piedra, y les daré un corazón de carne; para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis juicios y los cumplan, y ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios.” — Ezequiel 11:19-20
Tenemos libertad, tenemos nuestra voluntad libre para agradar a Dios. “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres; y no os sujetéis de nuevo al yugo de esclavitud.” — Gálatas 5:1. Pero recuerden como advertencia: “Andad como libres, pero no uséis la libertad como pretexto para la maldad, sino emplearla como siervos de Dios.” — 1 Pedro 2:16.
A Él sea la gloria por siempre, amén.
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Justamente, este era mi idea inicial sobre la Soberanía de Dios. Ahora en día, a través de su gracia concluyo que, a pesar de que su actuar y mi actuar continúen siendo un misterio, Él es quien opera todas las cosas, y todas las cosas operan para su Gloria. Siendo que todo lo que opera para su Gloria, opera para mi bien.
Gracia y paz.