Por Jorge Rivera
La realidad más importante en nuestra relación con Dios es que “hemos muerto con Cristo” (Romanos 6.8) ¡Es sorprendente! la palabra revela que estábamos unidos a Cristo en la cruz y que unidos a Él ahora podemos recibir de Dios Padre toda bendición espiritual (Efesios 1.3, 7; 2 Corintios 1.20; Filipenses 4.19; 2 Timoteo 1.1). Esta relación está presentada en la Escritura como una relación de representación.
En la primera carta a la iglesia en Corinto esta relación es comparada con nuestra relación de representación en Adán cuando dice: “Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”. (1 Corintios 15.22). En el texto griego la primera frase, la frase de Adán está en pasado; sin embargo, la segunda frase está en futuro. Esta evidencia gramatical es importante porque en un sentido cronológico, cuando este pasaje fue escrito, ya ambos acontecimientos habían ocurrido. Así que la historia de la redención, aun desde que Adán pecó y la promesa de gracia fue revelada, todos aquellos que han depositado su confianza en el Mesías fueron representados y han tenido un bendito futuro asegurado desde ese momento para siempre.
Por otro lado, el pasaje en Romanos dice: “Tal como por una transgresión resultó la condenación (…) así también por un acto de justicia resultó la justificación”. (Romanos 5.18). Estábamos unidos a Cristo en ese “acto de justicia” expresado en el Calvario, pero hay más.
Según Mounce “la construcción gramatical de la frase “Acto de justicia” se refiere normalmente a un pronunciamiento más que a una acción. Indica un proceso que ha sido completado más que un solo acontecimiento. Y unido a frases del contexto tales como “el juicio” en el verso 16, el autor estaba apuntando a una “sentencia de justificación”[1].
En otras palabras, la unión con Cristo no solo conecta específicamente a la Cruz de Cristo, sino también en un sentido integral, a todo aquello que fue logrado por Él: vida, muerte, resurrección y gloria (Efesios 2:4–7; Romanos 6.8).
Extraordinariamente Trascendental
Nuestra unión a Cristo en la cruz es trascendental porque cuando Cristo fue crucificado, ya la unión había sido decidida antes de la fundación del mundo. El Padre nos bendijo “En Cristo según nos escogió en Él (Cristo) antes de la fundación del mundo”. (Efesios 1.3). Y esa gracia “Nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad”. (2 Timoteo 1.9). En realidad, ilustra como si en cada momento pasado, presente y futuro el Padre nos observara a través de unos anteojos llamados “Crucificados juntamente con Cristo”. Y no importa si fue 2000 años antes de Cristo con algún creyente de Ur de los Caldeos (Abraham), o si fue en el momento exacto en que la sangre fue derramada en el Gólgota, o si es 2000 años después; el Padre considera a los suyos “Muertos con Cristo”.
Ante lo extraordinario de esta realidad espiritual, algunos Teólogos de los siglos pasados hablaron de esta unión como una unión mística, no porque sea mágica, sino porque no tenemos palabras para explicar tan maravillosa realidad.
La escritura dice que cuando Cristo murió en la Cruz, todos aquellos por quienes murió murieron juntamente con Él, y cuando resucitó, resucitaron con Él (Romanos 6.6–8). “Aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (Por gracia han sido salvados), y con Él nos resucito” (Efesios 2.4–6).
¿Quiénes murieron juntamente con Cristo?
Entonces, si Cristo conocía y tenía una relación existente con aquellos por quienes murió, ¿Quiénes fueron aquellos que murieron juntamente con Él? La escritura responde, sin mencionar nombres o apellidos, que cuando Cristo murió en la cruz, aquellos por quienes murió Dios les llamaba Su linaje, Su pueblo, Sus ovejas y su iglesia.
En el anuncio profético de la muerte de Jesús, el profeta Isaías declara “Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje” (Isaías 53.10). En el anuncio profético de Su nacimiento el ángel del Señor dijo: “Llamarás su nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados” (Mateo 1.21). En el conocido discurso del Pastor y las ovejas Jesús dijo: Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas (…) y pongo mi vida por las ovejas (Juan 10.14,16). Y en el discurso sobre el diseño del matrimonio según Dios, el apóstol pablo dijo: “Amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella”. (Efesios 5.23–25).
Estos distintos títulos (Linaje, Pueblo, iglesia y ovejas) aluden a los redimidos que murieron juntamente con Cristo, y aun así nosotros no sepamos sus nombres, Dios si los sabe. Jesús dijo: “Yo conozco a Mis ovejas (…) así como el Padre me conoce y Yo conozco al padre y doy MI vida por las ovejas” (Juan 10.14–15). Dios las conoce por sus nombres, son Suyas y las ama en Cristo, que dio Su vida por ellas.
Estos redimidos que individualmente se relacionan a Dios en Cristo son gente de cada pueblo, lengua, tribu y nación (Apocalipsis 5.9) Ellos conforman a un solo pueblo, un solo rebaño, un solo Israel, una sola iglesia, una sola nación y todos bajo un solo Rey, Jesucristo, el Rey de Gloria. Y sabiendo que somos de Dios, unidos invisiblemente en Cristo, podemos entonces estar seguros de toda bendición y de toda promesa. Tenemos una esperanza viva para vivir con gozo pleno. ¡Podemos fijar nuestras esperanzas plenamente, con gozo celestial, en Cristo, tanto que seamos así las personas mas libres sobre toda la tierra!
[1]Robert Mounce, Romans, NAC, np.143, de. E. Ray Clenden (Nashville: Broadman & Holman 1995) 145.
Doy gracias al SEÑOR DIOS ALTISIMO por conocer más de Su Palabra y tener con ustedes éstas herramientas para seguir en el crecimiento espiritual en la Sana Doctrina. GLORIA a Dios!