¿Viviendo de la defensa de la fe?
Lo digo con franqueza y tristeza a un mismo tiempo: A veces me sorprende que alguien dedique demasiado, demasiado, demasiado tiempo en la denuncia y apologética como un estilo de vida; que termina por alejar a otros del Evangelio. Creo en defender nuestra fe, pero las contiendas innecesarias para nada aprovechan y los extremos son malos.
La Palabra de Dios se refiere a sí misma como una espada de dos filos: Un lado para herirnos de convicción de pecado a fin de que seamos salvos por medio de Jesús; y el otro para edificar al cuerpo de Cristo con la sana doctrina, la cual se defiende por sí sola porque es forjada por la verdad. Pero nada dice que ambos filos sean usados para dividir la unidad de la iglesia o dar ocasión para los malos testimonios ante incrédulos como creyentes.
Cuando uno expone doctrina tal como es en el contexto global de las Escrituras, de algún modo ya hace uso de la apologética: Puesto que la Palabra de Dios es verdad y autoridad absoluta, desecha toda falsedad que atente contra ella. Es inevitable que, mientras predicamos el Evangelio a otras personas que no conocen del SEÑOR, nosotros afirmemos que Jesús es Dios como la Biblia enseña y un “Testigo de Jehová” se dirija a nosotros y nos quiera contradecir de ello. Es inevitable que una persona que se ha dedicado a las buenas obras para agradar a Dios, se ofenda cuando afirmamos que la salvación es enteramente del SEÑOR y por sola Gracia. Es inevitable que los demás se sientan ofendidos ante la verdad de que el único camino de la redención verdadera es Jesucristo; mientras que ellos refutan: “¡Todas las religiones llevan a Dios!”. Sí, el Evangelio es exclusivista en el sentido de que solo Dios a través de Su hijo puede otorgar salvación a los que creen. De este modo, tanto la doctrina como el Evangelio, se defienden por sí solos. Sin embargo, el problema no está con la verdad misma; sino con el portador de esa verdad. Precisamente de esto quiero tratar dentro del contexto cristiano.
Las trampas de un mal uso de la apologética
En el tema de la defensa de la fe se requiere ser sabio para distinguir y aplicar la diferencia entre contender y contender innecesariamente. Como dije arriba, yo sí creo en defender la fe, la sana doctrina y la pureza del Evangelio. La Biblia lo demanda, como en caso de los pasajes que acabo de citar. Es necesario explicar y sacar a luz las verdades de la Palabra de Dios. Sobre todo cuando las falsas doctrinas, las herejías y prácticas anti-bíblicas son muy evidentes por parte de falsos maestros, falsos profetas y falsos evangelistas. Es muy necesario limpiar la grey de toda maleza e impureza doctrinal. Desgraciadamente, las actitudes típicas en la apologética en el contexto cristiano dejan mucho que desear. Si un creyente no hace un uso sabio de la apologética, tiende a caer en cualquiera de las siguientes trampas:
(1) La trampa de la vanidad intelectual. Generalmente esto viene de parte de aquellos adoptan actitudes de ser “teólogos” y muy conocedores de la Palabra; pero caen en la tentación y en los extremismos de contender por demostrar su superioridad y discutir de forma vana e inútil (muy común en los foros de debates de Facebook, cuando no se sabe debatir apropiadamente y dentro de los límites del respeto). Aclaro: La preparación y el estudio no son malos, son muy necesarios para el discernimiento y la enseñanza; más bien el error consiste en hacer un mal uso de ellos para alimentar el ego intelectual y no con el fin de amar y edificar a las almas y centrarlas en Cristo para gloria de Dios.
(2) La trampa de las etiquetas pseudo-bíblicas. A esto nos referimos a la tendencia de etiquetar y dirigirse a toda aquella persona que no está de acuerdo a los credos bíblicos (sea hermano sincero pero errado o un falso maestro) con etiquetas como: “hijos de Satanás”, “hijos del diablo”, “herejes”; entre otras lindezas.
(3) La trampa del amarillismo. Se trata de entrometerse en la vida de otras personas para pescar cualquier hecho “in-fraganti” por pequeño que sea (alguna declaración citada fuera de contexto o si por casualidad se topó con alguna persona dudosa y la saludó amablemente) y hace de ello una denuncia amarillista. Peor aún: Realizan declaraciones sin fundamento o sin evidencias; lo que es pecado de dar falso testimonio.
(4) La trampa del autoritarismo. Es aquella tendencia a señalar los errores de otros e imponer sus puntos de vista. Son personas que no motivan a nadie a que crezcan en conocimiento, entendimiento y oración al estudiar las Escrituras. Se creen como los depositarios de la verdad porque así lo han entendido ellos. Además, sufren del letargo de la superioridad y orgullo espirituales.
(5) La trampa del fariseísmo. La actitud cargada de legalismo en el que por asuntos doctrinales no fundamentales se separan de tal o cual hermano, negándolo como creyente genuino. ¿La razón? Porque no comparte las mismas doctrinas no esenciales que uno profesa (que si el rapto es antes, a la mitad o después de los siete años de tribulación, que si hay milenio o no, que si los dones espirituales cesaron o no, que si bautizamos a los niños o no, que si Adán tuvo ombligo o no, y un largo etcétera).
En conclusión
Todas las trampas que cité arriba, como he dicho, son muy comunes tanto en las redes sociales como en nuestro diario vivir. Por lo que te invito a ser honesto contigo mismo y analizarte en oración y reflexión: ¿Te has examinado si has caído en algunas de estas trampas? ¿Has dado mal testimonio del Evangelio? ¿Con tu conducta el nombre de Cristo ha sido blasfemado? ¿Has pedido en oración que el SEÑOR te haga más sabio, prudente y humilde antes de presentar defensa de nuestra fe? ¿Has dependido de la gracia de Dios para proclamar y enseñar con denuedo y poder? Si ninguna respuesta a estas preguntas es afirmativa, te exhorto a que te arrepientas de tu actitud y busques en el SEÑOR la gracia necesaria para proclamar Su verdad en Sus términos; no en los nuestros.
En la segunda y última parte de esta pequeña serie de artículos analizaremos cúal debe ser nuestra actitud al proclamar nuestra fe bíblica y estudiaremos el contexto de 1 Pedro 3:15; Judas 3 y otras Escrituras que nos ayudarán a presentar correcta y bíblicamente el Testimonio de Cristo y Su Evangelio. Por lo pronto: